Sebastián A. Ríos
LA NACION
Dolor de pecho, falta de aire, fatiga, palpitaciones... En la Argentina, desde que una persona comienza a sentir los síntomas característicos de un infarto hasta que llega a la sala de hemodinamia para ser sometida a una angioplastia que restablezca la circulación que nutre al corazón, pueden pasar unas cinco horas. Pero también pueden ser más.
"Desde que el paciente siente los síntomas hasta que llega al hospital transcurren en promedio unos 180 minutos y de ahí hasta la sala de hemodinamia pueden pasar otros 60 o 90 minutos. Pero si el hospital en el que se encuentra no tiene unidad de hemodinamia y tiene que ser trasladado a otro hospital de mayor complejidad, eso suma otros 45 minutos", enumeró el doctor Omar Santaera, presidente del Colegio Argentino de Cardioangiólogos Intervencionistas (CACI).
"Pero hay que tener en cuenta que estos tiempos son el promedio de los centros que reportan lo que hacen, que suelen ser los que hacen mejor medicina. Los tiempos de los centros que no reportan lo que hacen seguramente serán aún más prolongados", agregó la doctora Liliana Grinfeld, presidenta de la Fundación Cardiológica Argentina.
La buena noticia, coincidieron Grinfeld y Santaera, es que esos tiempos pueden ser reducidos sustancialmente. Y, se sabe, tiempo es corazón: cuánto más pronto se revierte la obstrucción de las arterias coronarias que ocasionan el infarto, más chances hay de que el evento no sea mortal y no deje secuelas.
"Se puede bajar en dos horas el tiempo que va desde la aparición de los síntomas hasta la realización de una angioplastia o, en su lugar, a la aplicación de drogas que permitan desobstruir las arterias coronarias", dijo Grinfeld. Las estrategias para reducir la demora serán discutidas hoy en el encuentro científico Transcatheter Cardiovascular Therapeutics @ CACI 2009.
Dolor de pecho, falta de aire, fatiga, palpitaciones... En la Argentina, desde que una persona comienza a sentir los síntomas característicos de un infarto hasta que llega a la sala de hemodinamia para ser sometida a una angioplastia que restablezca la circulación que nutre al corazón, pueden pasar unas cinco horas. Pero también pueden ser más.
"Desde que el paciente siente los síntomas hasta que llega al hospital transcurren en promedio unos 180 minutos y de ahí hasta la sala de hemodinamia pueden pasar otros 60 o 90 minutos. Pero si el hospital en el que se encuentra no tiene unidad de hemodinamia y tiene que ser trasladado a otro hospital de mayor complejidad, eso suma otros 45 minutos", enumeró el doctor Omar Santaera, presidente del Colegio Argentino de Cardioangiólogos Intervencionistas (CACI).
"Pero hay que tener en cuenta que estos tiempos son el promedio de los centros que reportan lo que hacen, que suelen ser los que hacen mejor medicina. Los tiempos de los centros que no reportan lo que hacen seguramente serán aún más prolongados", agregó la doctora Liliana Grinfeld, presidenta de la Fundación Cardiológica Argentina.
La buena noticia, coincidieron Grinfeld y Santaera, es que esos tiempos pueden ser reducidos sustancialmente. Y, se sabe, tiempo es corazón: cuánto más pronto se revierte la obstrucción de las arterias coronarias que ocasionan el infarto, más chances hay de que el evento no sea mortal y no deje secuelas.
"Se puede bajar en dos horas el tiempo que va desde la aparición de los síntomas hasta la realización de una angioplastia o, en su lugar, a la aplicación de drogas que permitan desobstruir las arterias coronarias", dijo Grinfeld. Las estrategias para reducir la demora serán discutidas hoy en el encuentro científico Transcatheter Cardiovascular Therapeutics @ CACI 2009.
El tiempo vuela
Se estima que, en la Argentina, se producen unos 42.000 infartos al año. El primer paso para que las personas que sufren un infarto accedan más rápido al tratamiento es obvio, lo que no implica que sea una tarea sencilla: que el paciente consulte apenas experimenta los síntomas.
