sábado, 12 de junio de 2010

La hormona del proteccionismo

CRISTINA DE MARTOS
MADRID.- La oxitocina alcanzó la fama por ser la molécula del amor, la que se libera durante el sexo, pero los efectos de este pequeño péptido van mucho más allá. Es la responsable del vínculo madre-hijo, la que está detrás de la confianza y, según informa ahora la revista 'Science', la que provoca que los grupos estén internamente cohesionados y traten de defenderse de las amenazas externas. Algunos han visto en este nuevo descubrimiento una posible aplicación bélica.
Los economistas llaman altruismo parroquial a la tendencia a colaborar con individuos que están próximos y, a la vez, mostrar cierta hostilidad frente a aquellos que están más alejados. Este concepto tiene otras acepciones más populares como tribalismo o sectarismo y ha constituido un enigma para los etólogos ya que esta actitud va en detrimento del sujeto pero en beneficio del grupo.
Sin embargo, este misterio podría tener ya una solución. Un equipo del departamento de Psicología de la Universidad de Ámsterdam (Holanda) ha realizado varios experimentos que constatan que detrás de este altruismo parroquial se encuentra, una vez más, la oxitocina.
Un arma de doble filo
La producción de este neuromodulador se activa en presencia de estímulos placenteros como comer o mantener relaciones sexuales. Además de su función en el parto y el puerperio, la oxitocina se asocia con una mayor empatía y generosidad. Cuando se administra de forma exógena "promueve la confianza y la cooperación y reduce las posibilidades de sacar provecho de los demás", indican los autores en las páginas de 'Science'
Sin embargo, no se han analizado sus posibles efectos sobre las relaciones intra e intergrupales ya que aquí "la cooperación adquiere un objetivo y un significado radicalmente distintos", señala el artículo. Dentro de un colectivo, funciona para preservar, defender y fortalecer los lazos, de forma que indirectamente se debilita a los competidores. Es un arma de doble filo.
Igual que la oxitocina, a la luz de los resultados presentados por el equipo holandés. En sus experimentos, decenas de jóvenes jugaron diferentes versiones del dilema del prisionero, con la particularidad de que media hora antes de empezar debían esnifar de un bote que contenía, en la mitad de los casos oxitocina y en la otra una sustancia inocua.
Distribuidos en grupos de tres, cada individuo debía elegir de qué forma mover su dinero y los más altruistas resultaron ser aquellos que habían esnifado el neuromodulador, que distribuían sus posibles en busca del beneficio de sus compañeros de terna más que el suyo propio.
En defensa del bien común
Parecía evidente que la oxitocina les hacía cooperar más con sus colegas pero, ¿les haría también defenderlos en caso de amenaza externa? Para determinar esta cuestión, pusieron en marcha una versión algo más compleja del citado dilema en la cual cabía la posibilidad de que el grupo sufriera graves pérdidas si los contrincantes decidían no colaborar con ellos.
Ante la amenaza, muchos de los participantes no se inmutaron pero aquéllos bajo los efectos de la hormona adoptaron posturas defensivas, cogiendo el dinero de los oponentes y reduciendo al mínimo las potenciales pérdidas se su grupo. Se acabó la confianza en el de enfrente.
Algunos han relacionado este altruismo parroquial con el terrorismo y la guerra, ya que, como insinúan estos resultados, "podría haber una base biológica para pensar que el altruismo y la agresión están más próximos de lo que se había pensado", indica un artículo que acompaña a este estudio.
"El mensaje importante es que la oxitocina no sólo promueve la generosidad, la benevolencia y la confianza", señala Carsten De Dreu, especialista en Psicología y principal autor del estudio. Probablemente, es determinante a la hora de cohesionar los grupos y, por tanto, clave en la defensa de los mismos.
elmundo.es

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