EFE
MADRID.- La primera emisión de 'Gran Hermano' marcó un antes y después en la televisión hace ahora diez años, cuando convirtió al mundo en un 'voyeur' y democratizó un concepto catódico que fue evolucionando desde el reflejo de la cotidianidad hasta el desfile de extravagancias.
"No tenía ni idea del fenómeno global que teníamos en nuestras manos. Cuando se nos ocurrió la idea estuvimos dos años desarrollándola y pensamos que estábamos trabajando en un formato local", explica en una entrevista Paul Römer, que junto a su hermano Bart, Patrick Scholtze y John De Mol alumbraron un fenómeno televisivo sin precedentes.
Desde entonces, el género del 'reality' empezó a copar la televisión, se inauguró el formato de programa con 24 horas de emisión y se puso a prueba la capacidad de interactuar con la audiencia de manera especialmente lucrativa.
Términos como 'confesionario' o 'nominaciones' adquirieron nuevos significados. Se crearon neologismos como 'edredoning' (sexo furtivo bajo las sábanas). Y el mundo asumió su papel de fisgón impune sin ningún tipo de pudor.
"Cuando un programa tiene algo de éxito se desencadena una espiral de audiencia 'porque todo el mundo lo ha visto' o 'todo el mundo habla de eso' o 'todo el mundo lo hace'. Es un modo de justificar nuestros comportamientos cuando no nos parecen muy adecuados o sencillamente absurdos", explica José Antonio Ruiz San Román, profesor de Sociología de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid.
Endemol, la productora que se hizo de oro con la gran idea, quiso dignificar su propuesta tomando como referencia al personaje omnipresente de '1984' de George Orwell, y combatía la polémica que causó encerrar a varias personas en una misma casa bajo vigilancia millonaria con su máscara de estudio sociológico.
"Gran Hermano es un espejo de la sociedad y en cada país los habitantes de la casa reflejan su propia cultura. Es por eso que 'Gran Hermano' siempre será relevante e interesante para los espectadores y el programa siempre estará de actualidad", sigue defendiendo Römer diez años después de aquél estreno el 16 de septiembre de 1999.
Sin embargo, Ruiz San Román desestima esta vocación antropológica. "Inicialmente se utilizó como argumento para justificar un programa arriesgado que estábamos ante un experimento sociológico. En realidad estamos y estábamos ante un programa de televisión en busca de espectadores".
"Al principio, resultó llamativo el formato. Ahora, como el formato ya no es novedoso requiere protagonistas lo más extravagantes posibles", argumenta. "Es como ir al zoo: la primera vez te llama la atención todo. Cuando has ido varias veces, necesitas ver ejemplares más exóticos para que merezca la pena mirar un rato".
Y así, si hay que hablar de interés sociológico, no habría que apuntar hacia cuestiones de convivencia o de audiencia enganchada a la intimidad ajena. "La cuestión es saber hasta dónde está dispuesto alguien a mostrarse ante una cámara", señala. Jane Goody, que luego mediatizó su muerte por cáncer, fue la expresión más radical de esta cuestión. Pero Gran Hermano ha visto pasar por sus casas de todo el mundo (67 países lo emiten hoy en día) a sacerdotes con conflictos de fe, prostitutas y 'strippers', transexuales, mujeres con enanismo que luego han realizado sesiones de fotos eróticas o disminuidos físicos.
"La selección para Gran Hermano está hecha a conciencia. Intentaron decirnos que era gente corriente: no era exactamente así. Es gente que busca descaradamente la fama o, al menos llamar la atención, por el motivo que sea. Los perfiles sociológicos de la población de los que disponemos no son los de los protagonistas de Gran Hermano. Probablemente también eso sea parte del éxito", asegura Ruiz San Román.
Efectivamente, el éxito de las primeras ediciones, que integraron a sus participantes en programas de tertulia, en portadas de revistas y en la opinión pública, han convertido 'Gran Hermano' no en un concurso por hacerse con el premio final, sino en una escuela de este 'subgénero' de famoso.
De hecho, el propio programa desembocó en el 'Gran Hermano V.I.P' en algunos países, entre ellos España, y en él, entre los participantes figuraban antiguos concursantes del Gran Hermano original pero ya convertidos en 'celebrities'.
Esta ambición fue utilizada de su manera más radical recientemente en Turquía, donde bajo el señuelo de un 'Gran Hermano' nueve mujeres fueron secuestradas durante dos meses.
Pero a pesar de los efectos colaterales, de que se han creado 'realities' buscando adelgazamiento, cirugía estética, mujeres parturientas o convictos, Römer asegura: "Estoy muy orgulloso de 'Gran Hermano' y de todas sus evoluciones. Los otros 'realities' ya no son mi responsabilidad, porque aunque 'Gran Hermano' popularizó el formato, éste existía antes de 1999".
elmundo.esMADRID.- La primera emisión de 'Gran Hermano' marcó un antes y después en la televisión hace ahora diez años, cuando convirtió al mundo en un 'voyeur' y democratizó un concepto catódico que fue evolucionando desde el reflejo de la cotidianidad hasta el desfile de extravagancias.
