Por Josefina Licitra
lanacion.com
Algún tiempo atrás, mi hijo de cinco años se acercó con gesto de reproche.
-Mami -dijo-, ¿por qué nunca me compraste malvaviscos?
El se llama Joaquín. Yo nunca supe qué era un malvavisco.
-Porque acá no hay malvaviscos -fue la respuesta-. Los malvaviscos son una cosa que se come en Estados Unidos.
Joaquín se quedó pensando uno, dos, tres segundos.
-Entonces vamos a Estados Unidos -concluyó-. Vamos a Estados Unidos YA.
Fue entonces -recién entonces- cuando intuí que no era necesario viajar a ningún lado. Que las palabras, los lugares y todos los malvaviscos de la Tierra ya vivían en nosotros, o al menos en el planeta fértil y permeable que es la infancia: una patria de niños menores de doce años que está atravesada por las marcas de la televisión, Internet, el cine, la música y hasta los espectáculos de teatro globalizados (donde en plena avenida Corrientes los personajes hablan de "tú"), y que ha construido una legalidad sobre la base de la presencia todopoderosa de esos consumos culturales.
Un estudio de la encuestadora Markwald, La Madrid y Asociados lo dice de un modo más convincente: puestos a mencionar a su personaje favorito, el 97% de los chicos entre 6 y 11 años nombra figuras de la televisión (a la cabeza está Ben 10, seguido por Bart Simpson y Homero Simpson). Además, el 74% identifica un músico con categoría de "preferido" (en primer lugar está Daddy Yankee, luego los Jonas Brothers y en tercer lugar Hannah Montana); y el 29% es un gran consumidor de televisión (mientras que el 15% lo es de libros).
Sin embargo, ninguno de estos números alcanza para traducir el mundo complejo y fantasmal de la "cultura infantil". No hay cifra que explique qué leyes lo rigen ni qué reyes lo reinan, ni -sobre todo- que indique dónde están las fisuras que permiten que en ese mapa de calles inmensas también haya vías paralelas, ríos angostos, formas distintas de llegar a un destino que siempre termina siendo el mismo: el fin de la infancia.
"Hoy las identidades infantiles están atravesadas por los consumos globalizados, y eso incluso se nota en el lenguaje: algunos chicos dicen ´cállate´, ´olvídate´, ´pastel´, de ahí que empiece a volverse imprescindible ampliarles el repertorio cultural", explica Cielo Salviolo, directora de la señal Paka Paka, un proyecto audiovisual que empezó como un segmento para niños del Canal Encuentro y terminó convirtiéndose -a mediados de septiembre- en la primera señal infantil 24 horas pensada exclusivamente para un público argentino.
Mientras Ben 10 usa su reloj omnitrix para transformarse en Cuatrobrazos y luchar contra el malvado Vilgax; mientras cada una de sus mutaciones -gracias al reloj, Ben se convierte en diez superhéroes distintos- cotiza en la Bolsa (las ventas de licencias de Ben 10 superan los 100 millones de dólares anuales); mientras Ben -en síntesis- se transforma en Cuatrobrazos con el único fin de juntar el dinero a cuatro manos, Paka Paka muestra cosas como éstas: un puñado de niños con delantal a cuadritos, jugando a ser caballos y avanzando a gatas por una calle de tierra; otro grupo de chicos bailando el tema "No pares" junto con la banda de rock Karamelo Santo; un nene cualquiera en una provincia cualquiera, contando cómo son sus días: qué hace cuando vuelve de la escuela, cómo y cuánto ayuda a su mamá, a qué juega con sus amigos, adónde va a comprar el pan; y criaturas de todo el país, de cara a la cámara, explicando -por ejemplo- qué significa para ellos el silencio.
Lo que se ve es un canal que -a diferencia de las señales internacionales- pone niños en pantalla. Niños de Ushuaia a La Quiaca. "La pantalla debe tener diversidad de chicos -explica Salviolo-. No es lo mismo ser chico en la ciudad de Buenos Aires que en Salta, aun cuando en ambos lados sepan quién es Ben 10 y aun cuando la televisión tienda a homogeneizarlos."
Alto consumo
A excepción de Paka Paka , Piñón Fijo (Canal 13), Barney (Canal 9), Zack y Cody: gemelos en acción (Disney Channel), Hi-Fi (Discovery Kids), Plaza Sésamo (DK), Buena Suerte, Charlie (Disney XD) y los Naked Brothers Band (Nickelodeon), el resto de la oferta de aire y cable incluye versiones incorpóreas de la infancia.
