Josefina Licitra
Para LA NACION
Déficit atencional (ADD), trastorno general del desarrollo (TGD), trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y trastorno de bipolaridad son algunos de los diagnósticos con los que los niños llegan a la consulta profesional con Juan Vasen. Pero Vasen, médico, psicoanalista y especialista en psiquiatría infantil, dice que buena parte de esos pacientes no suelen ser enfermos ni, mucho menos, criaturas destinadas a ser medicadas. Son, simplemente, niños sujetos al tiempo en el que viven. "A veces se les atribuye una patología y se los medica, cuando lo que les ocurre es que son chicos que responden a una familia y, sobre todo, a una época ?explica?. Las determinaciones de época son muy importantes. Tanto, que a veces los chicos se parecen más a la época que a sus propios padres."
Vasen trabaja con niños y adolescentes desde que, después de egresar de la carrera de Medicina, hizo la residencia en psicopatología infantil en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, donde luego se desempeñaría como jefe de residentes. Lleva publicados seis libros que intentan poner la niñez en contexto y cuestionan el método de tono fuertemente farmacológico que hoy tiene la ciencia para abordar los problemas infantiles, principalmente el llamado (y muy difundido) déficit atencional.
"Los psicofármacos cada vez tienen más presencia en la vida cotidiana de los chicos -advierte Vasen-. A veces, esta presencia llega acompañada por un criterio inteligente de utilización, ya que viene junto a un abordaje psicoterapéutico. Pero cualquier enfermedad que sea tratada con psicofármacos como única intervención en la vida de un chico, puede considerarse iatrogénica, es decir, responsabilidad del médico."
De acuerdo con Vasen, la década de los 90 fue una bisagra dentro de la psiquiatría infantil. Entonces, se comenzó a creer que cualquier producción del cerebro, incluida la subjetividad, era una consecuencia de los genes.
-¿Por qué esta lectura sería problemática?
-Porque es incorrecto y peligroso entender la biología como portadora del destino. Muchos profesionales incurren en una serie de proyecciones, en general catastróficas, que tienden a ser atemorizantes para los padres. Dicen cosas, como: «Este chico va a tener de por vida tal cuadro y tal medicación va a ser imprescindible». El chico pasa de padecer un síntoma a ser el síntoma. En muchas aulas, las maestras dicen: «Tengo un ADD», con lo cual se pierde algo de la singularidad del chico, se dejan de lado cosas tan importantes como el lugar que tiene el niño en la familia, la situación de sus padres, las fantasías del niño, las cosas que lo asustan. Se olvida que las determinaciones de época son productoras de subjetividad, de modos de ser de los chicos.
-¿A qué se refiere con «determinaciones de época»?
-A que, por ejemplo, cuando un chico está desatento, quizá no tenga un «déficit de atención», sino un déficit de interés, de motivación: está con su cabecita en otra cosa. Plantearlo como déficit y decir que no hay atención y entonces lo que falta es dopamina, tratar de resolver el problema con una pastilla, es un reduccionismo peligroso.
-Lo que usted dice es que un «niño ADD» no se distrae si, por caso, está viendo un programa de televisión que le gusta.
-Por supuesto que no se distrae. El 99% de los chicos mal llamados ADD, para mi gusto, no lo son. -Uno de los mayores problemas de los llamados «niños ADD» es su falta de atención en la escuela. ¿Esto puede deberse a un desfase entre los métodos de enseñanza y las formas de aprendizaje de los alumnos?
-Considero que sí. Según el criterio del chico, que no necesariamente debe ser acompañado, la escuela queda divorciada de lo que va a ser el mercado de trabajo futuro y la vida en general. Una vez un pacientito me dijo: «La escuela educa muy bien para la escuela». El sentía que la escuela no le servía para la vida.
-Cuando se relaciona un supuesto desorden psiquiátrico con un problema biológico, ¿qué responsabilidad les cabe a los padres sobre ese problema?
-En general, poca. Todos los psiquiatras que están claramente a favor de la medicación y los condicionantes genéticos, tienden a exculpar a los padres.
-Parece una revancha: cuando tuvo su auge el psicoanálisis, el origen de todo estaba en los padres?
-Sí. Y no sólo eso: los padres aparecían como culpables. Ni siquiera como responsables: culpables. Entonces, qué mejor que alguien venga a decir: «La culpa no es de ustedes». Ahora bien: los padres no deben ser inculpados, pero tampoco deben ser corridos de la responsabilidad que les atañe.