"No tenía ni idea del fenómeno global que teníamos en nuestras manos. Cuando se nos ocurrió la idea estuvimos dos años desarrollándola y pensamos que estábamos trabajando en un formato local", explica en una entrevista Paul Römer, que junto a su hermano Bart, Patrick Scholtze y John De Mol alumbraron un fenómeno televisivo sin precedentes.
Desde entonces, el género del 'reality' empezó a copar la televisión, se inauguró el formato de programa con 24 horas de emisión y se puso a prueba la capacidad de interactuar con la audiencia de manera especialmente lucrativa.
Términos como 'confesionario' o 'nominaciones' adquirieron nuevos significados. Se crearon neologismos como 'edredoning' (sexo furtivo bajo las sábanas). Y el mundo asumió su papel de fisgón impune sin ningún tipo de pudor.
"Cuando un programa tiene algo de éxito se desencadena una espiral de audiencia 'porque todo el mundo lo ha visto' o 'todo el mundo habla de eso' o 'todo el mundo lo hace'. Es un modo de justificar nuestros comportamientos cuando no nos parecen muy adecuados o sencillamente absurdos", explica José Antonio Ruiz San Román, profesor de Sociología de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid.
Endemol, la productora que se hizo de oro con la gran idea, quiso dignificar su propuesta tomando como referencia al personaje omnipresente de '1984' de George Orwell, y combatía la polémica que causó encerrar a varias personas en una misma casa bajo vigilancia millonaria con su máscara de estudio sociológico.
"Gran Hermano es un espejo de la sociedad y en cada país los habitantes de la casa reflejan su propia cultura. Es por eso que 'Gran Hermano' siempre será relevante e interesante para los espectadores y el programa siempre estará de actualidad", sigue defendiendo Römer diez años después de aquél estreno el 16 de septiembre de 1999.
Sin embargo, Ruiz San Román desestima esta vocación antropológica. "Inicialmente se utilizó como argumento para justificar un programa arriesgado que estábamos ante un experimento sociológico. En realidad estamos y estábamos ante un programa de televisión en busca de espectadores".
"Al principio, resultó llamativo el formato. Ahora, como el formato ya no es novedoso requiere protagonistas lo más extravagantes posibles", argumenta. "Es como ir al zoo: la primera vez te llama la atención todo. Cuando has ido varias veces, necesitas ver ejemplares más exóticos para que merezca la pena mirar un rato".
Y así, si hay que hablar de interés sociológico, no habría que apuntar hacia cuestiones de convivencia o de audiencia enganchada a la intimidad ajena. "La cuestión es saber hasta dónde está dispuesto alguien a mostrarse ante una cámara", señala. Jane Goody, que luego mediatizó su muerte por cáncer, fue la expresión más radical de esta cuestión. Pero Gran Hermano ha visto pasar por sus casas de todo el mundo (67 países lo emiten hoy en día) a sacerdotes con conflictos de fe, prostitutas y 'strippers', transexuales, mujeres con enanismo que luego han realizado sesiones de fotos eróticas o disminuidos físicos.
"La selección para Gran Hermano está hecha a conciencia. Intentaron decirnos que era gente corriente: no era exactamente así. Es gente que busca descaradamente la fama o, al menos llamar la atención, por el motivo que sea. Los perfiles sociológicos de la población de los que disponemos no son los de los protagonistas de Gran Hermano. Probablemente también eso sea parte del éxito", asegura Ruiz San Román.
Efectivamente, el éxito de las primeras ediciones, que integraron a sus participantes en programas de tertulia, en portadas de revistas y en la opinión pública, han convertido 'Gran Hermano' no en un concurso por hacerse con el premio final, sino en una escuela de este 'subgénero' de famoso.
De hecho, el propio programa desembocó en el 'Gran Hermano V.I.P' en algunos países, entre ellos España, y en él, entre los participantes figuraban antiguos concursantes del Gran Hermano original pero ya convertidos en 'celebrities'.
Esta ambición fue utilizada de su manera más radical recientemente en Turquía, donde bajo el señuelo de un 'Gran Hermano' nueve mujeres fueron secuestradas durante dos meses.
Pero a pesar de los efectos colaterales, de que se han creado 'realities' buscando adelgazamiento, cirugía estética, mujeres parturientas o convictos, Römer asegura: "Estoy muy orgulloso de 'Gran Hermano' y de todas sus evoluciones. Los otros 'realities' ya no son mi responsabilidad, porque aunque 'Gran Hermano' popularizó el formato, éste existía antes de 1999".
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