Cuando todavía restan 32 días para que concluya el viaje simulado a Marte, los 6 tripulantes de la misión Mars 500 que comparten una cápsula artificial, ya batieron todos los récords de aislamiento. Llevan 488 noches de reclusión voluntaria, una cifra que ningún humano había conseguido alcanzar.
La marca anterior la ostentaba el cosmonauta soviético Valeri Polyakov, quien se mantuvo durante 14 meses en un único viaje a bordo de la estación espacial Mir.
En junio de 2010 los seis ocupantes ingresaron a un módulo de simulación sellado de 550 m3, que reproduce en tamaño y forma una nave espacial, un laboratorio y una unidad de aterrizaje.
Esta etapa final es la más ardua. Los participantes de esta prueba organizada por el Instituto de Problemas Biomédicos de Moscú (IMBP) y la Agencia Espacial Europea (ESA), se enfrentan a la monotonía cotidiana, que se agrava con el confinamiento, la falta de estímulos y el agotamiento que implica toda convivencia.
La incógnita a despejar en este experimento que será recordado como el precursor de los vuelos interplanetarios es ¿cuánto tiempo una persona es capaz de resistir en soledad dentro de una nave? Se sabe, durante los largos meses de encierro, el estrés psicológico es enorme. La idea es anticipar lo que ocurre a la mente humana en tales condiciones.
Como si se tratara de un reality show, tras los vidrios espejados de la cabina hay un equipo de profesionales que se ocupa de monitorear los signos vitales de la tripulación y la ayuda a resolver conflictos técnicos. Claro que nada de esto sucede en un vuelo programado.
Durante un viaje más allá de la órbita terrestre, los ocupantes de la nave deben resolver los problemas sin ayuda externa.
En cuanto a las comunicaciones personales, la gente del IMBP es bastante estricta. A diferencia de los astronautas de la Estación Espacial Internacional (ISS), que pueden llamar a sus familiares hasta dos veces por día, en Mars 500 los mensajes son acumulados en un servidor y en algún intervalo de la actividad, tienen doce minutos diarios para consultarlos.
La clave es estar ocupado
Las jornadas de encierro son tediosas. La clave para calmar a los navegantes es tener su mente ocupada, ya sea desarrollando experimentos o con labores de mantenimiento o de ocio. Ahora también se suman las charlar por teléfono. Hasta unos días atrás, estas comunicaciones estaban prohibidas. Olga Shevchenko, psicoanalista del IMBP, explicó: “Nos interesa que los tripulantes no estén intentando resolver problemas de su casa”.
clarin.com
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