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martes, 11 de octubre de 2011

El misterio de la muerte de las abuelas en época de exámenes

Ilustración de Pablo Blasberg
Si usted tiene un nieto que está por dar parciales o finales en la facultad, por las dudas tome algunas precauciones. No salga a la calle, guarde reposo y hágase un chequeo médico. La probabilidad de muerte de abuelas para alumnos que enfrentan exámenes en esa semana es 50 veces superior a la de parientes de estudiantes que no tienen que rendir.
La estadística es de Michael Adams, profesor de la universidad Eastern Conneticut, quien relevó 20 años de excusas estudiantiles para no presentarse a dar un examen. El fenómeno es bien conocido por profesores en todo el mundo: se lo llama “Graveyard Grannies Problem” en Inglaterra y “Chere Grand’mere” en Francia. Plantea que las abuelas de alumnos tienen más probabilidad de sufrir una muerte súbita en la semana de pruebas que en cualquier otro momento.
“Naturalmente, la preocupación por la suerte académica de los jóvenes provoca una tensión en las familias, que deriva en una multiplicación de muertes prematuras”, plantea con ironía Adams, quien a su vez propone alternativas para evitar este fenómeno, como “inscribir en las universidades únicamente alumnos huérfanos”. Un detalle: la excusa de la muerte se usa más para “abuelas” que para “abuelos”.
La economía de la educación tiene muchos estudios divertidos, como el anteriormente citado. O como otro publicado este año en el American Economic Journal. Los académicos Talia Bar y Asaf Zussman relevaron las notas de 17.062 alumnos con profesores que abiertamente se definían como demócratas o como republicanos. Querían saber si la premisa demócrata de “intervenir para lograr una distribución más igualitaria” se daba también en el campo de las calificaciones. La hipótesis se verificó cierta con una alta significación estadística: los profesores republicanos ponen más “A” (10) y notas muy bajas, en tanto que los demócratas son propensos a la “B” y a concentrar las calificaciones en un intervalo “de 4 a 7”.
Claro que hay economistas de la educación que se dedican a estudios más serios. Los hallazgos de Joshua Angrist, un apóstol de la economía experimental, profesor del MIT, de reciente visita en la Argentina, sirvieron para modificar y crear leyes de mejora en le sistema educativo en los EE.UU.
En la Argentina, la falta de escala hace que casi no existan economistas que se dediquen full time a este campo. Juan Llach, del IAE y Alberto Porto, de La Plata, son algunos de los pocos con trabajos conocidos sobre el tema educativo. “Hay además una reacción contra los economistas, y contra todo lo que sea ‘cuantitativo’ en general, en el ámbito educativo, que está dominado mayormente por profesionales de que vienen de la Filosofía, la Historia o la Sociología”, explica Marcelo Rabossi, especialista en economía de la educación de la Di Tella. Algo similar a lo que ocurre con el estudio del “crimen” y otras áreas que entraron en el radar de los economistas en las últimas cuatro décadas.
clarin.com

