miércoles, 2 de septiembre de 2009

Las prioridades de la salud


Por Nora Bär
A pesar de que gripes y amenazas varias pueden opacar otros éxitos más silenciosos, es innegable que en el último siglo y medio los avances en materia de salud fueron enormes.
Como subraya el informe sobre Las prioridades de la salud , del Banco Mundial, que hace unos días llegó a mis manos, hasta el siglo XIX, las defunciones de menores de uno y de cinco años eran un lugar común, y las personas apenas llegaban a los 35 o 40 años... Más o menos la edad en que murieron Mozart, el poeta francés François Villon y el pintor italiano Caravaggio, ¡y en la que muchos jóvenes actuales todavía se consideran en los umbrales de la vida!
A mediados de ese siglo, el promedio de vida comenzó a crecer unos dos años y medio por década y en 2000 superó los 80. Entre 1960 y 2002, la esperanza de vida en China aumentó de 36 a 71 años; en América latina y el Caribe, de 56 a 71; en Medio Oriente y el norte de Africa, de 47 a 69, y en el Asia meridional, de 44 a 63.
Lo notables es que países ricos, y de ingresos medios y bajos mostraron una tendencia convergente: si en 1910 un varón nacido en los Estados Unidos podía esperar vivir 49 años y uno nacido en Chile tenía una esperanza de vida de 29, a finales de los noventa un norteamericano tenía una expectativa de vida de 73 y un chileno, de 72.
Estos progresos sin precedente son una prueba palpable de la importancia de invertir en ciencia y en conocimiento, ya que sólo una parte es explicable por el crecimiento de la riqueza y los ingresos. Por un lado, las innovaciones que la investigación puede aportar en materia de terapias y tecnología médica son monumentales; por otro, como muestran distintos estudios, haber recibido educación universitaria es más importante para preservar la salud y evitar enfermedades que gozar de alto estatus económico. Algunas de las intervenciones que agregan años a la vida son también las menos costosas: el saneamiento, la vacunación, las intervenciones contra el tabaquismo... Como recordó el doctor Eduardo López, jefe del Departamento de Medicina del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, este invierno se vio que las medidas de distanciamiento social y el simple hábito de lavarse las manos con jabón no sólo ayudaron a controlar la diseminación de la influenza A (H1N1), sino que hicieron descender el número de casos habitual para otras enfermedades respiratorias. Del mismo modo en que la insistencia en la higiene del agua durante el brote de cólera de 2002 disminuyó drásticamente el número de diarreas.
Desgraciadamente, cuando se requieren prácticas más complejas, todavía hay salud "de primera", "de quinta" y "de vigésima". Lo peor de todo esto es que cada día que se pierde para que estos avances lleguen a todos son días perdidos en la vida de personas de carne y hueso. Si no se hace por un elemental sentido de justicia y equidad, al menos que se haga por conveniencia económica. Como destaca el estudio del Banco Mundial, la salud es un importante insumo del crecimiento económico: diversos trabajos muestran que un solo año agregado a la esperanza de vida de una población explica un aumento sostenido del 4% de su ingreso.
lanacion.com

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