Al parecer, la escena es muy común. El sujeto está sentado frente a la computadora; en el monitor, el cursor del mouse dejó de ser una flechita y es ahora un reloj de arena que indica que habrá que esperar. El usuario se disgusta, maldice su máquina y tal vez hasta le aplica algún golpe. Los efectos del estrés generado por un desempeño de las computadoras inferior al esperado fue denominado como “Síndrome del Reloj de Arena” en un reciente estudio encargado por Intel (gran fabricante de microprocesadores). Y, según la investigación, lo sufren ocho de cada diez adultos en los Estados Unidos.
Además, el 61 % de los encuestados admitió haber gritado o maldecido si su equipo no pudo cumplir con sus exigencias .
Señala la investigación que un usuario promedio pierde 13 minutos al día esperando que su equipo responda a sus requerimientos, lo que equivale a tres días al año esperando. Demasiado, al parecer, para los más impacientes.
En opinión de Harry Campos Cervera, miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina, la irritación ante computadoras “lentas” es bastante común entre nosotros, y la pueden padecer individuos que tienen trastorno de la personalidad. “ Son personas que quieren un manejo del tiempo de acuerdo con su voluntad –explica el experto–. Ante la espera se ponen ansiosos, como les ocurre cuando tienen que esperar el colectivo, el tren, o ante muchas otras situaciones; en este caso, la computadora opera sólo como un disparador más que desnuda una condición previa del sujeto”.
A su vez, Daniel López Rosetti, médico especialista en Medicina del Estrés, cuenta un episodio que muestra la preocupación por la instantaneidad que tienen algunos individuos: “Cuando estaba comprando un GPS, otro cliente del local me comentó que la mayor ventaja del modelo que yo evaluaba era que era más rápido que otros. Y a mí me asombró la observación; jamás hubiera pensado que la rapidez podría tener que ver con un GPS”.
Para encuadrar el tema más en general, López Rosetti explica que el “tecnoestrés” tuvo una primera etapa vinculada a la adaptación obligada que sufrieron usuarios y trabajadores a la tecnología digital. Mientras que en una segunda etapa –en la que vivimos prácticamente todos ahora– lo que estresa, en general, es la exigencia de procesar el gran volumen de información al que estamos expuestos .
En tanto, para Sergio Azzara, psicólogo y docente de la UBA, el vínculo con la computadora, y con otros dispositivos de la generación digital, no son en general motivos de consulta, pero sí de queja, por exceso de contacto y de información, como es común con los celulares, muchos de los cuales ya son pequeñas computadoras. “Todo el tiempo, de modo constante, el celular puede interrumpir cualquier situación, esto genera ruido en los vínculos, y el no poder escapar genera algo de estrés”, explica Azzara. “La hipercomunicación del mundo actual –agrega– obliga a las personas a responder comunicaciones. No atender o apagar el celular es también una respuesta. Lo que desapareció es la posibilidad de no estar ubicable, de estar incomunicado”.
clarin.com
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