Pilar Sordo es una especie de sismóloga, experta en "terremotos del alma", y dueña de una biografía tan llena de medallas como de cicatrices. Con un divorcio y una viudez a cuestas, sus libros sobre relaciones de pareja y seducción se han convertido en fenómeno de ventas, es cada vez más requerida para charlas colectivas (recientemente se presentó en Buenos Aires y Rosario) y sus videos son descargados una y mil veces en YouTube. En entrevista con LN R , en las oficinas del Instituto Profesional Ipege de Santiago, del cual es rectora, repasa algunas de las ideas que la han convertido en una suerte de "gurú" de la mujer latinoamericana, con una fama que a ella no parece sorprenderle.
-Muchos destacan su resiliencia, su capacidad de volver a ponerse de pie después de golpes muy duros. ¿Cuál ha sido la receta?
-Mi capacidad de superación tiene que ver con dos elementos: el primero es que creo profundamente en Dios y confío en que todo ocurre por y para algo. Lo otro es que tengo muy buen sentido del humor. Yo creo que cuando se juntan esas dos cosas, se puede potenciar el crecimiento personal, y eso te permite volver a pararte después de varios dolores.
-¿Por qué se interesó en la relación entre hombres y mujeres?
-Partí con eso en el Viva la diferencia, después de mi separación matrimonial, hace ya casi cinco años. Comencé a preguntarme qué había pasado y, producto de ello, empecé a trabajar en talleres con parejas, donde descubrí que los hombres y las mujeres tenían lenguajes distintos para expresar los conflictos. A partir de eso, decidí armar esta investigación, primero en Chile y luego en América latina, porque me molestaba mucho este eslogan de "hombres y mujeres somos iguales", que es muy distinto a hablar de igualdad de oportunidad o equidad de derecho. El concepto de igualdad nos ha hecho mucho daño. Nos ha hecho más competitivos de lo que naturalmente somos y evita las complementariedades, que es a lo que apunto en mi investigación. Ahí descubrí 16 diferencias estructurales, que no dependen de la cultura, y que en el fondo implican el concepto del Viva la diferencia como una fiesta o como una celebración de valorar lo distintos que somos.
-¿Cómo describiría usted esos distintos procesos mentales?
-Son muchas las cosas distintas. Hay algo clave: la tendencia retentiva de las mujeres versus la experiencia de soltar de los hombres. A partir de esta estructura biológica se desprenden una cantidad de características psicológicas, como la excelente memoria en las mujeres, la capacidad que tenemos de preguntar y de guardar cosas, en contraposición a la capacidad que tienen los hombres para avanzar y dar vuelta la página rápido después de las discusiones. Desde esas dos grandes diferencias se derivan las otras 14, algunas de las cuales tienen que ver con que los hombres funcionan sobre la base de objetivos y las mujeres, a partir de procesos o detalles. Los hombres generalmente hablan de sus conflictos cuando los tienen resueltos, las mujeres necesitamos hablar para resolverlos; los hombres funcionan mayoritariamente, a nivel neurofisiológico, con el sistema visual; las mujeres, con el auditivo.
-¿Nos reporta algún beneficio mantener estas diferencias?
-La riqueza misma del ser humano. Uno se valora distinto, y no solamente por el género. Valoramos a los más capacitados, a la gente de edad, a la gente más joven. Y si uno cree que esa diferencia puede aportar a la sociedad, creo que eso es mucho más enriquecedor que empezar a uniformar a todo el mundo, que es algo que nos hace perder la individualidad de saber desde dónde colaboramos con el proceso social. Por lo tanto, desde el punto de vista de la relación de pareja era superimportante mostrar que desde esa diferencia, desde mi ser mujer, yo tenía algo que decir a la sociedad, que es distinto de lo que tiene que decir un hombre, y que no es mejor ni peor, sino sencillamente diferente.
-¿Qué pasa cuando se alteran los papeles tradicionales?