Los chicos sólo aparecen en pantalla -en su versión en carne y hueso- cuando llega la tanda comercial. ¿La razón? Desde hace más de una década, el marketing descubrió que los niños de ocho a trece años (denominados "tweens" porque están between -entre- la infancia y la adolescencia) definen el 43% de la agenda de consumo de toda una familia, y por ende de la sociedad. Ese dato fue suficiente para que los canales decidieran incluir el cuerpo de los niños, ya que no en la grilla de programación -como sujetos culturales-, al menos en los segmentos de venta, como sujetos comerciales.
Por este tipo de desplazamientos, el psicoanalista y psiquiatra Juan Vasen, autor del libro ¿Post-mocositos? -que analiza cómo el marketing interviene en la construcción de la infancia-, sostiene que ahora los niños son educados como consumidores más que como ciudadanos. Y que eso trae consecuencias. Si un niño de dieciocho meses es capaz de reconocer logos comerciales -como afirma el gurú del marketing James McNeal-, y a los dos años puede pedir productos por su marca, y a los tres ya tararea un jingle , y a los cuatro patalea en la puerta de McDonald´s reclamando su derecho a la Cajita Feliz, todo hace pensar que la subjetividad ya no sólo queda marcada por las voces familiares, sino también por las góndolas. "El espacio imaginario y cultural de los chicos ha sido colonizado por Barbies, Teletubbies, Power Rangers y Floricientas, en firme alianza con Danoninos y Big Macs -subraya Vasen-. De ahí que las marcas hoy sean las palabras centrales del lenguaje de la infancia. Eso termina en una colonización cultural que, en algunos extremos, se convierte en alienación pues hay niños que funcionan cono ecos de los personajes: hablan como ellos, pero sin poder apropiarse de lo que dicen."
Lo que Vasen dice es que Joaquín y sus malvaviscos son apenas un trazo en el paisaje. Quizá sea cierto. Entre los amigos de Joaquín, hay uno que suele hablar de "tú" ("¿Está tu mami?", pregunté hace algunos días. "Sí, está mi mami, ¿pero tú quién eres?", respondió); otra que en su cumpleaños convidó a los invitados con "un rico pastel" ("torta", corrigió su madre; "no: ¡pastel!", gritó la chiquita); y una criatura que, tras escucharnos a su madre y a mí conversar en una esquina, arremetió con un "creo que si siguen hablando tendré que patearles el trasero".
Pastel, trasero y malvavisco. Parece el nombre de un trío de cómicos, pero Antoaneta Madjarova -coordinadora del área "Títeres y Espectáculos Para Chicos" del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini- se lo toma con menos humor. Para Madjarova, estas palabras son mojones dentro de una "batalla cultural" que debe ser peleada con armas artesanales. "El Centro es un lugar de resistencia cultural contra el arte globalizado -resume- y lo bueno es que esta batalla nos encuentra ubicados en un espacio estratégico."
El CCC está emplazado en plena avenida Corrientes, a metros de los teatros donde -para seguir con el mismo campo semántico- se detonan los fenómenos infantiles como Casi Ángeles o El Hombre Araña . En una de sus salas -llamada Solidaridad-, los fines de semana se presenta Fokus Bokus , un espectáculo de circo y teatro negro acompañado por música clásica, jazz, folklore ruso y música electrónica. Nada de "pastel", "trasero" y "malvavisco": las palabras de Fokus Bokus son "fraternidad", "moralidad" y "honestidad", un trío conceptual que podría dormir instantáneamente a cualquier chico, pero que sin embargo se comporta de un modo bello y dinámico sobre el escenario. "Frente al arte infantil, que se convirtió en un gran negocio, nosotros preferimos ir por un camino más lento", explica Madjarova.
Fokus Bokus suele trabajar a sala llena. Esto significa que 240 chicos ven la obra los fines de semana, sin contar que de lunes a viernes -en el marco del proyecto Arte en la Escuela- también concurren alumnos de distintas instituciones educativas, principalmente de zonas económicamente diezmadas. "En los casos de escuelas carenciadas, los nenes no sólo vienen con los docentes: vienen con el papá, la mamá, la familia entera", cuenta Madjarova. Y agrega que, en muchas oportunidades, ésa incluso es la primera vez que los padres de los chicos pisan un teatro. "Hasta entonces, el único consumo accesible para ellos había sido el que salía de la televisión, pero, cuando ven una obra, padres e hijos quedan fascinados -cuenta Madjarova-. Lo importante es formar a los chicos para que tengan un criterio para elegir después. La idea es que ellos sepan que ambas cosas existen."
