Para qué pagar por un hotel si alguien puede prestar su sillón ? ¿Para qué invertir en una perforadora si sólo necesito el agujero en la pared? ¿Por qué comprar una camisa si hay alguien a quien le sobra una ? Prestar, alquilar, intercambiar han existido desde el que el hombre comenzó a tener más de lo que necesitaba. Pero en un mundo en que el consumo avanza sin freno , muchos de los que prestan, alquilan o intercambian empezaron a organizarse y hacen que el simple hecho de darle al primito los autitos que ya no se usan se convierta en un verdadero acto de militancia .
“Consumo colaborativo” es el nombre que agrupa a las distintas variantes de esta nueva forma de consumir . Un ejemplo: la red coach surfing agrupa gente de todo el mundo que busca alojamiento gratis. La idea es simple, ofrecer el sillón – coach – para viajeros anónimos, gesto que será devuelto en las próximas vacaciones . Para garantizar que un ladrón no termine compartiendo la cena la red tiene un sistema de calificación de los usuarios similar a los de cualquier sitio de compra-venta que existen en Internet.
En el mundo, existen más de tres millones de usuarios y en Argentina suman 46 mil . No todos ellos viajan ni reciben invitados pero sí integran la comunidad. En Europa, Ecomodo ofrece a sus usuarios la posibilidad de ofrecer y pedir objetos .
El objetivo en todos los casos es sacarle el jugo a lo que ya se tiene o conseguir lo que hace falta sin entrar dentro del circuito comercial, porque estos militantes del consumo colaborativo están lejos de plantear una vida austera . Lo que buscan es ganarle la pulseada a la sociedad de consumo pero desde adentro .
La socióloga norteamericana Rachel Botsman fue quien ideó el concepto en su libro What’s Mine is Yours: The Rise of Collaborative Consumption (“Lo que es mío es tuyo: el crecimiento del consumo colaborativo”). Allí, sostiene: “El consumo colaborativo modifica la forma en que hacemos negocios y reinventamos no sólo lo que consumimos, sino también la forma en que consumimos”.
La máxima viene recolectando seguidores en Estados Unidos y en Europa donde, gracias a Internet, cada vez surgen más redes de estos consumidores alternativos. En Zipcar, por ejemplo, se puede alquilar un auto por sólo quince minutos . El sistema ya tiene una filial en Brasil, Zazcar.
En Argentina, la movida recién está comenzando pero los fanáticos se van multiplicando . Desde hace más de un año, Ariel Rodríguez Bosio organiza una Gratiferia : la gente va, deja lo que no usa, y los que necesitan se lo llevan sin más vueltas. Hay ropa, libros, discos y hasta algún electrodoméstico. La única condición es que todo esté limpio y en buen estado.
“Es un espacio para sanar nuestra ilusión de escasez ”, cuenta Ariel en la esquina de Ibarrola y José León Suárez. En medio del barrio boliviano, él y sus amigos instalaron un perchero y una manta donde ofrecen sus cosas a quien las quiera . René acaba de llegar de Bolivia. Es albañil y vive en una pensión. Pasó de casualidad. Relojea una campera. Le gusta. Ya la tiene en las manos pero sigue esperando que es lo que vendrá a cambio.
“Vamos, llévesela” , lo anima Ariel, y con cara de no entender mucho, René desaparece entre la multitud con su abrigo.
¿Y por que no llevar lo que ya no se usa a la parroquia del barrio? Ariel responde: “Porque el asistencialismo no nos hace libre. En muchos lugares se vende la ropa para utilizarla en otras cosas y nosotros lo que queremos es que no haya intercambio de dinero. A la gente le cuesta entender de qué se trata pero eso sólo habla de nuestra incapacidad de dar y recibir amor ”.
La Gratiferia – que en Liniers funciona un sábado al mes – también se organiza en el Parque Centenario, y en el interior del país en Mercedes, Santa Fe y Tandil.
Además, en Facebook existe “Alguien tiene ... yo tengo”. Aunque un poco caótico, este grupo tiene 1.032 seguidores que intercambian favores . Una chica desesperada pide ayuda para hacer un disfraz de zombie pero “con toque sexy”. Otro ofrece clases gratis de matemática y hay quien regala un home teather que no usa más. Gatos, un sillón, auriculares para el celular, un receta de limpia vidrios ecológico. La lista es infinita .
La revista Time acaba de elegir el “consumo colaborativo” de Botsman como una de las diez ideas que van a cambiar el mundo.
“Es una fuerza cultural y económica que está transformando los negocios, el consumo y la forma en que nosotros vivimos ”, sostiene esta socióloga con doctorado en Harvard, que ahora vive en Australia. Botsman asegura que ella no inventó nada , que sólo se dedicó a estudiar los cientos de ejemplos que se están multiplicando alrededor del mundo.
El sitio Super Marmite permite a quien esté cocinando algo rico compartirlo con otros. Sí, una sabrosa torta de chocolate para ofrecer a un desconocido por el simple hecho de compartir. Street Bank se creó después de que Sam Stevens se dio cuenta del despropósito que significaba que todos los vecinos de su cuadra tuvieran una máquina de cortar pasto . La oferta es variada, pero todos tienen algo en común: la confianza en el otro y el deseo de creer que se puede consumir sin gastar .
Tres sistemas
El concepto de consumo colaborativo fue elegido por la revista estadounidense Time como una de las 10 ideas que cambiarán el mundo.
Lo expusieron Rachel Botsman y Rogers Roo en el libro “Lo que es mío es tuyo: el crecimiento del consumo colaborativo” (2010). Botsman encuentra tres claros sistemas de consumo colaborativo que “permiten a la gente compartir recursos sin sacrificar sus estilos de vida o sus preciadas libertades personales”.
Redistribución. Se dan cuando se toma un artículo usado, que tenía dueño, y pasa de un lugar donde no es necesario a otro lugar, o a alguien, donde sí lo es. Se conocen cada vez más como las cinco R: reducir, recusar, reciclar, reparar, y redistribuir. Estiran el ciclo de vida de un producto y por ende reducen el derroche.
Vida colaborativa. Es decir, el intercambio de recursos como dinero, habilidades y tiempo. Un ejemplo: Landshare (www.landshare.net), que funciona en Gran Bretaña y une a alguien que tiene espacio de sobra en su jardín con otra persona, futuro agricultor, para que cultiven juntos.
Servicio de producto. Pagar por el beneficio del producto sin necesidad de poseerlo. Esta idea, dice Botsman, es de gran importancia en cosas con alta capacidad para entretener. Y puede abarcar desde artículos para bebés, artículos de moda y un largo etcétera.
clarin.com
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