Nora Bär
LA NACION
Súbitamente, un destello ilumina el cielo de Buenos Aires al tiempo que se oye un ruido atronador. Un instante más tarde, la ciudad y sus alrededores, 50 km a la redonda, no existen, volatilizados en una gigantesca explosión. Millones de toneladas de material se elevan por los aires al tiempo que los fragmentos del colosal cascotazo que acaba de estrellarse contra esta zona del mapa son despedidos como proyectiles en todas direcciones.
Aunque cueste creerlo, esta historia es casi verídica..., salvo por algunos detalles fundamentales. No ocurrió en la época presente, sino hace entre 130.000 y 380.000 años, cuando no existían ni Buenos Aires ni había seres humanos en el continente americano. Y no fue en el estuario del Río de la Plata, sino algo más al Sur: en un área de 90 km2 conocida como Bajada del Diablo, en el norte de lo que es hoy la provincia de Chubut, 120 km al sudeste del pueblo de Gan-Gan, donde actualmente viven 800 personas.
Los rastros del fabuloso impacto, que dejó más de 100 hondonadas de entre 60 y 350 metros de diámetro, y de 30 a 50 metros de profundidad, componen lo que investigadores del Conicet acaban de identificar como el mayor campo de cráteres del hemisferio sur y probablemente del planeta.
"En el mundo se conocen nueve campos, que en total tienen alrededor de 170 cráteres; el de Bajada del Diablo por sí solo tiene 100 reconocidos y podría llegar a tener hasta. Es más grande que el que arrasó Tunguska, en Siberia, en 1908, es seguramente el más grande del hemisferio sur y podría resultar el mayor del planeta cuando terminemos nuestras investigaciones", dice Rogelio Acevedo, del Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic), uno de los autores del trabajo que se publica en el número de septiembre de la revista Geomorphology yen el que exponen sus estudios el propio Acevedo, Jorge Rabassa, Max Rocca, J. F. Ponce y Hugo Corbella.
Fue Corbella quien, hace dos décadas, dio la primera voz de alerta.
"El doctor Corbella, que es petrólogo [geólogo especializado en el estudio de las rocas], estaba estudiando rocas alcalinas -dice Acevedo-. El recogió los primeros indicios. A partir de eso, hicimos un primer viaje de reconocimiento con recursos propios, como siempre sucede en la geología cuando se trata de un trabajo nuevo. Luego, gracias a un subsidio de la provincia de Chubut y otro de la National Geographic Society, pudimos contar con los fondos para un nuevo viaje de exploración que nos permitió seguir adelante." Actualmente, los científicos también reciben subsidios, apoyo y recursos de la Planetary Society, de la doctora Adriana Ocampo (de la NASA), del doctor Jesús Martínez-Frías (del Centro de Astrobiología de Madrid) y del doctor William MacDonald (de la Universidad de Binghamton, EE.UU.).
Según explica Acevedo, los cráteres (que pueden verse perfectamente desde Google Earth) tienen un diámetro comparable con el de una cancha de fútbol. "Y para hacerse una idea de la zona que ocupan, sólo de Puerto Madero a Castelar hay unos 50 km...", dice.
Su naturaleza y características geomorfológicas indican que todos los impactos se produjeron simultáneamente. Calculan que hay un mínimo de 206 cráteres agrupados en tres áreas. Hasta ahora, cien de esas estructuras circulares fueron identificadas en imágenes satelitales y diez de ellas fueron reconocidas en el campo.
Además del gran número de cráteres y las dimensiones del área que ocupan, el hallazgo ya atrajo el interés internacional por diversas razones.
"Los cráteres están extraordinariamente bien preservados por las condiciones inusuales del clima de la zona, que es extremadamente seco, y porque es un área prácticamente deshabitada, de modo que no han sufrido ninguna perturbación humana -dice Rabassa-. Otro dato de interés es que son muy recientes: tienen más de 130.000 y hasta un millón de años. Si pensamos que las rocas más antiguas conocidas del planeta tienen 3800 millones de años, en términos geológicos es anteayer. Por otro lado, tenemos 18 impactos en rocas basálticas, volcánicas, algo que hasta ahora sólo se había encontrado en una oportunidad. Ese es el tipo de impacto que les interesa a los planetólogos, porque son los que se han encontrado en Mercurio, en la Luna, en Marte, en Venus. Suponemos que va a ser un avance muy importante en análogos del Sistema Solar, ya que en nuestro planeta estas formas desaparecen muy rápidamente por acción de los procesos naturales que modelan la superficie del planeta. Lo que tenemos que dilucidar es cuál fue el agente que los produjo. No sabemos si fue un meteorito o un cometa, sólo que el objeto penetró en la atmósfera y se desintegró, por eso tenemos estos 150 cráteres simultáneos. Lamento usar esta imagen, pero fue como una bomba de racimo: se partió en un gran número de partículas más pequeñas, algunas de las cuales pueden haber medido tan sólo unos metros de diámetro. Siendo tan reciente, podemos utilizarlo como modelo para calcular qué ocurriría si esto volviera a producirse. De hecho, parte de nuestro proyecto será tratar de modelar qué impacto produciría en la región pampeana o incluso en un área urbana..."