Magdalena Fleitas, música, cantantautora, directora del jardín de infantes Risas de la Tierra, coincide. En algunas cosas, coincide. "Para mí no hay que resistir, sino integrar -distingue-. Armar batallas polarizadas diciendo ´esto es malo´ y ´esto es bueno´ termina siendo un problema, porque los nenes llegan al jardín con un bagaje que no podemos negar. Mientras se trabajan melodías más sutiles, más ligadas a las tradiciones del folklore originario, perfectamente se puede bailar una canción de moda."
La de Casi Ángeles , la de Niní , la de Daiana Arroz, la de Naruto, la de Serenito, la de Hannah Montana . Todas las canciones tienen lugar en el mundo de Fleitas. Porque todas son, a su modo, una voz que habla. "Hay un momento para cada música y para cada juego -explica-. A veces, las propuestas alternativas son extremadamente sutiles y dejan afuera un aspecto humano más relacionado con el arquetipo del guerrero, o con la idea de ´persecución´... y eso debe aparecer también. Siempre que el producto no esté pensado sólo para hacer plata. Una cosa es ver el camino de un héroe que se transforma a sí mismo mientras vive su aventura, y otra es ver a uno que se lo pasa a los tiros con cualquiera que se le cruce".
Quién dijo que es fácil
Hay un nene disfrazado de Hombre Araña sentado en la butaca de un teatro. Tiene la capucha en la mano, los ojos infinitos, la mandíbula floja.
Sepan entender: vienen pasando muchas cosas.
En una hora y media de El Hombre Araña, Acción y Aventura , un hombre con brazos de pulpo quedó expuesto a reacciones magnéticas; tres tipos colgaron de un puente que se rompió en vivo y en directo; un monstruo llamado Misterio dijo: "Ahora verás, Hombre Araña, por todos los días que estuve en prisión" y después quiso matarlo pero perdió; tres villanos llamados Electro, Hombre de Arena y El Rinoceronte también perdieron; el Hombre Araña saltó en una cama elástica, colgó de los arneses, voló por los cielos del teatro y peleó con cuatro gorilas humanos en un ring de catch ; tres policías se batieron a tiros con un puñado de ladrones que terminaron envueltos en telaraña; Linterna Verde llegó volando y se llevó a Mary Jane; y Peter Parker dijo: "Mi sentido arácnido me dice que hay un peligro cerca", y luego se calzó la máscara y salió por la ventana.
Lo dicho: vienen pasando muchas cosas. Pero todas pueden resumirse en ésta:
-Viste que existía -dice el nene en su butaca.
Y esa línea es suficiente para que todas las teorías binarias que separan el Bien del Mal y lo global de lo local terminen en el más profundo de los inframundos. Ya lo dice a su modo -y en su área- Cecilia Criscuolo, encargada editorial de Alfaguara Infantil: el mayor peligro no es el arte global, sino las miradas maniqueas. "En el caso de los libros, se cree que tienen de enemigo íntimo a Internet, y no es así -aclara-. Hoy sería una ingenuidad dedicarte al público infantil y negarte a los avances tecnológicos; los chicos pasan horas enteras frente a la computadora."
De acuerdo con el relevo de Markwald, La Madrid y Asociados (llamado "Informe Kiddo´s"), los chicos están expuestos a los libros casi tanto como a Internet: un 54% frente a un 64%, respectivamente. Y esta realidad lleva a las editoriales a replantearse las formas de diálogo con sus lectores más chicos. Un caso emblemático -en el terreno de las revistas- podría ser el de Billiken , la publicación infantil de habla hispana más antigua de la Argentina.
Billiken nació en 1919 para apuntalar a los alumnos de escuela primaria. El problema es que, si bien hubo variaciones y actualizaciones a lo largo de las décadas, la sobreoferta de productos semanales para chicos -desde la revista de Teen Angels hasta las de historietas de Bakugan , pasando por la aparición de Genios - obligó a Billiken a dar un timonazo. Si quería sobrevivir, tenía que cambiar en profundidad. Así que agilizaron la diagramación, fraccionaron los textos, agregaron una sección de filosofía y otra de ecología, dinamizaron la Web con juegos y encuestas (por ejemplo: "¿Cuál es tu villano favorito de 100% Lucha ?") y convocaron a Natalia Méndez, editora de cuentos en Norma, quien a su vez convocó a autores como Patricia Suárez y Claudia Piñeiro.
