De acuerdo al Club de Corredores, cada año, un 75% más de personas participa en maratones y competencias 10k en la Ciudad de Buenos Aires. El dato corrobora lo obvio: trotar se volvió parte esencial en la vida de mucha gente. A cierta edad, luego de años de sedentarismo y abandono, el hombre abraza lo saludable como una manera de perseguir satisfacción: un impulso vital que los empuja a pelearle al deterioro que, como se sabe, tiene el tiempo de su lado.
Pero correr es una aventura individual en la que el runner está solo con su mente y su cansancio. Eso a veces puede ser desalentador. Para evitarlo, la experiencia ahora puede ser compartida. Cada vez más, grupos de atletas amateurs se juntan para trotar en conjunto. “Está comprobado que en los grupos la gente se engancha más” señala Rubén Rodríguez, profesor con quince años de experiencia en el rubro. “Quizás vas al gimnasio y sos amigo de dos personas y el profesor, pero la actividad física la hacés solo, en cambio acá se arma una comunidad”, comenta, en relación a los grupos que él comanda en Palermo.
Alumna de allí, Mirna Contreras, además de haber bajado 15 kilos “desde que comencé a correr, en 2005”, encontró un espacio de pertenencia que exorciza el mayor fantasma del corredor: la deserción. “Hacemos reuniones, comidas –siempre manteniendo la misma cultura de vida sana– e incluso participan las parejas. Es una gran familia”. agrega. Su compañera, Laura Kuchik asegura que hacerlo en equipo “es motivador, porque si corre tu amiga, querés correr con ella. Además, se arman salidas, se festejan los cumpleaños”.
En el combo de las virtudes están sus cualidades terapeúticas. “Tenía principio de osteoporosis y me enteré de que con la actividad aeróbica se podía mejorar”, cuenta Viviana Peñar (55). “La endocrinóloga me daba mucha medicación hasta que un día decidí suspenderla y empezar a correr. Cuando se lo dije me quería matar, pero después me pidió que siga corriendo porque el deterioro se detuvo e incluso se regeneró el hueso”, completa.
Como con el trote, también los rollers se abrieron a lo colectivo: hay, por ejemplo, un equipo que se junta en el Rosedal todos los martes. No es necesario saber patinar para empezar. Rodríguez cuenta que “en la tercera o cuarta clase la gente sale andando sola. Lo primero que se busca es lograr estabilidad sobre el patín y después se enseñan las maniobras para saber cómo frenar, cómo doblar, cómo ir para atrás y así progresivamente”. El grupo es variopinto, desde niños hasta cuarentones.
Pero además de los iniciados y entusiastas, también existen aquellos que buscan intensidad, gente que toma el desafío de moldear su cuerpo como una cruzada apasionante. Algunos de ellos practican el Boot Camp Fitness, una actividad que creció en los últimos años y que emula la preparación física que reciben los soldados norteamericanos. “Combina trabajo cardiovascular con ejercicios de fuerza y flexibilidad, llevando cuerpo, mente y fuerza de voluntad al límite”, explica Daniel Tangona, personal trainer especialista en la disciplina. Ese tipo de entrenamiento es el que realizó el seleccionado de rugby Los Pumas como preparación para el Mundial del 2003. La técnica utiliza elementos como cubiertas de auto, vallas, conos y sogas, y cuando se practica al aire libre incorpora “los obstáculos” naturales del ambiente como charcos de agua, barro y césped.
Si los aspirantes a atletas tienen su lugar, también lo tienen los que aspiran a mezclar las flexiones con el aprendizaje, más precisamente con el inglés. En Boot Camp BA, los profesores Katrina Peney y David Reilly dictan las clases en ese idioma, ya que esa es su lengua nativa. La mayoría de los asistentes son extranjeros y las prácticas se realizan en Palermo (Plaza Italia) y Puerto Madero. Peney cuenta que su idea prendió en la gran cantidad de extranjeros que hay en la Ciudad, que encuentran un canal de contacto con otros foráneos. “Vienen desde mujeres que quieren bajar los kilos de un embarazo hasta futbolistas que buscan mejorar su rendimiento”.
Como beneficio adicional, estas nuevas formas de entrenar resultan más convenientes para el bolsillo. Cuestan entre $100 y $150, mientras que un gimnasio sale un mínimo de $200 mensuales.
Como se ve, la oferta para mantenerse en estado ya no se reduce a calzarse un jogging y lanzarse a las calles en solitario, o encerrarse en un gimnasio. Tomada por su gente, la Ciudad se sacude con las pisadas de sus corredores.
Dónde y cuándo correr
La falta de dinero no es un impedimento para practicar este tipo de actividades, el Gobierno de la Ciudad, a través del programa Plazas Activas, ofrece clases gratuitas de Ritmos, Yoga, Gimnasia, Tae Kwon-Do, Eutonía en más de 30 plazas porteñas.
Los runners pueden sumarse al programa BAC, el cual también se desarrolla en las plazas, y consiste en un entrenamiento específico. Consultas al 4010-0300 begin_of_the_skype_highlighting 4010-0300 end_of_the_skype_highlighting (Subsecretaría de Deportes).
Para los grupos, los contactos son: Tangona Boot Camp (info@tangona.com); Neo Running Team (neotrainner@hotmail.com); Neo Roller Team (info@neotrainner.com.ar).
Lo que genera cada actividad
Bootamp Beneficios. Fortifica el aparato cardiovascular. Trabaja la fuerza, la resistencia, la coordinación y la flexibilidad. Es ideal para tonificar la sección media del cuerpo y el tren inferior.
Calorías. Es intenso, y en 90 m. se consumen entre 800 y 1.500 calorías.
clarin.com
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