-Da lo mismo, porque el asunto no pasa por un tema de roles. Si el hombre debe quedarse en casa cuidando a los niños y la mujer debe salir a trabajar, ella, desde ese salir a trabajar, tiene que tratar de ser lo más femenina posible. Por supuesto, aprendiendo habilidades masculinas, porque las va a tener que aprender. Y el hombre que se queda en la casa tendrá que ser lo más masculino posible, pero integrando atributos femeninos, porque los va a tener que integrar.
-¿Qué perdió y qué ganó la mujer con su nuevo rol en la sociedad?
-Lo que perdió o ganó depende de cómo cada una lo asuma, pero yo creo que la mujer chilena tendió a masculinizarse mucho, a hacerse fría y calculadora, para entrar en el mundo social, lo que es una pérdida gigante para la sociedad. No así la mujer argentina, que se ha masculinizado bastante menos. El hombre, en cambio, enriqueció su mundo emocional integrando elementos femeninos. Ha habido cierta evolución, debo reconocer, y la mujer ha ido entendiendo que no pasa por ahí el tema del liderazgo. Eso me hace pensar que estamos de alta y que la deuda que tenemos pendiente es con las adolescentes, hipermasculinizadas y jugando mucho a la igualdad, con todos los costos que ello implica.
-En ese sentido, ¿no habrá sido contraproducente haber tenido presidentas en la Argentina y en Chile?
-No, eso nos ayudó, porque en el caso de Michelle Bachelet, ella nunca traicionó su ser femenino. Si hay algo que le agradezco como mujer, es que no se haya masculinizado un ápice en su rol, un riesgo que corría con largueza. Yo creo que eso nos ayudó a encontrarnos con lo femenino, con lo delicado, con lo suave, con establecer un poder que tenía que ver más con el tema conciliatorio y no centrado en los objetivos. De hecho, creo que el gran porcentaje de éxito que tuvo al salir del gobierno tiene que ver con esas características femeninas, con ese espíritu conciliador, con haber formado un gobierno cercano a la gente.
-¿Qué decir de la Argentina y Cristina Kirchner?
-En la Argentina tienen un tema distinto con eso de ser femeninos. Si bien las argentinas tienen hartos problemas con el tema del envejecimiento, y rinden mucho culto al cuerpo, también funcionan en términos femeninos más profundamente que nosotras. En la Argentina se sigue valorando a los viejos, se les da respeto, se cocinan ñoquis. La presencia de Cristina es un tema que valora lo estético y la cosa más externa, pero lo ancestral de la mujer se trae de siempre. Yo creo que el problema argentino son las adolescentes, que si bien no están masculinizadas, están cayendo en un juego de igualdad medio peligroso en términos valóricos. Ahora, también creo que hay conductas afectivas en la Argentina mejores que las nuestras. Los hombres se expresan cariño libremente y acá sólo lo hacen cuando están borrachos. Los argentinos tienen una estructura mental y emocional mucho más libre, con los pros y los contras que ello conlleva.
-¿A qué refiere "juego de igualdad medio peligroso en términos valóricos"?
-Tiene que ver con comportamientos sexuales asociados con cierta libertad en el actuar adolescente argentino, del cual tampoco estamos exentos en Chile. En Europa ya vienen de vuelta. Hablo de poco autocuidado en los jóvenes. Creo que ésa es la palabra adecuada.
-¿Qué factores atentan contra la estabilidad de la pareja?
-El exceso de facilismo, el sentir que todo se puede conseguir rápidamente, deteriora el desarrollo de la fuerza de voluntad, que a mi juicio determina que un proceso amoroso de pareja se mantenga en el tiempo. El amor no es un sentimiento: es una decisión que se toma todos los días y por la cual hay que trabajar. Y cuando las cosas se ven tan fáciles, cuando es más cómodo comer en bandeja que en una mesa, cuando es mejor comer con la TV encendida, cuando todo parece tan fácil, empezamos a perder los valores centrales y sociales. Creo que el secreto del siglo XXI, aunque parezca raro, es volver a complicarse la vida, volver a aplicar fuerza de voluntad para mantener lo que es importante.
-¿Cómo generar una actitud de colaboración entre hombre y mujer?