"Hasta hace unos años, Billiken era como una maestra que les pegaba en los dedos a los chicos, y lo que hicimos fue presentar una maestra compinche", resume su director, Gonzalo Abascal. Mal no les fue: ahora Billiken está a la par de Genios , su mayor competidor en el universo de las "revistas pedagógicas".
En el caso de Alfaguara Infantil, la actualización de contenidos se dio, entre otras estrategias, mediante la edición de títulos que luego se relacionaran con espacios multimedia. Tal es el caso de Los siete nombres (de Clara Levin) y El túnel de los pájaros muertos (de Marcelo Birmajer): ambos libros tienen su propia página web, donde hay -entre otras cosas- entrevistas a los autores, wallpapers y videos con las posibles locaciones donde transcurren las historias.
"La literatura infantil y juvenil siempre estuvo un poco asociada a lo pedagógico, a las miradas más moralizantes; pero hoy el concepto es otro. No se busca que los chicos ´aprendan´, sino que simplemente lean diferentes géneros dentro de la literatura -dice Criscuolo-. Hay que tener en cuenta que hoy los chicos llegan a los libros con un bagaje de información que viene de otro lado. Ya leyeron muchas cosas en otros soportes, principalmente en las pantallas."
Los chicos lectores son chicos temibles. Chicos que, llegado el caso, pueden deshacerse de un libro aburrido porque no hay chico que lea -a diferencia de un adulto- "lo que hay que leer". Los chicos lectores han hecho temblar a autores como Arturo Pérez-Reverte y Mario Vargas Llosa: cuando ambos escritores pusieron un pie en la literatura infantil -dentro de un proyecto que llegará el año próximo a la Argentina-, se dieron cuenta de que la cosa no sería fácil, más bien lo contrario: era espantosamente delicada. "Todos los autores coinciden en que el público más complicado es el infantil y juvenil, porque no son políticamente correctos -explica Criscuolo-. Si algo no les gusta, te lo hacen saber inmediatamente. En general se los subestima porque uno cree que es fácil, pero el idioma de los chicos es otro, uno tiene que acercarse a ellos y si no les gusta no va a haber respeto."
El escritor y cantautor Luis Pescetti sabe a qué se refiere Criscuolo cuando habla de respeto. A pesar de ser uno de los artistas que mejor modulan los mensajes dirigidos a los chicos; a pesar de que sus libros son un fenómeno editorial en toda América latina, Pescetti encuentra, cada tanto, en su página web, mensajes como éste: "POR FAVOR que el autor no escriba libros TAN LARGOS. ¡Alguien se lo tiene que decir! ¡250 páginas a lo mucho! Si el autor todavía está vivo, ¡que alguien se lo diga!"
Entonces, lo dicho: quién creyó que era fácil. Quién fue el adulto tan ingenuo.
© LA NACION
EL CONSUMO EN NUMEROS
El 100% de los niños está expuesto a la televisión
El 54% a la radio
El 64% a Internet
El 46% a revistas de historietas
El 54% a libros
El 55% a revistas infantiles no de historietas
El 34% a diarios
El 29% tiene una alta exposición a la televisión (más de 30 horas por semana)
El 32% a la radio
El 41% a internet
El 9% a revistas de historietas
El 15% a libros
El 7% a revistas infantiles no de historietas
El 10% a diarios
El 39% compró o le compraron un CD en el último mes
El 31% alquiló o le alquilaron una película en DVD en el último mes
El 63% compró o le compraron una película en DVD en el último mes
El 23% fue al cine en el último mes
Cuando se les pregunta cuáles son los tres personajes favoritos:
El 97% menciona personajes de la televisión
De ellos:
El 18% menciona a Ben 10
El 17% a Bart Simpson
y el 15% a Homero Simpson
El 74% tiene una banda o cantante favorito
El 36% elige a Daddy Yankee, seguido por los Jonas Brothers ( 10% ) y Hannah Montana ( 8% )
El 40% tiene un deportista favorito.
De ellos, el 25% menciona a Lionel Messi, el 14% a Martín Palermo y el 11% a Martín del Potro.
Fuente: Informe Kiddo´s 2009-2010, realizado por la consultora Markwald, La Madrid & Asociados, entre 1203 niños de 6 a 11 años de GBA, Córdoba, Rosario y Mendoza
LA PLAZA-CASA
Laura Devetach
Anochece. Desde mi ventana se ve salir la primera estrella, hoy está cerca de la media luna, mamón en almíbar de los que hacía mi abuela. Y yo aquí, preguntándome: ¿cómo sigue esta historia?
