Las barras de cereal no son tan sanas: tienen grasas trans y pocas proteínas
No todo lo que reluce es salud en el mundo de las barritas de cereal argentinas. Un análisis sorpresivo realizado por expertos del Instituto Nacional de Tecnología Industrial, y al que PERFIL tuvo acceso exclusivo, demostró serias falencias en buena parte de los 28 productos analizados de 10 distintas marcas.
Casi la mitad mostraron tener grasas trans que aumentan el colesterol, y un porcentaje similar no cumple con los debidos requisitos microbiológicos, es decir, poseen bacterias que pueden causar enfermedades.
Además, salvo en un caso, no coincidió lo declarado en la etiqueta con lo que realmente tienen, incluso con la habitual tolerancia de más/menos el 20% (por tratarse de un producto sujeto a variabilidades en su composición). Por si fuera poco, tienen entre el 30 y el 70% menos de proteínas que las que deberían.
El análisis fue sorpresivo porque no se les pidió el producto a las empresas, sino que fue comprado en distintos supermercados.
El estudio es eminentemente informativo y busca que los consumidores no crean que las barras son tan saludables como se publicita, que sepan que no necesariamente ayudan a adelgazar y que de ningún modo pueden suplantar a las comidas; y que incluso en algunos casos pueden provocar enfermedades estomacales por las presencia de bacterias.
Según recalcan los responsables, el informe no persigue afán sancionatorio, ya que no es su competencia primaria, aunque sí está pensado como una forma de colaborar con los organismos de control. De todos modos, se encarga de advertir: “Las personas con patologías relacionadas con el consumo de determinados alimentos, como por ejemplo diabetes, deben consumirlas con prudencia y consultar con un nutricionista acerca de lo más conveniente para su caso”. Y resumen: “Las barritas de cereal no tienen un aporte proteico relevante y (sólo) el 30% de ellas tiene un buen nivel de fibra alimentaria”.
Ficha. Los productos analizados fueron adquiridos entre marzo y abril en supermercados de Buenos Aires y Gran Buenos Aires, Chubut y Córdoba. Pese al boom de consumo de los últimos diez años, que se verifica en la notable variedad de gustos a la que se puede acceder en los quioscos nacionales, la barrita de cereal no está definida como tal dentro del código alimentario argentino. Por tal motivo, los técnicos del INTI decidieron usar normas brasileñas y de los Estados Unidos.
Según recalca el propio Programa de Desempeño de Productos del INTI, los estudios se hacen como modo de informar al público acerca de las características “reales” de los productos (algo así como una foto), algo que las empresas descuidan en desmedro de la publicidad.
Negativos. En doce casos, las bacterias encontradas en los ensayos del INTI fueron aerobios mesófilos; en dos casos, Bacillus ceurus y en uno, exceso de hongos y levaduras; todos microorganismos que puede producir toxinas y daños en algunos organismos humanos.
No obstante, no hubo casos de las también peligrosas Escherichia coli y Salmonella. En uno de los intercambios con las empresas productoras de las barritas, el INTI señala que el Bacillus ceurus es un microorganismo patógeno y “teniendo en cuenta que este alimento puede ser consumido por personas de distintas edades se convierte en un alimentos riesgoso para algunas de ellas”.
Respecto de la legibilidad de las etiquetas con información al consumidor, el informe se queja de problemas en calidad de impresión, cuerpo tipográfico, organización y ubicación de la información. Sin embargo, rescata que la muestra de Cereal mix yoghurt frutilla es la única con valores coincidentes entre lo que declara su envoltorio y su contenido observado en el laboratorio.
Argumentos. Antes de la publicación oficial –será mañana–las empresas productoras recibieron una copia del estudio e hicieron sus descargos.
Un par de ellas (Grandiet y General Mills Argentina) pidieron que su nombre no fuera publicado, y la misma General Mills recurrió a una argumentación de tipo leguleya contra las habituales realizadas por ingenieros y técnicos en alimentos; en tanto que dos (la misma Grandiet y Bagley) informaron que están en proceso de modificar su planta de producción para evitar deficiencias higiénicas.
Por las normas del INTI, en un primer momento, se dan a conocer las marcas y productos, pero la información se codifica a los noventa días, como sucedió con las anteriores 14 pruebas de productos (en la última, sobre salchichas, se descubrió que tienen un porcentaje alto de soja, del cual deberían informar).
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