-Entendiendo que el desarrollo de la pareja es el cimiento de la familia, que requiere tiempo y trabajo consciente, espacios concretos de diálogo, conversación y profundización. Hoy, tanto hombres como mujeres están preparados para una relación más complementaria y menos competitiva que antes, en la que se permiten tener roles más flexibles y entretenidos. Por supuesto, ello debe estar siempre gobernado por un esquema de relación de pareja sustentado por la decisión de amar.
-En su caso, ¿cuál fue la fórmula?
-La única fórmula es decidirse a ser feliz. Hacerse cargo de la propia vida. Cuando lo haces, estás mucho más preparada para vivir con otro. No puedes endosar al otro lo que no resuelves. Ahí es cuando las cosas no funcionan. Hoy es mucho más factible que antes tener un matrimonio para toda la vida. El problema es que las tolerancias, las paciencias y los tiempos han ido cambiando en un mundo que lo desecha todo, que a la orden de un "clic" elimina la foto que sale fea. Pareciera que hay que hacer desaparecer cualquier cosa que nos sea incómoda. Y una relación de pareja tiene, por base, imperfecciones.
-¿Por qué cree que su mensaje ha tenido tanto éxito?
-Dios me dio muchos dones, pero en el paquete no venían la delicadeza ni la fineza. Soy muy poco docta y, acaso por ello, puedo llegar al 90% de la gente que no tiene acceso a terapia. Me esfuerzo por bajar lo complejo de la investigación a palabras sencillas. Yo también pasé por etapas en las cuales consulté a tarotistas (labor que, realizada profesionalmente, encuentro muy válida), pero descubrí que tenía más que ver con mis miedos e inseguridades. Buscaba que me dieran una varita mágica y no me daba cuenta de que debía descubrirla por mí misma.
-¿Alcanzó a utilizar los resultados de su investigación en su propia vida?
-Con la investigación descubrí que no debí haberme casado. Y no porque me separé, que es muy distinto. Me casé muy inmadura, creo. El amor maduro y real lo viví con otra pareja, la que ya se fue. Antes me quejaba mucho más de lo que me quejo hoy en día. La investigación me enseñó a no hacerlo. Saqué adelante a mis hijos y volví a dar ayuda comunitaria sin mirar atrás.
-Su último libro trata sobre la seducción. ¿Qué le atrajo de este tema?
-Lo estudié en Latinoamérica y me impresionó el marcado cuidado de sí misma que tiene la mujer centroamericana, partiendo de que usa ropa interior bonita siempre. Una chilena se viste así sólo si va a ser vista. Si no tiene pareja, le da lo mismo. La mujer argentina también se descuida mucho después de casada.
Por Carlos Vergara (Corresponsal en Chile)
lanacion.com
DE LAS LIBRERIAS A LA TV
El nombre de Pilar Sordo saltó a la fama luego de que un popular humorista chileno, Coco Legrand, reconoció sobre el escenario del Festival de Viña del Mar haber basado su exitosa rutina en uno de los libros de la psicóloga, Viva la diferencia, versión que ha sido comparada con el recordado Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus, de John Gray. Inmediatamente, Pilar Sordo encabezó con esa publicación todos los rankings de ventas en Chile. Después vinieron Con el Coco en el diván, No quiero crecer y Lecciones de seducción.
A su trabajo como psicóloga clínica ha añadido una vasta ayuda social y repetidas apariciones en la radio y en la televisión, medio en el cual animó un programa femenino que, pese a las expectativas, no tuvo el éxito esperado.
¿MINISTRA? NO, GRACIAS
En marzo de este año, Pilar Sordo rechazó la oferta del presidente de Chile, Sebastián Piñera, para convertirse en ministro de Estado, a cargo del Servicio Nacional de la Mujer. Su nombre también sonó como posible ministro del Trabajo. "Me es más fácil estar detrás del escenario que saliendo en las fotos. Eso lo perdería. No vale lo mismo desde dónde uno habla. Me interesa que alguien comunista y alguien de extrema derecha me escuchen con el mismo respeto", explica la profesional. Hasta el día de hoy no pocos han vuelto a fijar la vista en ella, a meses de lo que se presume podría ser el primer cambio de gabinete en Chile. Con todo, ella sigue dictando charlas y brindando asesoría a pedido del gobierno, tal como lo hizo en la administración de Michelle Bachelet.
