La mayoría de la gente que me conoce cree que soy una persona extrovertida. ¿Reuniones sociales? ¿Entrevistar a alguien famoso para mi trabajo? ¿Hablar en público? Generalmente, sin problemas.
Entonces, ¿por qué se me traba la lengua o digo algo inapropiado cada vez que me encuentro con un colega particularmente brillante? ¿Por qué le tengo pavor a atravesar un restaurante o un salón lleno de gente? ¿Por qué se me cayó vino por el mentón en una fiesta reciente cuando me di cuenta que un hombre me estaba mirando?
Una pista: en la escuela me votaron "La Más Tímida" de la clase. Y si bien he exorcizado con éxito mi timidez —en parte con determinación, en parte acumulando más experiencias con el paso del tiempo— aún sufro de lo que los psicólogos llaman "timidez situacional". En otras palabras, ciertas circunstancias o personas pueden hacerme incontrolablemente tímida de forma inesperada.
En Estados Unidos, aunque 40% de las personas se considera tímido, 95% dice que experimenta timidez situacional, según estudios del Instituto de Estudios de la Timidez en la Universidad del Sudeste de Indiana. En otras palabras, casi todo el mundo experimenta timidez de vez en cuando, lo que puede afectar negativamente a su interacción con otros (¿y el otro 5% que nunca, ni siquiera una vez, se ha sentido tímido? Mienten, según los investigadores).
En general, la timidez es una característica personal en parte biológica (los expertos no saben en qué proporción) y en parte ambiental. Nos volvemos tímidos cuando somos demasiado conscientes de nuestro aspecto, estamos demasiado preocupados por nosotros mismos o cuando nos autocriticamos.
"Cuando alguien está enfrente de un espejo, normalmente no piensa qué tan fabuloso luce, sino que se hace retoques y busca defectos", dice Bernardo J. Carducci, psicólogo y director del Instituto de Estudios de la Timidez. "La timidez es la gente que vive como si estuviera todo el tiempo enfrente de un espejo".
Ahí está el problema: la timidez puede reprimir a las personas. A diferencia de los introvertidos, que optan por ser socialmente retraídos, la gente tímida quiere ser social. Para complicar las cosas, a menudo son confundidos con personas esnobs o distantes.
Existe otro problema adicional con la timidez situacional: suele aparecer en el momento más ino portuno. Que se lo pregunten a Jim Dailakis, un cómico y actor de Nueva York que nunca se pone nervioso en frente del público. Pero recientemente, cuando estaba alquilando un auto, Dailakis se puso a flirtear con la empleada al otro lado del mostrador. De repente, sin poder impedirlo, comenzó a tartamudear, enrojeció y salió disparado de la oficina a ocultarse entre los arbustos. "Me sentí como un niño pequeño escondiéndose en las faldas de su madre", admite Dailakis, de 41 años.
En general, afirma Carducci, las principales causas de timidez situacional incluyen a extraños, gente con autoridad y gente a la que consideramos atractiva. Pero hay muchas más: cambio a un nuevo trabajo, fiestas y gente famosa, por citar algunas (sorprendentemente, afirma, mucha gente que se encuentra en esta situación no tiene problemas hablando en público, en gran parte porque este tipo de actividad sigue un guión ensayado).
Entonces, ¿cómo enfrentarnos a la timidez situacional? Yo suelo reaccionar balbuceando y compartiendo demasiados detalles personales con la gente. Algunas personas limpian la pantalla de sus Blackberrys o iPhones y comienzan a leer o teclear frenéticamente. Un amigo a veces se disculpa en las fiestas diciendo que necesita ir al cuarto de baño y se va sin despedirse.