-¿Los padres sienten culpa de medicar a sus hijos?
-Tienen un sentimiento ambivalente. Pero pensemos esto en función de la época. Imaginemos que una familia relativamente humilde, con varios hijos y con padres que trabajan todo el día, tiene un hijo muy problemático. Ellos tienen que llevarlo a un tratamiento psicológico que implica ir dos veces por semana a un hospital, esperar una hora, ir, volver... Todo eso puede ser inadecuadamente reemplazado por un diagnóstico hecho a la carrera, un medicamento y un control mensual. Hay condiciones que hacen que la medicación sea un recurso mucho más cómodo para una persona con una existencia de por sí bastante incómoda.
-¿Cómo se llega a esta decisión en las clases medias o altas?
-La integración, el éxito que aparece como el paradigma de la integración, el ser famoso, el ser millonario, que son los horizontes vocacionales de muchos chicos cuando se los interpela, hacen que en los padres haya una obligación muy angustiante de capacitarlos para que no fracasen. Y esto hace que los medicamentos aparezcan como una solución que acalla el síntoma, que permite que el chico se adapte y siga en carrera, y que demanda menos de sus padres.
-Entonces, ¿en ningún caso es razonable medicar?
-No se puede generalizar. Lo que digo es que todas las prácticas tienen un límite. El psicoanálisis lo tiene, pero también la psicofarmacología lo tiene. A veces, medicar con buen criterio puede ser muy importante. Se puede ayudar a un chico muy agitado, excitado o aterrado, a disminuir esa sintomatología. Pero esto es distinto de una medicación que favorece la cosmética del comportamiento. Pretender que un chico viva medicado durante años termina escondiendo debajo de la alfombra un montón de tierra que después hace el camino intransitable.
EL PERSONAJE
JUAN VASEN
Psiquiatra infantil
Edad : 57 años; tiene dos hijos.
Actividad : atiende en forma privada y es cofundador del Programa Cuidar Cuidando, del zoológico porteño, para niños con problemas emocionales graves.
Libros : entre otros, escribió ¿Post mocositos?, Contacto animal y Fantasmas y pastillas.
Cuestionando Etiquetas : así se llama el grupo de profesionales que integra y que trabaja por la desmedicalización de la infancia.
lanacion.com
Para LA NACION
Déficit atencional (ADD), trastorno general del desarrollo (TGD), trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y trastorno de bipolaridad son algunos de los diagnósticos con los que los niños llegan a la consulta profesional con Juan Vasen. Pero Vasen, médico, psicoanalista y especialista en psiquiatría infantil, dice que buena parte de esos pacientes no suelen ser enfermos ni, mucho menos, criaturas destinadas a ser medicadas. Son, simplemente, niños sujetos al tiempo en el que viven. "A veces se les atribuye una patología y se los medica, cuando lo que les ocurre es que son chicos que responden a una familia y, sobre todo, a una época ?explica?. Las determinaciones de época son muy importantes. Tanto, que a veces los chicos se parecen más a la época que a sus propios padres."
Vasen trabaja con niños y adolescentes desde que, después de egresar de la carrera de Medicina, hizo la residencia en psicopatología infantil en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, donde luego se desempeñaría como jefe de residentes. Lleva publicados seis libros que intentan poner la niñez en contexto y cuestionan el método de tono fuertemente farmacológico que hoy tiene la ciencia para abordar los problemas infantiles, principalmente el llamado (y muy difundido) déficit atencional.
"Los psicofármacos cada vez tienen más presencia en la vida cotidiana de los chicos -advierte Vasen-. A veces, esta presencia llega acompañada por un criterio inteligente de utilización, ya que viene junto a un abordaje psicoterapéutico. Pero cualquier enfermedad que sea tratada con psicofármacos como única intervención en la vida de un chico, puede considerarse iatrogénica, es decir, responsabilidad del médico."
De acuerdo con Vasen, la década de los 90 fue una bisagra dentro de la psiquiatría infantil. Entonces, se comenzó a creer que cualquier producción del cerebro, incluida la subjetividad, era una consecuencia de los genes.
-¿Por qué esta lectura sería problemática?
