jueves, 28 de octubre de 2010

Atacar al cáncer de mama con partículas de oro

Vencer al cáncer pasa por derrotar a las células madre tumorales, que son especialmente hábiles para eludir el efecto tóxico de las terapias y logran sobrevivir durante años dando lugar a recaídas. El calor es uno de sus principales enemigos pero aumentar su temperatura de forma eficaz y localizada no es una tarea fácil. En esta importante misión, el oro podría representar un papel determinante.
Varios de los centros de investigación más prestigiosos del mundo se han interesado por el valor de las nanopartículas de oro. Tanto en el Instituto Tecnológico de Massachusetts como el Instituto Médico Howard Hughes (ambos en EEUU) han trabajado en esta vía. El último estudio con el preciado metal lo han desarrollado en el Baylor College of Medicine de Houston (también en EEUU) y aparece esta semana en la revista 'Science Translational Medicine'.
El objetivo del experimento, y donde reside realmente el valor terapéutico de esta técnica, era mejorar la hipertermia. Este concepto de aumentar la temperatura de las células tumorales ha demostrado en numerosos ensayos ser útil para destruirlas, ya que las hace más sensibles a la radioterapia. El problema, que ha llevado al abandono paulatino de esta estrategia útil a priori, es la dificultad para llevar ese calor directamente y con rapidez a las células cancerígenas. Y ahí es donde aparece el oro, especialmente atractivo debido a su baja toxicidad.
El equipo de Houston, dirigido por Rachel Atkinson, especialista en Biología Translacional y Medicina Molecular, ha empleado partículas microscópicas de sílice recubiertas con una finísima capa de oro para calentar tumores de mama. Estas nanocápsulas fueron diseñadas para absorber luz del espectro infrarrojo cercano, que no es visible y es capaz de penetrar los tejidos.
Utilizando ratones con tumores de mama similares a los humanos o con injertos extraídos directamente de pacientes, Atkinson y sus colegas pusieron en práctica su protocolo de tratamiento y compararon su eficacia con la de una terapia por radiación común.
Los roedores recibieron una inyección de nanocápsulas en el tumor. Éstas se distribuyen de forma uniforme a través de sus vasos sanguíneos y se filtran a través de unos pequeños poros para alojarse junto a las células. Un día después, se les administró una dosis de radioterapia seguida de 20 minutos de láser que "lo calentó de forma precisa gracias a las partículas", explica la investigadora.
El aumento de temperatura hasta los 42 grados centígrados, hizo que las células madre cancerígenas se volvieran más sensibles a la radiación. "El tumor tuvo una reacción multifactorial", indica Atkins. Por un lado, la respuesta de estas células para reparar el daño del ADN quedó comprometida, pero también sufrieron alteraciones el microambiente y las proteínas encargadas de proteger a la célula frente al aumento de la temperatura. Estos cambios las hicieron más vulnerables, "permitiendo una disminución del volumen del tumor sin que se reactivaran las células madre", añade.
Los tumores tratados sólo con radiación disminuyeron mucho menos y el 'efecto rebote' de las células madre fue dramático. "Al trasplantar el tejido tumoral superviviente a ambos tratamientos, vimos que las células sometidas a radioterapia formaban tumores mucho más agresivos que las otras", subraya Atkins en una videoentrevista.
Esta técnica se encuentra ya en un ensayo tipo I para tratar tumores de cabeza y cuello aunque "para alcanzar estructuras más profundas habrá que desarrollar más herramientas", apunta la autora. A la luz de estos resultados, podría empezar a usarse también en los carcinomas de mama, que afectan cada día a 44 mujeres en España y miles en todo el mundo, muchas de las cuales sufrirán una recaída causada por las células madre que sobreviven a los tratamientos convencionales.
elmundo.es

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