Hay un fenómeno que está ocurriendo en los países desarrollados y que también se da en la ciudad de Buenos Aires: baja el número de mujeres que son madres. Hoy, 4 de cada 10 porteñas de entre 14 y 49 años no tienen hijos. Y 2 de cada 10 terminan su período fértil sin haber sido madres, según datos de la última Encuesta Anual de Hogares de la comuna. La explicación va de la mano de ciertos cambios culturales. Muchas mujeres hoy no centran su vida en criar hijos sino que eligen potenciar sus estudios y desarrollarse profesionalmente. Han caído los viejos mandatos y la realización personal ya no se basa exclusivamente en el cuidado de la descendencia sino más bien en cultivar el propio ser.
Y no hay crítica social ante esa elección .
Cifras del Observatorio de la Maternidad basadas en las sucesivas encuestas permanentes de hogares muestran que en los últimos 25 años la proporción de mujeres en edad fértil que son madres disminuyó a nivel país (del 46% en 1985 pasó al 43,9%). De todas formas, los especialistas aclaran que Argentina es un país con mil realidades diferentes. Incluso la propia ciudad de Buenos Aires tiene datos completamente antagónicos si se compara el norte y el sur. Un ejemplo: el índice de fecundidad -promedio de hijos por mujer- en la Recoleta es 1, mientras que en Lugano y Soldati trepa a 3. Como dice Ana Speranza, directora nacional de salud materno infantil: “En Buenos Aires se ven los dos extremos, mujeres que no tienen hijos porque tienen otros proyectos de vida, o que los tienen de muy grandes, incluso con tratamientos de fertilización; y por otro lado, adolescentes embarazadas, realidad que se repite y no baja”.
En 1980 el índice de fecundidad era 3,15. Hoy es 2,36. Pero en la ciudad de Buenos Aires es 1,9. En la ciudad las mujeres en edad fértil que son madres bajaron de 47,6% en 1985 a 42,9% en 2010. De hecho, el 30% de las porteñas tiene sólo un hijo . “Menos de 2 hijos por mujer. Es la única jurisdicción del país que está por debajo del nivel de reemplazo -explica Ariel Karolinski, miembro de la Alianza Argentina para la Salud de la Madre, el Recién Nacido y el Niño (Asumen)-.
Esta baja de fecundidad se explica porque las mujeres tienen hijos a mayor edad, o no tienen por la mayor inserción laboral, y por la mayor expectativa de desarrollo laboral y profesional ”. Pero insiste con la polarización. “Este fenómeno de no madres o madres añosas se contrapone con el embarazo adolescente. Lo mismo ocurre a nivel país. Hay mejoras sanitarias, más desarrollo social, educativo y acceso a métodos anticonceptivos, pero la primera causa de mortalidad materna siguen siendo los abortos inseguros”.
“La disminución del número de hijos se debe a múltiples factores: la mayor escolaridad, el acceso a la información, el uso de métodos anticonceptivos, y el interés de las mujeres en desarrollar sus vidas profesionales y completar su educación -dice Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para el Estudio y la Investigación de la Mujer (FEIM)- pero en los sectores carenciados social y económicamente esto no es así. Las chicas alcanzan menos niveles educacionales, tienen menos posibilidades de desarrollo personal y para muchas la maternidad es la forma de tener identidad y lograr un reconocimiento en su grupo social y familiar. En ellas el mandato social de la maternidad es muy fuerte”.
“ La maternidad es opcional y elegida, en contraposición a un mandato social impuesto, como era antiguamente . Esto ocurre por la evolución respecto a la contracepción. Pero no se da en grupos sociales vulnerables, sin acceso a información, a métodos anticonceptivos y sin libertad de elección”, dice Carina Lupica, del Observatorio de la Maternidad. También habla y da cifras sobre el corrimiento de la maternidad. En 1984 las madres tenían su primer hijo a los 27 años; en 2010, a los 29. Y las porteñas a los 31,4. Esto varía según el nivel educativo: las universitarias tienen su primer hijo a los 32,2 años y las de primario incompleto a los 25. “Hoy las mujeres no centran su proyecto de vida exclusivamente en la maternidad sino que la combinan con otros”.
Libertad de elección sin cuestionamientos. El avance es maravilloso. Pero, como bien dice Bianco: “Lo preocupante es como también en esto ahora nuestra sociedad está polarizada o partida en dos sectores muy diferenciados”.
Libertades
El rol de la mujer y sus mandatos culturales han sido el hilo que enhebró miles de historias memorables de la literatura de todos los tiempos. En “Mujeres de ojos grandes” Angeles Mastretta supo contar la vida de distintas jóvenes educadas para el matrimonio, pero a la vez con una sabiduría femenina anterior a toda revolución emancipadora. Rosa Montero imaginó en “Historia del Rey Transparente” un insólito viaje a la Edad Media para darle vida a una campesina que desnuda a un guerrero muerto en un campo de batalla y se viste con sus ropas de hierro para protegerse bajo un disfraz viril. Esa mujer que nació sierva y sin embargo es libre resume tal vez la lucha contra los mandatos culturales que atravesó varias generaciones. Victoria Ocampo –sin hijos– fue una de las pioneras argentinas en la búsqueda de esa libertad. Cuando murió, Borges la despidió: “En un país y en una época en que las mujeres eran genéricas, ella tuvo el valor de ser un individuo”.
Los deseos propios, nuevo ideal de vida
La maternidad como opción constituye una alternativa vital novedosa para las mujeres, que puede considerarse característica de la Post Modernidad. Las culturas post modernas se caracterizan por un proceso creciente de individuación, que implica un respeto hacia la diversidad. En períodos históricos, o en regiones donde la presión hacia la conformidad con las regulaciones colectivas ha sido o es aún marcada, los sujetos deben ajustarse a lo que se considera adecuado para su sexo, su condición social o edad. En Occidente, en la actualidad, el deseo aspira a ser el criterio soberano para asignar legitimidad a las conductas. En un universo secularizado y desencantado, la realización de los propios deseos es un nuevo ideal de vida. Las mujeres atraviesan un proceso de rebelión respecto de los imperativos tradicionales para el género femenino. La maternidad como ideal y como misión en la vida implicó la obligatoriedad del altruismo y, en muchos casos, la auto postergación. Hoy es posible, para mujeres que disponen de otras fuentes de satisfacción personal vinculadas con el estudio, el trabajo, el prestigio y el dinero, reflexionar si realmente desean dedicar el tiempo y el esfuerzo que requiere la crianza de hijos. Algunas responden de forma negativa a este interrogante, y este rehusamiento ya no es motivo de escándalo, sobre todo en países desarrollados. Desde la perspectiva de los derechos individuales, este avance implica, sin embargo, nuevos problemas. En Europa, merced al auge de las migraciones internacionales, los individualizados ciudadanos del Primer Mundo conviven con poblaciones menos modernizadas, que mantienen patrones demográficos pre modernos y por ese motivo, amenazan con modificar la composición étnica y la cultura de las naciones que los albergan. Pero este problema no se zanja por un retroceso en los avances logrados en equidad entre los géneros.
CLARIN.COM
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