domingo, 27 de junio de 2010

Más parejas eligen que las case un amigo o un familiar

Buenas tardes a todos. Para quienes no me conocen, soy Alejandro, o el Cholo, hermano de Juan, y voy a oficiar el matrimonio de las que seguramente son las personas más queribles que hayan conocido: Manu y Juan”. Los 280 invitados entendieron de qué se trataba: no iba a ser un casamiento formal. No había ni un sacerdote ni un rabino ni un Juez de Paz que representara al Estado. De un lado del altar, estaban los novios; del otro, como presidente de la ceremonia, el hermano de Juan. El caso, con final feliz, no es un hecho aislado. Cada vez más parejas les piden a parientes o amigos que presidan sus ceremonias de boda. Eligen jurarse amor frente a los seres queridos –con fiesta, ramo, vestido, todo completo–, descartan lo religioso y relegan a un segundo plano el paso por el civil.
El fenómeno, respaldado por datos del Arzobispado de Buenos Aires que señalan que en la última década los casamientos por iglesia bajaron un 30%, se expande tan rápido que hasta fue identificado por investigadores del Conicet. “Existe una tendencia de la clase media a personalizar su casamiento. En esos casos se enfatiza la libre elección y el no estar atado a mandatos sociales. No lo asociaría a una pérdida de creencias porque se sigue contemplando simbólicamente el ritual de la ceremonia”, dice a Clarín , César Ceriani Cernadas, antropólogo del organismo y especialista en religión.
Fortunato Mallimaci, director del área de Sociedad, Cultura y Religión del mismo ente, agrega: “La gente se casa a su manera. Toma distancia de las instituciones pero le pide a su grupo que brinde la unión”.
Juan Frenkel y Manuela Soriano, la pareja del comienzo de esta nota, se casaron el 13 de marzo de 2010. Los dos tienen 30 años: “Elegimos hacerlo de esta manera porque ninguno es religioso. Mi apellido es judío, pero no soy practicante, y Manu es de familia cristiana, pero tampoco es religiosa. Nunca nos imaginamos que nuestro casamiento iba a ser tan perfecto”, dice Juan.
Algo similar vivieron Santiago Claus y Ludmila Ruiz Díaz. En el caso de ellos, una periodista especializada en bodas guió a los amigos de la pareja, que fueron aportando lo suyo para convertirlos en marido y mujer. “Ninguno de los dos quería una ceremonia religiosa”, asegura Claus.
Otro ejemplo, que podría ser citado como un caso de pioneros, está encarnado por un hombre conocido. Al productor sojero Gustavo Grobocopatel y a su esposa, Paula Marra, hace veinte años, los casó un abuelo porque se trataba de una pareja de religión mixta. De esa forma, todo era más sencillo y familiar. La experiencia se replica hoy en día pero de manera más frecuente, frente a la baja general de los matrimonios religosos.
Bárbara Diez, una wedding planner top, está convencida de eso: “El hábito creció mucho en los últimos años. Las razones son múltiples: hay también muchas parejas divorciadas que no pueden volver a casarse por iglesia. Pero priman los no religiosos”, dice.
Cuarenta minutos después de haber empezado a casar a su hermano, Alejandro concluyó: “Por la autoridad que me conceden, los declaro Marido y Mujer. Juan, podés besar a la novia. Todos los presentes recuerden que tienen que firmar el libro de Familia. Los novios se van ahora a comer unos sandwichitos, los pueden ir a felicitar ahí”.
clarin.com

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