“Si bien no todos los artistas son jugadores de ajedrez, todos los jugadores de ajedrez son artistas”. La frase es del dadaísta Marcel Duchamp, fanático del deporte de peones, alfiles, torres y reyes. Su más conspicuo jugador se consagró el martes 13 en Buenos Aires, con sólo 14 años: es el Gran Maestro más joven de la actualidad y batió el récord americano.
El peruano Jorge Cori Tello evadió un destino de privaciones gracias a una habilidad que ya paseó por todo el mundo, de las plazas de Lima al frío de Islandia.
Dentro de una familia pobre, su papá intuyó algo distinto. “A los seis años me enseñó a mover las piezas y se convirtió en mi profesor. Después empecé a jugar con otros chicos en los parques”, relata. Cuando tenía diez jugó su primer mundial en Grecia. Los éxitos se acumularon en Francia, Estados Unidos, Venezuela y Brasil. Las puertas se habían abierto: una empresa cementera les regaló la casa, el alcalde financió algunos pasajes. Su escuela le permitió faltar seguido y hacer las pruebas por internet. Hasta ahora no perdió ningún año.
Más allá de las facilidades, persistía un problema: “En Perú los chicos son muy buenos, pero hay pocos torneos y en un momento no pueden seguir mejorando”. Si en la Argentina sueñan con ser Messi (siempre y cuando no lean los diarios), las plazas peruanas están atestadas de pequeños estrategas hiperconcentrados. Después de que un tío argentino le recomendara perfeccionarse en el país, Jorge vino cada vez más seguido. Aprendió los secretos de los grandes maestros –Sergio Slipak, Diego Valerga y Andrés Rodríguez– y se fogueó en los torneos de alta competencia. Junto a su hermana mayor Deisy –otra Gran Maestra y campeona mundial– empezó a hacerse conocido entre los miembros del Club Argentino de Ajedrez.
“Siempre fue distinto, un talento. En Perú es una especie de Maradona”, grafica el vocal Darío Zazzini. Ahora, un empate con el argentino Lucas Liascovich –justamente en el Magistral Internacional Marcel Duchamp– le permitió ganar su tercera norma (un puntaje superior a los 2.500 puntos) y logró lo que Bobby Fischer y Judit Polgár habían conseguido a los 15. “Elegí jugar torneos muy fuertes, contra los mejores rivales. Me parecía muy difícil –se sincera– pero lo logré”.
El Capablanca peruano suele ganar sobre el final de las partidas. Cuando todos piensan que está perdido, apela a lo que en la jerga se llama “lectura del final”: 100% pensamiento abstracto, imagen mental de todas las piezas y estocada certera. “No me gusta ganar desde el principio –revela–, juego tranquilo y me divierte esta táctica”. La imagen se repite después de cada partida: espectadores, jugadores y organizadores se agolpan alrededor y le preguntan cómo lo hizo.
El árbitro internacional Blas Pingas dirigió el torneo. “El ajedrez peruano tiene una tradición muy especial. Julio Granda, sobrino de Chabuca, apuntaló a toda una generación de grandes jugadores. Perú tiene una gran capacidad para ganar torneos que deberían ganar países más desarrollados”, razona. Tampoco olvida que “a Jorge lo va a recibir el embajador, parece que lo descubrieron ahora”.
Desde España, Granda aconsejó a los Cori “venir una temporada larga a Europa para que participen en grandes torneos y se puedan preparar con gente especializada. Si tuviera esas facilidades, Jorge podría ser el mejor ajedrecista del mundo”. Por ahora, es uno de sus mejores artistas.
criticadigital.com
El peruano Jorge Cori Tello evadió un destino de privaciones gracias a una habilidad que ya paseó por todo el mundo, de las plazas de Lima al frío de Islandia.
Dentro de una familia pobre, su papá intuyó algo distinto. “A los seis años me enseñó a mover las piezas y se convirtió en mi profesor. Después empecé a jugar con otros chicos en los parques”, relata. Cuando tenía diez jugó su primer mundial en Grecia. Los éxitos se acumularon en Francia, Estados Unidos, Venezuela y Brasil. Las puertas se habían abierto: una empresa cementera les regaló la casa, el alcalde financió algunos pasajes. Su escuela le permitió faltar seguido y hacer las pruebas por internet. Hasta ahora no perdió ningún año.
Más allá de las facilidades, persistía un problema: “En Perú los chicos son muy buenos, pero hay pocos torneos y en un momento no pueden seguir mejorando”. Si en la Argentina sueñan con ser Messi (siempre y cuando no lean los diarios), las plazas peruanas están atestadas de pequeños estrategas hiperconcentrados. Después de que un tío argentino le recomendara perfeccionarse en el país, Jorge vino cada vez más seguido. Aprendió los secretos de los grandes maestros –Sergio Slipak, Diego Valerga y Andrés Rodríguez– y se fogueó en los torneos de alta competencia. Junto a su hermana mayor Deisy –otra Gran Maestra y campeona mundial– empezó a hacerse conocido entre los miembros del Club Argentino de Ajedrez.
“Siempre fue distinto, un talento. En Perú es una especie de Maradona”, grafica el vocal Darío Zazzini. Ahora, un empate con el argentino Lucas Liascovich –justamente en el Magistral Internacional Marcel Duchamp– le permitió ganar su tercera norma (un puntaje superior a los 2.500 puntos) y logró lo que Bobby Fischer y Judit Polgár habían conseguido a los 15. “Elegí jugar torneos muy fuertes, contra los mejores rivales. Me parecía muy difícil –se sincera– pero lo logré”.
El Capablanca peruano suele ganar sobre el final de las partidas. Cuando todos piensan que está perdido, apela a lo que en la jerga se llama “lectura del final”: 100% pensamiento abstracto, imagen mental de todas las piezas y estocada certera. “No me gusta ganar desde el principio –revela–, juego tranquilo y me divierte esta táctica”. La imagen se repite después de cada partida: espectadores, jugadores y organizadores se agolpan alrededor y le preguntan cómo lo hizo.
El árbitro internacional Blas Pingas dirigió el torneo. “El ajedrez peruano tiene una tradición muy especial. Julio Granda, sobrino de Chabuca, apuntaló a toda una generación de grandes jugadores. Perú tiene una gran capacidad para ganar torneos que deberían ganar países más desarrollados”, razona. Tampoco olvida que “a Jorge lo va a recibir el embajador, parece que lo descubrieron ahora”.
Desde España, Granda aconsejó a los Cori “venir una temporada larga a Europa para que participen en grandes torneos y se puedan preparar con gente especializada. Si tuviera esas facilidades, Jorge podría ser el mejor ajedrecista del mundo”. Por ahora, es uno de sus mejores artistas.
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