LONDRES.- Cuando Elvis Presley murió, en 1977, su manager, el coronel Tom Parker, sugirió que esto había sido "una buena movida en términos de su carrera". En efecto, el fallecimiento de Presley dio un impulso considerable a las ventas de sus discos y al culto a su persona. Algo similar ocurrió tras la prematura muerte de John Lennon, Johnny Cash, Kurt Cobain, Jimmi Hendrix, Jim Morrison, Janis Joplin, Buddy Holly o el rapero Notorius Big, entre otros. En la Argentina, cómo olvidar, no sólo la inesperada muerte de Gardel, sino, más recientemente, la de los bailanteros Gilda y Rodrigo -este último no sólo fue comparado con un héroe griego, sino que llegó a elevar el precio de las parcelas vecinas a la suya en el cementerio donde fue enterrado-.
Pero nada se asemeja al fenómeno emocional y comercial desatado tras la muerte de Michael Jackson. Su caso volvió a poner sobre el tapete la cuestión de la fama después de la muerte, aunque remixada: a pesar de haberse convertido en un ser extravagante y recluido en los últimos años, con acusaciones de abuso de menores manchando su imagen, las nuevas tecnologías hicieron que el fenómeno de su fallecimiento no tuviera paralelo.
Por ejemplo, Ethan Zuckerman, investigador de la Universidad de Harvard, calculó que un 15 por ciento de los mensajes de Twitter mencionaban a Jackson el día en que comenzaron a circular rumores sobre su muerte, mientras que temas álgidos como Irán o la gripe A jamás lograron superar el 5 por ciento. Al día siguiente, 9 de cada 10 álbumes vendidos en iTunes eran de Michael Jackson; Amazon.com había agotado todos los CD del cantante y las casas de música en todo el planeta se estaban quedando sin stock de sus discos más famosos.
En Internet, los sitios de noticias, Facebook y los blogs personales se inundaron de tributos, y hubo desde vigilas en Tokio y París hasta "moonwalks" masivas en Londres y peregrinaciones a su placa en el Paseo de las Estrellas de Los Angeles. No sólo todos los medios llevaron el tema en sus noticias centrales, sino que hubo casos como Smash Hits, una legendaria revista de pop británica desaparecida en 2004, que revivió por un solo número para marcar la muerte de Michael Jackson.
En Inglaterra, destino de la gira para la cual el Rey del Pop estaba incansablemente ensayando al momento de morir, en vez de devolver el dinero a quienes habían comprado entradas ofreció una entrada conmemorativa del fallecimiento del astro -y la medida fue increíblemente popular-. Por demanda del público, el espectáculo seguirá adelante, y aunque no se sabe bien quién reemplazará a Jackson, ni cómo lo hará, todas las localidades están agotadas.
Esto, además, recién empieza: se estima que Michael Jackson será el artista de todos los tiempos que más dinero recaudará después de su muerte, superando incluso sus ganancias en vida.
Mucho puede decirse sobre la genialidad creativa e interpretativa de Jackson, pero su fallecimiento puso en evidencia, además, el fenómeno mundial de las celebrity deaths, o muertes de celebridades y sus efectos sobre las masas.
Kate Woodthorpe es una investigadora de la Open University, del Reino Unido, que se ha dedicado a estudiar la muerte en las sociedades mediáticas. En diálogo con LNR explicó que el gran debate gira en torno a la forma en que la gente expresa públicamente su respuesta al fallecimiento de una celebridad que nunca conoció personalmente: ¿es una forma posmoderna de conexión humana o sólo una especie de "dolor recreacional"?
"Todo -asegura- está atado al debate contemporáneo sobre la «autenticidad» de la muerte, sus efectos sobre terceros y el punto hasta el cual los medios amplifican los acontecimientos, tema sobre el que hubo mucha especulación tras la muerte de la princesa Diana."
Pero no todo el sentimiento que se ve en casos como el de Jackson, asegura, es falso o inventado: para las personas comunes existe un factor movilizador genuino en la nostalgia y el deseo de sentirse parte de un acontecimiento que está teniendo tanta repercusión en sociedades de individuos aislados.
"Existe una teoría muy popular dentro del mundo académico respecto de que las personas mantienen lazos que permanecen en el tiempo con los muertos célebres y puede ser que veamos esto de una manera sin precedentes con Jackson -sostiene Woodthorpe-. Si se combina el legado musical que deja con los incentivos financieros de muchos para mantener su trabajo vigente, posiblemente sus herederos ganen más dinero con él muerto que en vida. Pero la pregunta se mantiene: ¿la nostalgia que motiva a los consumidores podrá mantenerse o su dinero disponible pronto pasará a la siguiente noticia caliente?"
