PATRICIA MATEY
MADRID.- ¿Necesita terminar un trabajo de 5.000 palabras sobre literatura rusa? Tómese un par de psicoestimulantes como metilfenidato o modafinil. ¿Tiene que memorizar el ciclo celular? Puede probar también con otros fármacos nootrópicos ('drogas inteligentes') como piracetam o donacepil. Y para los más tradicionales, siempre quedarán los 'clásicos': cafeína o anfetaminas.
Así de irónico se muestra Vicen Cakic, de la Universidad de Sydney, en un artículo de opinión publicado en el último 'Journal of Medical Ethics' en el que pone sobre la mesa la posibilidad de que en un futuro próximo los estudiantes se sometan a pruebas de orina para detectar la presencia de fármacos que estimulan el intelecto. El motivo puede residir en que no es justo que ellos adquieran ventajas académicas respecto a los compañeros que 'juegan limpio'.
"Uno de los argumentos en contra del uso de fármacos [nandrolona, testosterona, eritropoyetina, anfetaminas, hormona del crecimiento, entre otros] en el deporte y que ha desencadenado los chequeos rutinarios de los atletas es que confieren superioridad respecto a los rivales... Que un estudiante use noótropicos es también saltarse las reglas", aclara el investigador australiano.
Su reflexión no es nueva y el debate ético sobre si personas sanas deben consumir fármacos potencialmente peligrosos, que forman parte del tratamiento de patologías como el síndrome de déficit de atención e hiperactividad o la esquizofrenia, no ha hecho más que empezar. En parte 'porque los nootrópicos actuales tiene un efecto más modesto en las habilidades cognitivas que los compuestos que se están desarrollando actualmente y que en un futuro próximo podrían estar en las farmacias", documenta el psicólogo Cakic.
Sin olvidar, además, que la literatura científica ha demostrado que el número de niños y adolescentes estadounidenses que consume psicofármacos ha aumentado en más del doble en una década al otro lado del Atlántico. En los campus, las cifras revelan que más de un 25% de los universitarios también los emplea.
"En todos los escenarios competitivos, muchos de los participantes buscan fórmulas que les permitan ganar. No sucede en el deporte únicamente. El desarrollo de psicofármacos más potentes y su venta puede provocar que el uso de los mismos se expanda entre la población juvenil".
Pese a todo, este experto considera que 'la solución' a este problema no es fácil. "La prohibición de los psicofármacos no es factible, pese a que su uso no médico indiscriminado esté en expansión y ponga en evidencia aspectos como su legalidad o su seguridad. Tal vez, la esperanza que nos queda sea comprender mejor cuáles son los posibles riesgos que entraña su empleo en estudiantes para tener este factor en consideración a la hora de que ellos mismos decidan si deben consumirlos o no", determina Vicen Cakic.
MADRID.- ¿Necesita terminar un trabajo de 5.000 palabras sobre literatura rusa? Tómese un par de psicoestimulantes como metilfenidato o modafinil. ¿Tiene que memorizar el ciclo celular? Puede probar también con otros fármacos nootrópicos ('drogas inteligentes') como piracetam o donacepil. Y para los más tradicionales, siempre quedarán los 'clásicos': cafeína o anfetaminas.
Así de irónico se muestra Vicen Cakic, de la Universidad de Sydney, en un artículo de opinión publicado en el último 'Journal of Medical Ethics' en el que pone sobre la mesa la posibilidad de que en un futuro próximo los estudiantes se sometan a pruebas de orina para detectar la presencia de fármacos que estimulan el intelecto. El motivo puede residir en que no es justo que ellos adquieran ventajas académicas respecto a los compañeros que 'juegan limpio'.
"Uno de los argumentos en contra del uso de fármacos [nandrolona, testosterona, eritropoyetina, anfetaminas, hormona del crecimiento, entre otros] en el deporte y que ha desencadenado los chequeos rutinarios de los atletas es que confieren superioridad respecto a los rivales... Que un estudiante use noótropicos es también saltarse las reglas", aclara el investigador australiano.
Su reflexión no es nueva y el debate ético sobre si personas sanas deben consumir fármacos potencialmente peligrosos, que forman parte del tratamiento de patologías como el síndrome de déficit de atención e hiperactividad o la esquizofrenia, no ha hecho más que empezar. En parte 'porque los nootrópicos actuales tiene un efecto más modesto en las habilidades cognitivas que los compuestos que se están desarrollando actualmente y que en un futuro próximo podrían estar en las farmacias", documenta el psicólogo Cakic.
Sin olvidar, además, que la literatura científica ha demostrado que el número de niños y adolescentes estadounidenses que consume psicofármacos ha aumentado en más del doble en una década al otro lado del Atlántico. En los campus, las cifras revelan que más de un 25% de los universitarios también los emplea.
"En todos los escenarios competitivos, muchos de los participantes buscan fórmulas que les permitan ganar. No sucede en el deporte únicamente. El desarrollo de psicofármacos más potentes y su venta puede provocar que el uso de los mismos se expanda entre la población juvenil".
Pese a todo, este experto considera que 'la solución' a este problema no es fácil. "La prohibición de los psicofármacos no es factible, pese a que su uso no médico indiscriminado esté en expansión y ponga en evidencia aspectos como su legalidad o su seguridad. Tal vez, la esperanza que nos queda sea comprender mejor cuáles son los posibles riesgos que entraña su empleo en estudiantes para tener este factor en consideración a la hora de que ellos mismos decidan si deben consumirlos o no", determina Vicen Cakic.
elmundo.es
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