Como el chanta nacional, el garca vernáculo lustra tantos rostros que su clasificación sería imposible, ya que prolifera y se reproduce a lo largo y a lo ancho del suelo patrio como el yuyo, tan libre, en las Pampas. Está en las oficinas, en las fábricas, en los negocios, en los comités, en los cuarteles. Se los ve por la tele a diario.
Por eso, sin pretender agotar semejante tema más vasto que nuestras copiosas llanuras, mencionemos cuatro tipos completamente reconocibles, identificables, de los más a mano.
Garca a calzón quitado .
Este espécimen es reconocible, al menos, a una cuadra de distancia. Su “ser garca” primario lo delata en cada gesto. Tiene cara de garca, pinta de garca, habla como un garca, se comporta siempre –y sin vacilar– como un garca y no se molesta en disimular su condición neta y profunda porque le encanta no sólo ser un garca sino demostrarlo, incesante.
El tipo se vanagloria de lo que es y el resto le importa un comino. Se revela enseguidita, en cuanto toma contacto con alguien que él considera inferior (la mayor parte del género humano, desde luego), pero en especial cuando trata con camareras, mozos, taxistas, vendedores, porteros y cadetes: el desprecio que les hace sentir tiene el espesor de una multitud tratando de pasar por un alfiler de gancho. Es cierto que el personaje provoca una sensación que se sitúa en el vasto arco que va desde el simple rechazo hasta la náusea pero, al menos, reconozcámoslo, resulta sincero, tan claro como el sol al mediodía, sin baches fisuras: un garca hecho y derecho, del cual podremos esperar prepotencia, maltrato y encarnizamiento sin derecho al pataleo porque se muestra tal cual es y avisa.
Garca misterioso.
Este es mucho más complicado. Se hace cuesta arriba entenderlo. Pero te revienta igual. Sólo que uno no llega a saber ni por qué. Es un garca enigmático, que no tiene maneras de garca y parece neutro, casi inofensivo, incluso cándido, hasta que llega el momento fatal: ahí actúa igual que el más abierto, sólo que su víctima ni se da cuenta. Se trata de un ejemplar complejo, pero letal. Lleno de vueltas y revueltas, en general silencioso, lleva su aire de misterio como el conde Drácula su capa, con ligereza y estilo. Y nunca se llega a saber por qué este tipo tan raro de garca finalmente te garca. Pero que lo hace, no te queda la menor duda.
Garca pedagógico.
Este ejemplar es más común de lo que se piensa y se da mucho entre la llamada clase dirigente. Ecuánime, ilustrado, siempre practicando un discurso políticamente correcto, el personaje te explica y hasta el no deseado detalle por qué y cómo te garca. En general, recurre a un argumento superador, capaz de justificar su devastación: un dios, la patria, el hogar. Y te pasa con dos trenes por encima ida y vuelta, pero mientras te va contando que lo hace en nombre de un objetivo o fin que uno mismo estaría encantado de que se cumpliera. Lo de que el fin justifica los medios, para él significa religión suprema, sólo que para la víctima implica una catástrofe. Este tipo de perverso no sólo te garca sino que te convence de que lo hace por tu propio bien … y el de las futuras generaciones.
Garca simpático.
Este acaso sea el más perfecto garca, un garca al cuadrado. Porque te manda de golpe al subsuelo sin el menor aviso y con ademán amable. Ni te das cuenta: es un garca con anestesia.
El tipo es el más entrador de todos los buenos, se muestra diligente por tu vida y la de tu familia. Derrocha cordialidad y afecto por los cuatro costados. Por lo cual, su ingenua víctima no sólo no está prevenida respecto del cacho horrendo de persona que tiene enfrente sino que, encima, la cree su amiga, luego de tanto elogio recibido, amistosa palmada y familiaridad insólita. Pero es un garca y un garca de gran porte porque cuando te vacuna ni te das cuenta. Te dice algo tan grato que no llegás a comprender cómo ese gesto mínimo y casi disimulado, en realidad, supone una condena grotesca. El fulgor de su sonrisa te embriaga siempre como una canción o un perfume. Pero te liquidó y eso es lo realmente cierto.
