Cecelia Draghi
LA NACION
Como Canadá y Bélgica, la Argentina cuenta con el primer Banco de Germoplasma de Hongos Micorrícicos Arbusculares in vitro que permite formular biofertilizantes.
Dos grandes cámaras de cultivo albergan cepas aisladas en Córdoba, La Rioja, Salta y en Buenos Aires, y reemplazan a hectáreas de campo en el Laboratorio de Microbiología del Suelo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.
"Este banco de micorrizas in vitro es único en el país y está inscripto en el World Data Centre for Microorganisms, es decir que está reconocido a nivel mundial. Resulta un elemento muy importante porque permite realizar los estudios básicos necesarios para el desarrollo de biofertilizantes", indica la doctora Alicia Godeas, desde el cuarto piso del Pabellón II de la porteña Ciudad Universitaria.
Allí funciona esta iniciativa bajo su dirección en la que participa un grupo de jóvenes investigadores.
Las micorrizas constituyen una asociación simbiótica entre hongos y raíces vegetales, en la que ambos se benefician. Uno le da al otro lo que necesita para vivir. Por esas cosas de la naturaleza, un nutriente clave, el fósforo, no está siempre disponible para las plantas. Y aquí entran en escena estos hongos, que aumentan el volumen de suelo explorado por las raíces, transportando fósforo desde el suelo hasta las plantas. Estas los recompensan con azúcares necesarios para su crecimiento.
Sociedad de ayuda mutua
Este mutualismo presenta a la hora de estudiarlo una gran dificultad, dado que estos hongos del suelo, denominados Glomeromycota, no pueden sobrevivir sin una planta que los hospede. Entonces, ¿cómo cultivarlos artificialmente en cápsulas de unos centímetros de diámetro en laboratorios científicos? "Toda la metodología es bastante complicada. Raíces de zanahorias modificadas genéticamente con la bacteria Agrobacterium rhizogenes, -explica- tienen la propiedad de crecer en medios de cultivo en pequeñas cajas de vidrio." En ellas se coloca el hongo y se reproduce lo que ocurre en el terreno, pero en poco espacio y en menor tiempo.
Además, este sistema posee la ventaja de no estar contaminado por otros microorganismos indeseados. "Hemos logrado cultivar in vitro 37 especies en estado puro, y hay otras en vías de purificación. Este número es muy significativo, dado que equivale a la que tienen otros bancos de importancia mundial", compara.
Hace cuatro años, germinó esta iniciativa en la Argentina, que siguió la experiencia de otros países desarrollados, en especial Bélgica y Canadá. No faltaron dificultades para lograr este Banco de Glomeromycota In vitro (BGIV), que hoy "permite la conservación y documentación de cepas aisladas a partir de diferentes áreas naturales y agrícolas de la República Argentina. Además, proveemos a los distintos centros de investigación y sectores industriales, germoplasma de alta calidad y libre de contaminantes", precisan desde su página www.bgiv.com.ar.
El material que ofrece este banco permite estudiar en laboratorio posibles combinaciones de especies necesarias para desarrollar fertilizantes microbianos. "Las micorrizas contribuyen a mejorar el crecimiento de las plantas en suelos erosionados y degradados, existiendo, por lo tanto, un interés agronómico creciente en el tema. Nosotros hoy buscamos una forma de guardar la biodiversidad fúngica necesaria para formular biofertilizantes", concluye Godeas.
Centro de Divulgación Científica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA
lanacion.com
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Como Canadá y Bélgica, la Argentina cuenta con el primer Banco de Germoplasma de Hongos Micorrícicos Arbusculares in vitro que permite formular biofertilizantes.
Dos grandes cámaras de cultivo albergan cepas aisladas en Córdoba, La Rioja, Salta y en Buenos Aires, y reemplazan a hectáreas de campo en el Laboratorio de Microbiología del Suelo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.
"Este banco de micorrizas in vitro es único en el país y está inscripto en el World Data Centre for Microorganisms, es decir que está reconocido a nivel mundial. Resulta un elemento muy importante porque permite realizar los estudios básicos necesarios para el desarrollo de biofertilizantes", indica la doctora Alicia Godeas, desde el cuarto piso del Pabellón II de la porteña Ciudad Universitaria.
Allí funciona esta iniciativa bajo su dirección en la que participa un grupo de jóvenes investigadores.
Las micorrizas constituyen una asociación simbiótica entre hongos y raíces vegetales, en la que ambos se benefician. Uno le da al otro lo que necesita para vivir. Por esas cosas de la naturaleza, un nutriente clave, el fósforo, no está siempre disponible para las plantas. Y aquí entran en escena estos hongos, que aumentan el volumen de suelo explorado por las raíces, transportando fósforo desde el suelo hasta las plantas. Estas los recompensan con azúcares necesarios para su crecimiento.
Sociedad de ayuda mutua
Este mutualismo presenta a la hora de estudiarlo una gran dificultad, dado que estos hongos del suelo, denominados Glomeromycota, no pueden sobrevivir sin una planta que los hospede. Entonces, ¿cómo cultivarlos artificialmente en cápsulas de unos centímetros de diámetro en laboratorios científicos? "Toda la metodología es bastante complicada. Raíces de zanahorias modificadas genéticamente con la bacteria Agrobacterium rhizogenes, -explica- tienen la propiedad de crecer en medios de cultivo en pequeñas cajas de vidrio." En ellas se coloca el hongo y se reproduce lo que ocurre en el terreno, pero en poco espacio y en menor tiempo.
Además, este sistema posee la ventaja de no estar contaminado por otros microorganismos indeseados. "Hemos logrado cultivar in vitro 37 especies en estado puro, y hay otras en vías de purificación. Este número es muy significativo, dado que equivale a la que tienen otros bancos de importancia mundial", compara.
Hace cuatro años, germinó esta iniciativa en la Argentina, que siguió la experiencia de otros países desarrollados, en especial Bélgica y Canadá. No faltaron dificultades para lograr este Banco de Glomeromycota In vitro (BGIV), que hoy "permite la conservación y documentación de cepas aisladas a partir de diferentes áreas naturales y agrícolas de la República Argentina. Además, proveemos a los distintos centros de investigación y sectores industriales, germoplasma de alta calidad y libre de contaminantes", precisan desde su página www.bgiv.com.ar.
El material que ofrece este banco permite estudiar en laboratorio posibles combinaciones de especies necesarias para desarrollar fertilizantes microbianos. "Las micorrizas contribuyen a mejorar el crecimiento de las plantas en suelos erosionados y degradados, existiendo, por lo tanto, un interés agronómico creciente en el tema. Nosotros hoy buscamos una forma de guardar la biodiversidad fúngica necesaria para formular biofertilizantes", concluye Godeas.
Centro de Divulgación Científica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA
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