Otros hacen como Alice Cunningham. La dueña de un negocio de jacuzzis en Seattle, de 69 años, viste zapatos italianos de cuero con reproducciones de arte famosas. "Un psiquiatra me dijo una vez que los tímidos necesitan ropa fabulosa para poder entrar en una sala y dejar que su ropa hable por ellos", dice Cunningham. "Mis zapatos actúan como un publicista que atrae a la gente. Entonces me siento bien".
wsj.com
Entonces, ¿por qué se me traba la lengua o digo algo inapropiado cada vez que me encuentro con un colega particularmente brillante? ¿Por qué le tengo pavor a atravesar un restaurante o un salón lleno de gente? ¿Por qué se me cayó vino por el mentón en una fiesta reciente cuando me di cuenta que un hombre me estaba mirando?
Una pista: en la escuela me votaron "La Más Tímida" de la clase. Y si bien he exorcizado con éxito mi timidez —en parte con determinación, en parte acumulando más experiencias con el paso del tiempo— aún sufro de lo que los psicólogos llaman "timidez situacional". En otras palabras, ciertas circunstancias o personas pueden hacerme incontrolablemente tímida de forma inesperada.
En Estados Unidos, aunque 40% de las personas se considera tímido, 95% dice que experimenta timidez situacional, según estudios del Instituto de Estudios de la Timidez en la Universidad del Sudeste de Indiana. En otras palabras, casi todo el mundo experimenta timidez de vez en cuando, lo que puede afectar negativamente a su interacción con otros (¿y el otro 5% que nunca, ni siquiera una vez, se ha sentido tímido? Mienten, según los investigadores).
En general, la timidez es una característica personal en parte biológica (los expertos no saben en qué proporción) y en parte ambiental. Nos volvemos tímidos cuando somos demasiado conscientes de nuestro aspecto, estamos demasiado preocupados por nosotros mismos o cuando nos autocriticamos.
"Cuando alguien está enfrente de un espejo, normalmente no piensa qué tan fabuloso luce, sino que se hace retoques y busca defectos", dice Bernardo J. Carducci, psicólogo y director del Instituto de Estudios de la Timidez. "La timidez es la gente que vive como si estuviera todo el tiempo enfrente de un espejo".
Ahí está el problema: la timidez puede reprimir a las personas. A diferencia de los introvertidos, que optan por ser socialmente retraídos, la gente tímida quiere ser social. Para complicar las cosas, a menudo son confundidos con personas esnobs o distantes.
Existe otro problema adicional con la timidez situacional: suele aparecer en el momento más ino portuno. Que se lo pregunten a Jim Dailakis, un cómico y actor de Nueva York que nunca se pone nervioso en frente del público. Pero recientemente, cuando estaba alquilando un auto, Dailakis se puso a flirtear con la empleada al otro lado del mostrador. De repente, sin poder impedirlo, comenzó a tartamudear, enrojeció y salió disparado de la oficina a ocultarse entre los arbustos. "Me sentí como un niño pequeño escondiéndose en las faldas de su madre", admite Dailakis, de 41 años.
En general, afirma Carducci, las principales causas de timidez situacional incluyen a extraños, gente con autoridad y gente a la que consideramos atractiva. Pero hay muchas más: cambio a un nuevo trabajo, fiestas y gente famosa, por citar algunas (sorprendentemente, afirma, mucha gente que se encuentra en esta situación no tiene problemas hablando en público, en gran parte porque este tipo de actividad sigue un guión ensayado).
Entonces, ¿cómo enfrentarnos a la timidez situacional? Yo suelo reaccionar balbuceando y compartiendo demasiados detalles personales con la gente. Algunas personas limpian la pantalla de sus Blackberrys o iPhones y comienzan a leer o teclear frenéticamente. Un amigo a veces se disculpa en las fiestas diciendo que necesita ir al cuarto de baño y se va sin despedirse.
Otros hacen como Alice Cunningham. La dueña de un negocio de jacuzzis en Seattle, de 69 años, viste zapatos italianos de cuero con reproducciones de arte famosas. "Un psiquiatra me dijo una vez que los tímidos necesitan ropa fabulosa para poder entrar en una sala y dejar que su ropa hable por ellos", dice Cunningham. "Mis zapatos actúan como un publicista que atrae a la gente. Entonces me siento bien".
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