Simon Warner, profesor de música popular en la Universidad de Leeds, ya ve señales que levantan dudas al respecto. El impacto, aunque sin precedente, se predijo que podría ser más fuerte aún (Jackson no logró un número uno póstumo en los charts británicos, por ejemplo) y Warner lo adjudica a que las manifestaciones de dolor on-line, como fue la mayor parte, no suelen reflejar la misma profundidad de sentimiento que las de la vida real.
"Me parece que las tan comentadas canciones que se bajaron masivamente de Internet fueron un tributo superficial al astro. Fans o curiosos con un interés mórbido no tenían más que hacer un clic en la pantalla de su computadora para rendir su ciberhomenaje. No reflejan lo mismo que el gesto activo de un fan que visita la ciudad natal de su ídolo o va a la disquería a comprar físicamente un disco", subraya Warner.
Aunque, naturalmente, de esto último también hubo. "Las comparaciones en los medios hablan del fallecimiento de Elvis, del de John Lennon, pero, para mí, la muerte de Michael Jackson sólo fue cercana a otra muerte de una celebridad: la de la princesa Diana. Desde un punto de vista británico, las escenas que presenciamos en los días inmediatamente posteriores a la muerte de Jackson, los peregrinajes, los altares paganos, los admiradores devastados, eran altamente reminiscentes de la muerte de la princesa en 1997", dice Christopher Wiley, director de la maestría en Música de la City University de Londres.
Wiley cuenta cómo ambas muertes fueron un shock absoluto: "Estoy seguro de que no fui la única persona que se quedó hasta tarde en la noche pegado a la televisión para ver si los rumores se confirmaban". Y recuerda haber pensado que estaba viendo una de las grandes historias de nuestra década desarrollarse, "uno de esos momentos de noticias muy especiales: uno siempre recordará exactamante dónde estaba y qué estaba haciendo cuando se enteró".
De Kennedy a la princesa Diana, evidentemente, uno de los factores que tradicionalmente más han potenciado el efecto de la muerte de una celebridad es la idea de que se cortó una vida antes de florecer del todo. ¿Cómo entra la muerte de Jackson, que para muchos se había convertido en "Wacko Jacko", o un delirante con lo mejor de su carrera bien enterrado en el pasado, en este esquema?
"No debemos olvidar que Jackson estaba trabajando en su próximo tour al morir -señala Wiley-. Así que, aunque no murió tan joven como otras figuras de la industria del entretenimiento, su vida acabó cuando todavía estaba activo como artista, y eso es importante: sugiere que todavía tenía mucho para brindarle al mundo."
"En el rock -señala por su parte Warner- existe el llamado Club 27, conformado por estrellas tales como Hendrix, Morrison, Joplin, Jones, Cobain, que murieron a esa edad enfatizando el ethos de live fast, die young («vive rápido, muere joven») de esa escena musical. Pero Michael Jackson murió a la relativamente tardía edad de 50. Cuando Presley murió, pudo haber sido considerado un hombre obeso de edad madura cuyo estrellato musical estaba bien en el pasado. En 2009, tenemos otra idea de lo que es ser estrella pop: alguien de 70 ya no se considera viejo, y Mick Jagger, Paul McCartney, Bob Dylan y Elton John continúan tocando en vivo como si tuvieran 25 y no 65 años. Jackson era distinto de ellos, sin embargo. Había trabajado tanto para cultivar el mito de Peter Pan, la idea del niño que nunca crece, que su muerte envió un fuerte sacudón a la psiquis universal. Si hasta el niño genio puede morir, también nos puede ocurrir a todos nosotros."
Woodthorpe aclara que, más que morir joven, un factor fundamental es la causa de la muerte. "¡Hay algo inherentemente más magnético en la muerte de James Dean en un accidente de auto que en la muerte de Elvis en un inodoro! Tiene que ver con lo que los estudiosos del tema han llamado lo sexy de la muerte", sostiene.
Y, en ese sentido, la muerte de Jackson, rodeada de misterio, fue comprensiblemente fascinante. Jackson no sólo era un artista increíblemente talentoso y original. Según Warner, Jackson no sólo era un cantante, compositor y bailarín extraordinario: era también un enigma, una tragedia, un alma perdida, una prueba del culto a la juventud del siglo XX, una reflexión viva de que las heridas raciales en EE.UU. no han cicatrizado y un emblema de lo disfuncional de la familia contemporánea, tanto en cuanto a la que lo vio nacer como a la que formó a su alrededor. Sus propias aventuras maritales y como padre, tanto con Lisa Marie Presley como con las madres de sus hijos, fueron absolutamente confusos.
Su fallecimiento, rodeado de detalles oscuros y teorías conspirativas, de la misma manera que su vida, no hace más que provocar mayores interrogantes que respuestas, y el misterio que siempre envolvió a Michael Jackson continúa.
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