Desde luego, la lista resulta incompleta e invito a los lectores a superar las tantas fallas. Al fin y al cabo sólo quise retratar mínimamente a un tipo más o menos fatal de argentino con el que solemos vernos las caras, para mal de todos, casi a diario.
clarin.com
Por eso, sin pretender agotar semejante tema más vasto que nuestras copiosas llanuras, mencionemos cuatro tipos completamente reconocibles, identificables, de los más a mano.
Garca a calzón quitado .
Este espécimen es reconocible, al menos, a una cuadra de distancia. Su “ser garca” primario lo delata en cada gesto. Tiene cara de garca, pinta de garca, habla como un garca, se comporta siempre –y sin vacilar– como un garca y no se molesta en disimular su condición neta y profunda porque le encanta no sólo ser un garca sino demostrarlo, incesante.
El tipo se vanagloria de lo que es y el resto le importa un comino. Se revela enseguidita, en cuanto toma contacto con alguien que él considera inferior (la mayor parte del género humano, desde luego), pero en especial cuando trata con camareras, mozos, taxistas, vendedores, porteros y cadetes: el desprecio que les hace sentir tiene el espesor de una multitud tratando de pasar por un alfiler de gancho. Es cierto que el personaje provoca una sensación que se sitúa en el vasto arco que va desde el simple rechazo hasta la náusea pero, al menos, reconozcámoslo, resulta sincero, tan claro como el sol al mediodía, sin baches fisuras: un garca hecho y derecho, del cual podremos esperar prepotencia, maltrato y encarnizamiento sin derecho al pataleo porque se muestra tal cual es y avisa.
Garca misterioso.
Este es mucho más complicado. Se hace cuesta arriba entenderlo. Pero te revienta igual. Sólo que uno no llega a saber ni por qué. Es un garca enigmático, que no tiene maneras de garca y parece neutro, casi inofensivo, incluso cándido, hasta que llega el momento fatal: ahí actúa igual que el más abierto, sólo que su víctima ni se da cuenta. Se trata de un ejemplar complejo, pero letal. Lleno de vueltas y revueltas, en general silencioso, lleva su aire de misterio como el conde Drácula su capa, con ligereza y estilo. Y nunca se llega a saber por qué este tipo tan raro de garca finalmente te garca. Pero que lo hace, no te queda la menor duda.
Garca pedagógico.
Este ejemplar es más común de lo que se piensa y se da mucho entre la llamada clase dirigente. Ecuánime, ilustrado, siempre practicando un discurso políticamente correcto, el personaje te explica y hasta el no deseado detalle por qué y cómo te garca. En general, recurre a un argumento superador, capaz de justificar su devastación: un dios, la patria, el hogar. Y te pasa con dos trenes por encima ida y vuelta, pero mientras te va contando que lo hace en nombre de un objetivo o fin que uno mismo estaría encantado de que se cumpliera. Lo de que el fin justifica los medios, para él significa religión suprema, sólo que para la víctima implica una catástrofe. Este tipo de perverso no sólo te garca sino que te convence de que lo hace por tu propio bien … y el de las futuras generaciones.
Garca simpático.
Este acaso sea el más perfecto garca, un garca al cuadrado. Porque te manda de golpe al subsuelo sin el menor aviso y con ademán amable. Ni te das cuenta: es un garca con anestesia.
El tipo es el más entrador de todos los buenos, se muestra diligente por tu vida y la de tu familia. Derrocha cordialidad y afecto por los cuatro costados. Por lo cual, su ingenua víctima no sólo no está prevenida respecto del cacho horrendo de persona que tiene enfrente sino que, encima, la cree su amiga, luego de tanto elogio recibido, amistosa palmada y familiaridad insólita. Pero es un garca y un garca de gran porte porque cuando te vacuna ni te das cuenta. Te dice algo tan grato que no llegás a comprender cómo ese gesto mínimo y casi disimulado, en realidad, supone una condena grotesca. El fulgor de su sonrisa te embriaga siempre como una canción o un perfume. Pero te liquidó y eso es lo realmente cierto.
Desde luego, la lista resulta incompleta e invito a los lectores a superar las tantas fallas. Al fin y al cabo sólo quise retratar mínimamente a un tipo más o menos fatal de argentino con el que solemos vernos las caras, para mal de todos, casi a diario.
clarin.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario