martes, 12 de octubre de 2010

Detectives argentinos, tras la huella de la infidelidad

Por Sol Amaya
lanacion.com
Ni pipa, ni boina, ni lupa. Un celular, preferentemente con cámara, y un buen par de zapatos por si hay que apurar la caminata para no perder el blanco. También algún software espía y mucha paciencia para esperar durante horas algún movimiento del objetivo.
Así trabajan los Sherlock Holmes locales en la actualidad, detectives privados que investigan, sobre todo, sospechas de infidelidad de algún marido o mujer desconfiados.
"¿Viste que somos reales?", dice Jack apenas se sienta en el café donde acordó una cita con esta cronista. "Es que la gente a veces piensa que somos personajes de ficción. Te juro que hasta me pidieron entrevistas sólo para corroborar si los detectives existen o no", explica el investigador de Detectives Argentinos.
Existen, a pesar de que la profesión no esté aún colegiada en la Argentina. "Lo que más hacemos es investigaciones de infidelidad. Por lo general son pedidos de mujeres que revisan el celular de sus maridos y comienzan a sospechar", cuenta Jack, que trabaja desde hace varios años en este rubro.
Una investigación por adulterio puede costar alrededor de 4000 pesos por semana y 750 pesos por día, más los gastos extra que deba hacer el detective mientras sigue a su blanco

Límites y recaudos. Cada miércoles, un grupo de estos trabajadores se reúne en un bar a intercambiar consejos y anécdotas. "Cuidamos nuestro trabajo, hay mucho chanta dando vuelta", explica.
Muchos de estos investigadores se formaron en la Primera Escuela Argentina de Detectives, que ya no existe. Allí, se enseñaban los elementos básicos de la actividad. "Se aprendía a recaudar pruebas, a hacer seguimientos y, sobre todo, a saber hasta dónde se puede llegar", cuenta.
Es que, al tratarse de cuestiones tan delicadas y que rozan la vida íntima de las personas, hay que tomar algunos recaudos. "El límite, en la mayoría de los casos, es la puerta de la casa. Yo lo puedo seguir al supuesto infiel hasta cualquier lugar, pero siempre lo espero en la puerta, salvo que el lugar al que ingrese sea público", expone.
Si el investigador es serio, asegura, siempre se mantiene dentro de la legalidad.
En otros países como Venezuela y México, los límites están más desdibujados. Algunos profesionales usan lo que se conoce como "la mujer carnada". Es decir, una mujer quiere saber si su esposo sería capaz de engañarla. Entonces, los detectives le "mandan" una joven atractiva para que los "tiente". "Por lo general caen", cuenta Jack.

Al acecho. "Entro al bar, pido un café y la cuenta, porque nunca se sabe en qué momento la persona que investigo se levanta y se va". Así suceden los días de Jack, a veces incluyen entre seis y siete horas diarias de seguimiento. Para disimular, lee el diario o se lleva la notebook. Trata de no quedarse mucho tiempo en el mismo lugar, para no despertar sospechas.
"A veces me para la policía, me pregunta qué estoy haciendo y cuando les cuento se me ríen. Hasta llegan a llamar a otros patrulleros para cerciorarse de que sea cierto", relata.
La herramienta fundamental de un detective, cuenta, es un buen par de zapatos acordonados. "Porque si tenés que correr, a perseguir o por ser perseguido, es lo único que no se te sale".
"Es apasionante hacer este trabajo. El arte de investigar es muy atractivo, sobre todo por la improvisación permanente que se hace en un día de trabajo", dice Eduardo, detective desde la década del 80, miembro de Estudio y Asociados .
El privilegio, asegura, es el de poder ser un observador en detalle de la cotidianeidad de los demás.

Resultados. Pero, ¿para qué sirven estas investigaciones? "Por lo general, esto se pide por una cuestión de dinero. Muchos hombres no paran hasta dejar a sus mujeres sin un peso. Y si la que pide la investigación es ella, y está despechada, también quiere dejar seco a su marido", cuenta Eduardo.
Fotos y filmaciones producto de estas investigaciones suelen ser llevadas ante la Justicia por la persona afectada por una pareja infiel. "A veces los jueces aceptan esto como pruebas, pero otras veces las desestiman", señala Eduardo. Lo ideal, agrega, es tener testigos, además de las imágenes.
Un dato curioso es que, según cuenta Jack, cada vez se descubren más infidelidades en donde un hombre casado engaña a su mujer con otro hombre.

Nuevas herramientas. Mientras cada individuo puede ser un enigma insoluble, un conjunto de ellos se comporta con exactitud matemática. Así reza una de las frases del famoso personaje de Arthur Conan Doyle.
Y eso es lo que sostienen los investigadores de hoy con respecto a las personas infieles. El modus operandi del que engaña a su pareja no cambia con el paso del tiempo. "La persona adúltera sigue cometiendo el error de ir siempre al mismo lugar con su amante. Eso es así al menos desde que estoy en la profesión", revela Eduardo.
Lo que sí se modificó con el paso de los años es el método de trabajo del detective. "Hoy, la tecnología reemplaza el viejo estilo Sherlock Holmes", coinciden.