"Para eso se necesitan campañas que informen a la comunidad sobre la importancia de consultar ante la aparición de los síntomas, pero campañas continuas, no como se hacen en la Argentina: hacemos una campaña enorme y después durante seis meses no hacemos nada más", opinó Grinfeld.
En segundo lugar, continuó Santaera, "hay que establecer una programación más adecuada del trabajo a nivel hospitalario que permita tratar lo más rápido posible al paciente que llega con un infarto agudo".
Hoy, agregó Grinfeld, "cuando llega al hospital un paciente con dolor de pecho puede pasar una hora hasta que sea visto por el médico de guardia, quien seguramente está atendiendo a otros cuatro pacientes, que pueden estar aparentemente más graves; y para hacer un electrocardiograma puede pasar otra media hora, y así se va el tiempo...".
"Hay estudios que han demostrado que tener una estrategia de atención hospitalaria del infarto reduce a la mitad el tiempo que transcurre entre la puerta del hospital y la de la sala de hemodinamia", precisó Grinfeld.
La estrategia probada no es muy complicada: consiste en realizar un electrocardiograma al paciente que llega con síntomas y hacerlo ver inmediatamente por un cardiólogo, que con una sola llamada telefónica debe poder ser capaz de activar la sala de hemodinamia.
Un tercer aspecto por trabajar es el que media entre el paciente y el hospital. "Es común que el paciente sea trasladado en ambulancia a un hospital de baja complejidad, que carece de sala de hemodinamia, lo que obliga a volver a trasladarlo una vez realizado el diagnóstico -comentó Santaera-. Cuando es posible realizar un electrocardiograma en la ambulancia y definir el diagnóstico antes de llegar al hospital, esto permite planificar el tratamiento [que no siempre es una angioplastia] y decidir adónde trasladar al paciente."
Se estima que, en la Argentina, se producen unos 42.000 infartos al año. El primer paso para que las personas que sufren un infarto accedan más rápido al tratamiento es obvio, lo que no implica que sea una tarea sencilla: que el paciente consulte apenas experimenta los síntomas.
"Para eso se necesitan campañas que informen a la comunidad sobre la importancia de consultar ante la aparición de los síntomas, pero campañas continuas, no como se hacen en la Argentina: hacemos una campaña enorme y después durante seis meses no hacemos nada más", opinó Grinfeld.
En segundo lugar, continuó Santaera, "hay que establecer una programación más adecuada del trabajo a nivel hospitalario que permita tratar lo más rápido posible al paciente que llega con un infarto agudo".
Hoy, agregó Grinfeld, "cuando llega al hospital un paciente con dolor de pecho puede pasar una hora hasta que sea visto por el médico de guardia, quien seguramente está atendiendo a otros cuatro pacientes, que pueden estar aparentemente más graves; y para hacer un electrocardiograma puede pasar otra media hora, y así se va el tiempo...".
"Hay estudios que han demostrado que tener una estrategia de atención hospitalaria del infarto reduce a la mitad el tiempo que transcurre entre la puerta del hospital y la de la sala de hemodinamia", precisó Grinfeld.
La estrategia probada no es muy complicada: consiste en realizar un electrocardiograma al paciente que llega con síntomas y hacerlo ver inmediatamente por un cardiólogo, que con una sola llamada telefónica debe poder ser capaz de activar la sala de hemodinamia.
Un tercer aspecto por trabajar es el que media entre el paciente y el hospital. "Es común que el paciente sea trasladado en ambulancia a un hospital de baja complejidad, que carece de sala de hemodinamia, lo que obliga a volver a trasladarlo una vez realizado el diagnóstico -comentó Santaera-. Cuando es posible realizar un electrocardiograma en la ambulancia y definir el diagnóstico antes de llegar al hospital, esto permite planificar el tratamiento [que no siempre es una angioplastia] y decidir adónde trasladar al paciente."
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