Desde el sexto piso veo el mapa del atardecer. Nada cambia de lugar. Sin embargo, a esta hora, es como si la plaza juntara las manos. Todo se esfuma. Una pareja cambia besos por allá. Los perros sueltos se amontonan, los árboles están llenos de habitantes.
Así fue como vi llegar a los Sordina, y empecé a mirarlos.
Eran como un dibujo que se hacía de a poquito, sobre una página. Personajes que iban formando una historia. Hombres cargando bolsas, mujeres que se cosían la ropa puesta para que no se les cayera en pedazos, chicos, perros. Se reunían debajo de los árboles y hablaban despacito, con sordina, como si las voces hubieran estado envueltas en un trapo.
El dibujo era más claro cuando aparecían los colchones y el fuego. El banco de la plaza se convertía en un mueble-dormitorio con una planta baja y una alta techada con plástico. Los Sordina hacían la cena dentro de una lata: carne en un resto de vino, alguna cebolla, alguna papa. Y la noche se cocinaba en su jugo.
De día el dibujo se borraba, todos se iban a alguna parte, y los colchones anidaban en las horquetas de los árboles. Los Sordina regresaban con las primeras sombras y otra vez empezaba el dibujo.
Hasta que un día cualquiera, uno miraba, como siempre, y se chocaba con el vacío. Alguien había dado vuelta la página.
Quedaba entonces el inquietante espacio para que el dibujo volviera a empezar con otros Sordina, aquí, o en cualquier otra plaza-casa de Buenos Aires.
Fragmento de La plaza del piolín (Alfaguara)
LOS LECTORES SE HACEN CON LIBROS
Por Ema Wolf
Me parece simplificador hablar de "productos globalizados". Suena a etiqueta preventiva: contiene aditivos, manténgalo alejado de los niños. No todo lo globalizado es malo. Ni lo artesanal es necesariamente bueno. Es llamativa la desconfianza con que se mira a Harry Potter, por ejemplo, cuando es mejor que mucho de lo que leíamos -recortado, adaptado, mal traducido- en la venerada colección Robin Hood. A veces nos olvidamos de la chatarra no globalizada que consumíamos de chicos, que sin embargo no impidió que nos convirtiéramos, con tiempo y oportunidad, en receptores más exigentes.
El gran tema es, como en todas las cosas, poder discernir. Y poder discernir sin prejuicios. El espacio se lo van a proporcionar la educación escolar y el entorno. Con las limitaciones que ambos tienen, sabiendo que quien rodea al chico está condicionado a su vez por su propia educación. Si la familia consume Tinelli, ¿por qué preocuparse si sus hijos consumen Barbie?
Yo no le prohibiría nada a un chico, ni lo tendría en una jaulita alimentado a Borges. Trataría de abrirle todos los espacios posibles pero le enseñaría a acercarse críticamente a ellos, discutirlos, involucrarse en el valor de lo que recibe. Entonces vuelvo la mirada hacia la educación, por donde todos pasan: hay que reforzarla, hacerla más apta. Mi generación fue testigo y víctima del deterioro que se inició en el 66, más todo lo que nos pasó luego, que nos dejó mancados (ojo: no marcados), muy indefensos. Si no es la educación, no veo qué otra cosa puede romper ese vicioso ida y vuelta. No importa tanto, en definitiva, qué ponen delante de uno sino cómo podés pararte frente a eso, cuál es tu margen para discriminar.
Cuando escucho "los chicos leen menos que antes", nunca sé a qué "antes" se refieren: si a doscientos años atrás o cincuenta. Que los chicos dedican menos tiempo a los libros que cuando los libros eran el único vehículo cultural es obvio. No sé por qué genera tanta ansiedad que adopten otros consumos: están allí, en la sociedad que les ofrecimos cuando llegaron al mundo.
Decir "ya no leen" es otra cosa. Es suponer no sólo que no leen libros sino que tampoco frecuentan otras formas de lectura en otros soportes igualmente válidos. Yo creo que los chicos están interesados en leer, incluso libros, si los dejan, es decir, si les brindan las condiciones. Hacer una autocrítica de estas condiciones demandaría muchas páginas; señalo una sola que, insólitamente, pasa casi inadvertida: la provisión de libros al alcance de los chicos es raquítica. Y los lectores se hacen con libros, no tanto con simposios de promoción de la lectura. Últimamente se han comprado muchos libros para las escuelas, pero aun así creo que estamos tratando de promover la lectura con un 10% de los que hacen falta.
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