lunes, 12 de enero de 2009

La mente de los expertos en excusas


Benedict Carey The New York Times
NUEVA YORK.- Cada examen con mala calificación, cada fecha de entrega perdida y cada proyecto trunco da la oportunidad de intentar nuevas excusas. Fue por una pelea en casa, por el gato enfermo, por una emergencia en el trabajo.
Esta clase de conversación es tan familiar que la mayoría de la gente la rechaza rápidamente, incluso cuando sale de sus propios labios.
Esta es una razón por la que los genuinos artesanos de la excusa, y hay millones de ellos, no esperan hasta ahogarse para practicar su habilidad. Ellos se frenan a sí mismos, en serio, antes de comenzar con un objetivo o ante la realización de un logro. Sus excusas ya vienen con anterioridad: nunca asistí a clase, estaba con resaca en la entrevista, no tenía ni idea de los requisitos para ser aceptado en la universidad.
"Esto es un verdadero autosabotaje, como beber mucho antes de una prueba, saltearse las prácticas o utilizar un equipo realmente pobre -afirmó el doctor Edward R. Hirt, psicólogo de la Universidad de Indiana-. Algunas personas hacen esto seguido y a menudo no queda claro si son completamente conscientes de que lo hacen o del precio que se paga por ello." Bajas expectativas
Los psicólogos han estudiado este tipo de conducta desde por lo menos 1978, cuando Steven Berglas y Edward E. Jones utilizaron la frase "auto perjuicio" para describir a los estudiantes de una investigación que eligieron tomar una droga que les dijeron iba a inhibir su rendimiento en un examen (la droga en realidad era neutra).
El impulso va mucho más allá de producir una mera baja de expectativas y tiene más que ver con proteger la propia imagen que con conflictos psicológicos enraizados en etapas tempranas del desarrollo, en el sentido freudiano. Investigaciones recientes han ayudado a clarificar no sólo quién tiene esa inclinación sino también a conocer sus consecuencias, y sus posibles beneficios.
En la concepción original, los doctores Berglas y Jones identificaron ese comportamiento de autoperjuicio en estudiantes a los que se les dijo que habían pasado un test hecho con preguntas imposibles de contestar. Ellos habían tenido éxito sin saber cómo ni por qué.
"Esta es la gente a la que se le dice que es brillante, sin saber cómo se llegó a esa conclusión", aseguró el doctor Berglas, que hoy es instructor ejecutivo en el área de Los Angeles. El comprendía el impulso, dijo, porque él mismo había tomado drogas en la escuela secundaria antes de rendir el SAT (sigla inglesa de Scholastic Aptitude Test, Test de aptitud escolástica) en el que se esperaba que obtuviera clasificaciones perfectas, una proeza excesiva que aportó la semilla para la teoría.
El impulso de atacarse uno mismo parece ser más fuerte en los hombres que en las mujeres. En los estudios, el doctor Hirt y otros han medido la tendencia al pedir a los voluntarios que evaluaran hasta qué punto una serie de afirmaciones describían su propia conducta, como por ejemplo: "Trato de no involucrarme demasiado en actividades competitivas para no salir demasiado herido si pierdo o si obtengo un resultado pobre".
Los hombres tienden a tener un puntaje más alto en estas mediciones, y en los estudios de laboratorio tienden a perjudicarse a sí mismos más que las mujeres.
Sin embargo, si se les da la oportunidad y una buena razón, la mayoría de las personas declararan una cierta tendencia a buscar las desventajas. En un estudio publicado el último verano, Sean McCrea, psicólogo de la Universidad de Konstanz, en Alemania, describió experimentos en los cuales manipuló los puntajes de los participantes en varios tests de inteligencia. En algunos, los sujetos podían elegir prepararse antes de dar el examen o podían unirse al grupo "sin práctica previa".
Con bastante seguridad, el doctor McCrea encontró que los que obtuvieron malas calificaciones lo atribuyeron a la falta de práctica, si era el caso, y que citar esa desventaja amortiguaba el golpe a la confianza en sí mismos.
Pero la desventaja también tuvo otro efecto. En otro experimento, los participantes que tuvieron una buena excusa para sus bajas clasificaciones como ruidos que los distraían a través de los auriculares que utilizaban durante el examen, estaban menos motivados a prepararse para otro examen que los que no tenían excusas. "La desventaja les permitía decir «considerando todo esto, en realidad lo hice bastante bien» -afirmó el doctor McCrea en una entrevista por teléfono-. Y no hay forma de mejorar."
El malestar que produce el bochorno es, de alguna manera, lo que dispara la motivación.
A corto plazo
Como estrategia a corto plazo, el ponerse en desventaja uno mismo es a menudo nada más que un ejercicio de autoengaño. Estudios en alumnos universitarios encontraron que los que lo hacen habitualmente, que faltan a las clases, que no cumplen con los plazos de entrega, que no compran los libros de texto, tienden a considerarse dentro del 10% mejor de la clase, a pesar de que sus calificaciones son bajas y se ubican entre la C y la D.
Los que tuvieron éxito a pesar de su coqueteo con el desorden habitualmente se hacen cada vez más afectos a esta conducta ya sea por el alcohol o drogas o por resistir las reglas. "Al tener éxito, crecen las expectativas y su conducta se vuelve más extrema", aseguró el doctor Berglas, autor de Reclaiming the Fire: How Successful People Overcome Burnout (Reclamar el fuego: cómo hace la gente exitosa para superar el bochorno).
Pero la táctica no engaña a muchos. En un estudio reciente, Jamos C. McElroy, de la universidad Iowa, y Michael Crant, de Notre Dame, hicieron que 246 adultos evaluaran la conducta de personajes de varias anécdotas. La impresión de los participantes comenzó a empeorar luego de la segunda vez que el personaje recurría a citar desventajas.
"Lo que sucede acá es que si uno lo hace a menudo, los observadores atribuyen el resultado de sus acciones a uno mismo, pero comienzan a verlo como parte de su propia disposición, por ejemplo, lo ven como un quejoso", escribió el doctor McElroy en un mensaje por e-mail. "Pero se puede evitar que esto suceda si otro habla de las desventajas por uno, y sorprendentemente, aunque ellos también lo hagan con frecuencia.
Eso también es muy conocido entre los mejores inventores de excusas: para mejores resultados hay que reclutar a algún defensor.
Lo importante para algunos es, sin importar el método, evitar considerar una explicación alternativa.
Traducción de Maria Elena Rey