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-Muchos destacan su resiliencia, su capacidad de volver a ponerse de pie después de golpes muy duros. ¿Cuál ha sido la receta?
-Mi capacidad de superación tiene que ver con dos elementos: el primero es que creo profundamente en Dios y confío en que todo ocurre por y para algo. Lo otro es que tengo muy buen sentido del humor. Yo creo que cuando se juntan esas dos cosas, se puede potenciar el crecimiento personal, y eso te permite volver a pararte después de varios dolores.
-¿Por qué se interesó en la relación entre hombres y mujeres?
-Partí con eso en el Viva la diferencia, después de mi separación matrimonial, hace ya casi cinco años. Comencé a preguntarme qué había pasado y, producto de ello, empecé a trabajar en talleres con parejas, donde descubrí que los hombres y las mujeres tenían lenguajes distintos para expresar los conflictos. A partir de eso, decidí armar esta investigación, primero en Chile y luego en América latina, porque me molestaba mucho este eslogan de "hombres y mujeres somos iguales", que es muy distinto a hablar de igualdad de oportunidad o equidad de derecho. El concepto de igualdad nos ha hecho mucho daño. Nos ha hecho más competitivos de lo que naturalmente somos y evita las complementariedades, que es a lo que apunto en mi investigación. Ahí descubrí 16 diferencias estructurales, que no dependen de la cultura, y que en el fondo implican el concepto del Viva la diferencia como una fiesta o como una celebración de valorar lo distintos que somos.
-¿Cómo describiría usted esos distintos procesos mentales?
-Son muchas las cosas distintas. Hay algo clave: la tendencia retentiva de las mujeres versus la experiencia de soltar de los hombres. A partir de esta estructura biológica se desprenden una cantidad de características psicológicas, como la excelente memoria en las mujeres, la capacidad que tenemos de preguntar y de guardar cosas, en contraposición a la capacidad que tienen los hombres para avanzar y dar vuelta la página rápido después de las discusiones. Desde esas dos grandes diferencias se derivan las otras 14, algunas de las cuales tienen que ver con que los hombres funcionan sobre la base de objetivos y las mujeres, a partir de procesos o detalles. Los hombres generalmente hablan de sus conflictos cuando los tienen resueltos, las mujeres necesitamos hablar para resolverlos; los hombres funcionan mayoritariamente, a nivel neurofisiológico, con el sistema visual; las mujeres, con el auditivo.
-¿Nos reporta algún beneficio mantener estas diferencias?
-La riqueza misma del ser humano. Uno se valora distinto, y no solamente por el género. Valoramos a los más capacitados, a la gente de edad, a la gente más joven. Y si uno cree que esa diferencia puede aportar a la sociedad, creo que eso es mucho más enriquecedor que empezar a uniformar a todo el mundo, que es algo que nos hace perder la individualidad de saber desde dónde colaboramos con el proceso social. Por lo tanto, desde el punto de vista de la relación de pareja era superimportante mostrar que desde esa diferencia, desde mi ser mujer, yo tenía algo que decir a la sociedad, que es distinto de lo que tiene que decir un hombre, y que no es mejor ni peor, sino sencillamente diferente.
-¿Qué pasa cuando se alteran los papeles tradicionales?
-Da lo mismo, porque el asunto no pasa por un tema de roles. Si el hombre debe quedarse en casa cuidando a los niños y la mujer debe salir a trabajar, ella, desde ese salir a trabajar, tiene que tratar de ser lo más femenina posible. Por supuesto, aprendiendo habilidades masculinas, porque las va a tener que aprender. Y el hombre que se queda en la casa tendrá que ser lo más masculino posible, pero integrando atributos femeninos, porque los va a tener que integrar.
-¿Qué perdió y qué ganó la mujer con su nuevo rol en la sociedad?
-Lo que perdió o ganó depende de cómo cada una lo asuma, pero yo creo que la mujer chilena tendió a masculinizarse mucho, a hacerse fría y calculadora, para entrar en el mundo social, lo que es una pérdida gigante para la sociedad. No así la mujer argentina, que se ha masculinizado bastante menos. El hombre, en cambio, enriqueció su mundo emocional integrando elementos femeninos. Ha habido cierta evolución, debo reconocer, y la mujer ha ido entendiendo que no pasa por ahí el tema del liderazgo. Eso me hace pensar que estamos de alta y que la deuda que tenemos pendiente es con las adolescentes, hipermasculinizadas y jugando mucho a la igualdad, con todos los costos que ello implica.
-En ese sentido, ¿no habrá sido contraproducente haber tenido presidentas en la Argentina y en Chile?
-No, eso nos ayudó, porque en el caso de Michelle Bachelet, ella nunca traicionó su ser femenino. Si hay algo que le agradezco como mujer, es que no se haya masculinizado un ápice en su rol, un riesgo que corría con largueza. Yo creo que eso nos ayudó a encontrarnos con lo femenino, con lo delicado, con lo suave, con establecer un poder que tenía que ver más con el tema conciliatorio y no centrado en los objetivos. De hecho, creo que el gran porcentaje de éxito que tuvo al salir del gobierno tiene que ver con esas características femeninas, con ese espíritu conciliador, con haber formado un gobierno cercano a la gente.
-¿Qué decir de la Argentina y Cristina Kirchner?
-En la Argentina tienen un tema distinto con eso de ser femeninos. Si bien las argentinas tienen hartos problemas con el tema del envejecimiento, y rinden mucho culto al cuerpo, también funcionan en términos femeninos más profundamente que nosotras. En la Argentina se sigue valorando a los viejos, se les da respeto, se cocinan ñoquis. La presencia de Cristina es un tema que valora lo estético y la cosa más externa, pero lo ancestral de la mujer se trae de siempre. Yo creo que el problema argentino son las adolescentes, que si bien no están masculinizadas, están cayendo en un juego de igualdad medio peligroso en términos valóricos. Ahora, también creo que hay conductas afectivas en la Argentina mejores que las nuestras. Los hombres se expresan cariño libremente y acá sólo lo hacen cuando están borrachos. Los argentinos tienen una estructura mental y emocional mucho más libre, con los pros y los contras que ello conlleva.
-¿A qué refiere "juego de igualdad medio peligroso en términos valóricos"?
-Tiene que ver con comportamientos sexuales asociados con cierta libertad en el actuar adolescente argentino, del cual tampoco estamos exentos en Chile. En Europa ya vienen de vuelta. Hablo de poco autocuidado en los jóvenes. Creo que ésa es la palabra adecuada.
-¿Qué factores atentan contra la estabilidad de la pareja?
-El exceso de facilismo, el sentir que todo se puede conseguir rápidamente, deteriora el desarrollo de la fuerza de voluntad, que a mi juicio determina que un proceso amoroso de pareja se mantenga en el tiempo. El amor no es un sentimiento: es una decisión que se toma todos los días y por la cual hay que trabajar. Y cuando las cosas se ven tan fáciles, cuando es más cómodo comer en bandeja que en una mesa, cuando es mejor comer con la TV encendida, cuando todo parece tan fácil, empezamos a perder los valores centrales y sociales. Creo que el secreto del siglo XXI, aunque parezca raro, es volver a complicarse la vida, volver a aplicar fuerza de voluntad para mantener lo que es importante.
-¿Cómo generar una actitud de colaboración entre hombre y mujer?
-Entendiendo que el desarrollo de la pareja es el cimiento de la familia, que requiere tiempo y trabajo consciente, espacios concretos de diálogo, conversación y profundización. Hoy, tanto hombres como mujeres están preparados para una relación más complementaria y menos competitiva que antes, en la que se permiten tener roles más flexibles y entretenidos. Por supuesto, ello debe estar siempre gobernado por un esquema de relación de pareja sustentado por la decisión de amar.
