Toda persona alguna vez notó que al tener hambre comidas que en general parecen inapetentes se empiezan a desear con más entusiasmo y parecen más interesantes de lo que parecían en otros momentos. Para una investigación hecha en conjunto por la Universidad de Yale y la Universidad de Carolina del Sur se realizó un estudio y se encontró evidencia al nivel de la actividad cerebral que verifica y explica por qué sucede esto.
Para la investigación se decidió manipular la sensación de hambre alterando el nivel de glucosa que tenían las personas. De esa forma, aquellos que al momento de la prueba eran analizados con niveles normales no sentirían tanta hambre como quienes tenían la glucosa más baja. En ambos casos, se realizó una prueba de resonancia magnética luego de que las personas coman algo para que en ningún caso las sensaciones sean extremas y se parezcan más a la realidad.
Al momento de realizar la resonancia magnética se le mostraban a las personas distintas imágenes donde aparecían comidas y todo tipo de objetos, y luego de analizar los datos obtenidos sobre el estudio de los pacientes encontraron que en quienes no tenían hambre se activan zonas cerebrales vinculadas a la lógica y el control, mientras que en quienes tenían más hambre las zonas donde predominaba la actividad estaban vinculadas a la impulsividad, la motivación, las recompensas y las adicciones.
La muestra del estudio además consideraba personas de distinto peso y comprobaron que la respuesta varía significativamente siendo que en obesos, más allá del nivel de glucosa, la reacción es siempre más cercana a la de los grupos hambrientos. Según los investigadores, tanto en un caso como en otro, la explicación de por qué todo parece más rico cuando se tiene hambre, estaría vinculada a que en esos momentos la reacción cerebral ante los estímulos activa zonas más cercanas a las reacciones de supervivencia, que dejan de lado los distintos mecanismos de control que tiene el organismo.
via Healthland
cukmi.com
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