-Porque es incorrecto y peligroso entender la biología como portadora del destino. Muchos profesionales incurren en una serie de proyecciones, en general catastróficas, que tienden a ser atemorizantes para los padres. Dicen cosas, como: «Este chico va a tener de por vida tal cuadro y tal medicación va a ser imprescindible». El chico pasa de padecer un síntoma a ser el síntoma. En muchas aulas, las maestras dicen: «Tengo un ADD», con lo cual se pierde algo de la singularidad del chico, se dejan de lado cosas tan importantes como el lugar que tiene el niño en la familia, la situación de sus padres, las fantasías del niño, las cosas que lo asustan. Se olvida que las determinaciones de época son productoras de subjetividad, de modos de ser de los chicos.
-¿A qué se refiere con «determinaciones de época»?
-A que, por ejemplo, cuando un chico está desatento, quizá no tenga un «déficit de atención», sino un déficit de interés, de motivación: está con su cabecita en otra cosa. Plantearlo como déficit y decir que no hay atención y entonces lo que falta es dopamina, tratar de resolver el problema con una pastilla, es un reduccionismo peligroso.
-Lo que usted dice es que un «niño ADD» no se distrae si, por caso, está viendo un programa de televisión que le gusta.
-Por supuesto que no se distrae. El 99% de los chicos mal llamados ADD, para mi gusto, no lo son. -Uno de los mayores problemas de los llamados «niños ADD» es su falta de atención en la escuela. ¿Esto puede deberse a un desfase entre los métodos de enseñanza y las formas de aprendizaje de los alumnos?
-Considero que sí. Según el criterio del chico, que no necesariamente debe ser acompañado, la escuela queda divorciada de lo que va a ser el mercado de trabajo futuro y la vida en general. Una vez un pacientito me dijo: «La escuela educa muy bien para la escuela». El sentía que la escuela no le servía para la vida.
-Cuando se relaciona un supuesto desorden psiquiátrico con un problema biológico, ¿qué responsabilidad les cabe a los padres sobre ese problema?
-En general, poca. Todos los psiquiatras que están claramente a favor de la medicación y los condicionantes genéticos, tienden a exculpar a los padres.
-Parece una revancha: cuando tuvo su auge el psicoanálisis, el origen de todo estaba en los padres?
-Sí. Y no sólo eso: los padres aparecían como culpables. Ni siquiera como responsables: culpables. Entonces, qué mejor que alguien venga a decir: «La culpa no es de ustedes». Ahora bien: los padres no deben ser inculpados, pero tampoco deben ser corridos de la responsabilidad que les atañe.
-¿Los padres sienten culpa de medicar a sus hijos?
-Tienen un sentimiento ambivalente. Pero pensemos esto en función de la época. Imaginemos que una familia relativamente humilde, con varios hijos y con padres que trabajan todo el día, tiene un hijo muy problemático. Ellos tienen que llevarlo a un tratamiento psicológico que implica ir dos veces por semana a un hospital, esperar una hora, ir, volver... Todo eso puede ser inadecuadamente reemplazado por un diagnóstico hecho a la carrera, un medicamento y un control mensual. Hay condiciones que hacen que la medicación sea un recurso mucho más cómodo para una persona con una existencia de por sí bastante incómoda.
-¿Cómo se llega a esta decisión en las clases medias o altas?
-La integración, el éxito que aparece como el paradigma de la integración, el ser famoso, el ser millonario, que son los horizontes vocacionales de muchos chicos cuando se los interpela, hacen que en los padres haya una obligación muy angustiante de capacitarlos para que no fracasen. Y esto hace que los medicamentos aparezcan como una solución que acalla el síntoma, que permite que el chico se adapte y siga en carrera, y que demanda menos de sus padres.
-Entonces, ¿en ningún caso es razonable medicar?
-No se puede generalizar. Lo que digo es que todas las prácticas tienen un límite. El psicoanálisis lo tiene, pero también la psicofarmacología lo tiene. A veces, medicar con buen criterio puede ser muy importante. Se puede ayudar a un chico muy agitado, excitado o aterrado, a disminuir esa sintomatología. Pero esto es distinto de una medicación que favorece la cosmética del comportamiento. Pretender que un chico viva medicado durante años termina escondiendo debajo de la alfombra un montón de tierra que después hace el camino intransitable.
EL PERSONAJE
JUAN VASEN
Psiquiatra infantil
Edad : 57 años; tiene dos hijos.
Actividad : atiende en forma privada y es cofundador del Programa Cuidar Cuidando, del zoológico porteño, para niños con problemas emocionales graves.
Libros : entre otros, escribió ¿Post mocositos?, Contacto animal y Fantasmas y pastillas.
Cuestionando Etiquetas : así se llama el grupo de profesionales que integra y que trabaja por la desmedicalización de la infancia.
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