-En su caso, ¿cuál fue la fórmula?
-La única fórmula es decidirse a ser feliz. Hacerse cargo de la propia vida. Cuando lo haces, estás mucho más preparada para vivir con otro. No puedes endosar al otro lo que no resuelves. Ahí es cuando las cosas no funcionan. Hoy es mucho más factible que antes tener un matrimonio para toda la vida. El problema es que las tolerancias, las paciencias y los tiempos han ido cambiando en un mundo que lo desecha todo, que a la orden de un "clic" elimina la foto que sale fea. Pareciera que hay que hacer desaparecer cualquier cosa que nos sea incómoda. Y una relación de pareja tiene, por base, imperfecciones.
-¿Por qué cree que su mensaje ha tenido tanto éxito?
-Dios me dio muchos dones, pero en el paquete no venían la delicadeza ni la fineza. Soy muy poco docta y, acaso por ello, puedo llegar al 90% de la gente que no tiene acceso a terapia. Me esfuerzo por bajar lo complejo de la investigación a palabras sencillas. Yo también pasé por etapas en las cuales consulté a tarotistas (labor que, realizada profesionalmente, encuentro muy válida), pero descubrí que tenía más que ver con mis miedos e inseguridades. Buscaba que me dieran una varita mágica y no me daba cuenta de que debía descubrirla por mí misma.
-¿Alcanzó a utilizar los resultados de su investigación en su propia vida?
-Con la investigación descubrí que no debí haberme casado. Y no porque me separé, que es muy distinto. Me casé muy inmadura, creo. El amor maduro y real lo viví con otra pareja, la que ya se fue. Antes me quejaba mucho más de lo que me quejo hoy en día. La investigación me enseñó a no hacerlo. Saqué adelante a mis hijos y volví a dar ayuda comunitaria sin mirar atrás.
-Su último libro trata sobre la seducción. ¿Qué le atrajo de este tema?
-Lo estudié en Latinoamérica y me impresionó el marcado cuidado de sí misma que tiene la mujer centroamericana, partiendo de que usa ropa interior bonita siempre. Una chilena se viste así sólo si va a ser vista. Si no tiene pareja, le da lo mismo. La mujer argentina también se descuida mucho después de casada.
Por Carlos Vergara (Corresponsal en Chile)
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DE LAS LIBRERIAS A LA TV
El nombre de Pilar Sordo saltó a la fama luego de que un popular humorista chileno, Coco Legrand, reconoció sobre el escenario del Festival de Viña del Mar haber basado su exitosa rutina en uno de los libros de la psicóloga, Viva la diferencia, versión que ha sido comparada con el recordado Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus, de John Gray. Inmediatamente, Pilar Sordo encabezó con esa publicación todos los rankings de ventas en Chile. Después vinieron Con el Coco en el diván, No quiero crecer y Lecciones de seducción.
A su trabajo como psicóloga clínica ha añadido una vasta ayuda social y repetidas apariciones en la radio y en la televisión, medio en el cual animó un programa femenino que, pese a las expectativas, no tuvo el éxito esperado.
¿MINISTRA? NO, GRACIAS
En marzo de este año, Pilar Sordo rechazó la oferta del presidente de Chile, Sebastián Piñera, para convertirse en ministro de Estado, a cargo del Servicio Nacional de la Mujer. Su nombre también sonó como posible ministro del Trabajo. "Me es más fácil estar detrás del escenario que saliendo en las fotos. Eso lo perdería. No vale lo mismo desde dónde uno habla. Me interesa que alguien comunista y alguien de extrema derecha me escuchen con el mismo respeto", explica la profesional. Hasta el día de hoy no pocos han vuelto a fijar la vista en ella, a meses de lo que se presume podría ser el primer cambio de gabinete en Chile. Con todo, ella sigue dictando charlas y brindando asesoría a pedido del gobierno, tal como lo hizo en la administración de Michelle Bachelet.
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