A raíz de los últimos acontecimientos ocurridos en Granada, los expertos y muchos padres empiezan a plantearse hasta qué punto debería ser obligatorio cumplir el calendario vacunal infantil. Ante el brote de sarampión que ya ha afectado a unas 50 personas no inmunizadas (ocho adultos y el resto menores), un juez ha ordenado vacunar a 35 niños susceptibles de contagiarse. El objetivo: frenar la expansión de este virus, detectado a principios de este mes en un colegio de la ciudad andaluza.
"Es una enfermedad que está prácticamente erradicada en nuestro país gracias a las vacunas", explica Jesús García Pérez, pediatra y vocal de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria. Lo importante, añade, son sus posibles complicaciones: "Bronquitis, otitis, neumonía y, la más grave, encefalitis aguda [irritación e inflamación del cerebro], que sufre uno de cada 1.000 niños con sarampión". Esta afección debe tratarse con urgencia, ya que, aunque la mayoría se recupera sin secuelas, "podría causar daños cerebrales, parálisis, pérdida de audición, dificultades en el habla, alteraciones neurológicas e incluso la muerte".
Ante tales riesgos, el doctor García anima a proteger a los menores con la vacuna, aunque también subraya que "hay que respetar la libertad de elección de los progenitores sobre la salud de sus hijos". No hay que olvidar que la inmunización es voluntaria, no obligatoria. Y este derecho a elegir es el que remarcan algunos padres como Vicenç Robles, que forma parte de la Liga para la Libertad de Vacunación. "Al cabo de los tres primeros años de vida, los pequeños reciben unos 36 impactos vacunales. No sabemos cómo puede influir este cóctel sobre su sistema inmunitario, que aún está en desarrollo. Preferimos protegerles de forma natural, con la alimentación y un estilo de vida saludable".
Probablemente, éste sea el razonamiento de los padres granadinos que optaban por no vacunar a sus hijos. ELMUNDO.es ha intentado ponerse en contacto con ellos, pero eluden hacer declaraciones. Más allá del derecho y la libertad a elegir, en este caso, la situación es algo más compleja. "La vacunación como protección individual no se puede imponer, pero cuando se produce un brote epidémico y existe riesgo de transmisión, empieza a convertirse en una cuestión poblacional, de protección a la sociedad, adquiere incluso un punto de solidaridad", argumenta Josep Marès, coordinador del comité asesor de vacunas de la Asociación Española de Pediatría. Hasta el momento, en Granada, el 30% de los afectados ha requerido atención hospitalaria.
En situaciones como ésta, señala Marès, "conviene vacunar a las personas no inmunizadas del entorno, susceptibles de contagiarse, haciendo hincapié en los más pequeños", en los que se adelanta la primera dosis de los 15 a los seis meses. "Para proteger a los que aún no ha dado tiempo a vacunar. Justo a esta edad, el sarampión tiene más mortalidad", apunta el especialista, quien recuerda que "durante el primer semestre de vida, el bebé mantiene aún los anticuerpos de la madre".
Estas son las medidas que, de forma "excepcional y transitoria", los servicios sanitarios de Granada han puesto en marcha, además de distintas acciones informativas dirigidas a aquellos padres objetores de la vacunación. Dado que no ha habido respuesta y que se trataba de una colisión entre el derecho individual y el derecho colectivo de defensa de la salud pública, se trasladó a la Judicatura.
Ahora, por primera vez en España, un juez autoriza la vacunación forzosa. Tanto los padres que se negaban a inmunizar a sus hijos (cinco) como los que no presentaron las cartillas de sus pequeños (30), tienen hasta el martes para cumplir la sentencia emitida. Queda por ver cuál será su reacción, ya que podrían interponer un recurso de apelación.
Mito o realidad
Según la Organización Mundial de la Salud, las campañas de vacunación han reducido los fallecimientos por sarampión un 78% en los últimos 10 años. Lo mismo ocurre con otras enfermedades y así lo certifica el doctor García: "Cuando era médico residente veía afectados por rubeola que sufrían tremendas deformaciones, niños con graves secuelas por culpa de la polio o personas que morían por hepatitis B. Hoy, estas enfermedades casi no existen". En España, añade, el 95% de la población infantil está vacunado contra este tipo de afecciones.
Siendo así, ¿por qué existe un colectivo de padres que decide no inmunizar a sus hijos? "Las vacunas no son inocuas y tampoco son la panacea", señala Vicenç Robles. "La administración informa de los efectos positivos, pero no de los adversos y tampoco explica la composición (conservantes, mercurio...) y hasta qué punto pueden provocar complicaciones graves". Y añade: "Puede ser que con la vacuna se evite que uno de cada 1.000 niños sufra encefalitis, pero la reflexión también debe hacerse al contrario. Puede que un niño muera por la inmunización".
Como comenta Josep Marès, "mucha gente sigue creyendo que las vacunas contienen mercurio y no es verdad. Cuando se usaba, las cantidades eran mínimas y se demostró que no provocaban alteraciones neurológicas".
En cuanto a los efectos secundarios de la vacunación, se reducen a la "fiebre, dolor local y malestar general". No se ha demostrado científicamente ninguna otra consecuencia. Teniendo en cuenta las secuelas que pueden producir enfermedades como el sarampión, "entendemos que es mejor pasar por esta sintomatología que arriesgarse a sufrir complicaciones como la neumonía", apunta Marès.
Independientemente de las argumentaciones en uno u otro sentido, los padres objetores suelen serlo por cuestión de filosofía. "Intentamos proporcionarle a mi hija opciones sanitarias afines a nuestro pensamiento. Su pediatra es naturista, y si lo necesita, le proporcionamos tratamientos con hierbas, cataplasmas y homeopatía. Mi hija nunca ha tomado una aspirina ni un antitérmico. Consideramos que la fiebre es un aspecto para observar no reprimir. Sólo una vez, cuando tenía dos años y le salió un impétigo en el labio, utilizamos una pomada antibiótica. Llevamos un estilo de vida sano y una dieta equilibrada", dice Robles.
Correcto o incorrecto, como aseguran los médicos consultados por ELMUNDO.es, nadie puede obligar a ponerse una vacuna. Otra cosa es que, "ante un riesgo inminente y para controlar el brote epidémico, las autoridades puedan imponer la inmunización", apunta Marès. En casos como éste, bastaría simplemente con un poco de sentido común. El propio Vicenç Robles confirma: "Yo creo que acabaría vacunando a mi hija".
elmundo.es
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