lanacion.com
Aunque cueste creerlo, esta historia es casi verídica..., salvo por algunos detalles fundamentales. No ocurrió en la época presente, sino hace entre 130.000 y 380.000 años, cuando no existían ni Buenos Aires ni había seres humanos en el continente americano. Y no fue en el estuario del Río de la Plata, sino algo más al Sur: en un área de 90 km2 conocida como Bajada del Diablo, en el norte de lo que es hoy la provincia de Chubut, 120 km al sudeste del pueblo de Gan-Gan, donde actualmente viven 800 personas.
Los rastros del fabuloso impacto, que dejó más de 100 hondonadas de entre 60 y 350 metros de diámetro, y de 30 a 50 metros de profundidad, componen lo que investigadores del Conicet acaban de identificar como el mayor campo de cráteres del hemisferio sur y probablemente del planeta.
"En el mundo se conocen nueve campos, que en total tienen alrededor de 170 cráteres; el de Bajada del Diablo por sí solo tiene 100 reconocidos y podría llegar a tener hasta. Es más grande que el que arrasó Tunguska, en Siberia, en 1908, es seguramente el más grande del hemisferio sur y podría resultar el mayor del planeta cuando terminemos nuestras investigaciones", dice Rogelio Acevedo, del Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic), uno de los autores del trabajo que se publica en el número de septiembre de la revista Geomorphology yen el que exponen sus estudios el propio Acevedo, Jorge Rabassa, Max Rocca, J. F. Ponce y Hugo Corbella.
Fue Corbella quien, hace dos décadas, dio la primera voz de alerta.
"El doctor Corbella, que es petrólogo [geólogo especializado en el estudio de las rocas], estaba estudiando rocas alcalinas -dice Acevedo-. El recogió los primeros indicios. A partir de eso, hicimos un primer viaje de reconocimiento con recursos propios, como siempre sucede en la geología cuando se trata de un trabajo nuevo. Luego, gracias a un subsidio de la provincia de Chubut y otro de la National Geographic Society, pudimos contar con los fondos para un nuevo viaje de exploración que nos permitió seguir adelante." Actualmente, los científicos también reciben subsidios, apoyo y recursos de la Planetary Society, de la doctora Adriana Ocampo (de la NASA), del doctor Jesús Martínez-Frías (del Centro de Astrobiología de Madrid) y del doctor William MacDonald (de la Universidad de Binghamton, EE.UU.).
Según explica Acevedo, los cráteres (que pueden verse perfectamente desde Google Earth) tienen un diámetro comparable con el de una cancha de fútbol. "Y para hacerse una idea de la zona que ocupan, sólo de Puerto Madero a Castelar hay unos 50 km...", dice.
Su naturaleza y características geomorfológicas indican que todos los impactos se produjeron simultáneamente. Calculan que hay un mínimo de 206 cráteres agrupados en tres áreas. Hasta ahora, cien de esas estructuras circulares fueron identificadas en imágenes satelitales y diez de ellas fueron reconocidas en el campo.
Además del gran número de cráteres y las dimensiones del área que ocupan, el hallazgo ya atrajo el interés internacional por diversas razones.
"Los cráteres están extraordinariamente bien preservados por las condiciones inusuales del clima de la zona, que es extremadamente seco, y porque es un área prácticamente deshabitada, de modo que no han sufrido ninguna perturbación humana -dice Rabassa-. Otro dato de interés es que son muy recientes: tienen más de 130.000 y hasta un millón de años. Si pensamos que las rocas más antiguas conocidas del planeta tienen 3800 millones de años, en términos geológicos es anteayer. Por otro lado, tenemos 18 impactos en rocas basálticas, volcánicas, algo que hasta ahora sólo se había encontrado en una oportunidad. Ese es el tipo de impacto que les interesa a los planetólogos, porque son los que se han encontrado en Mercurio, en la Luna, en Marte, en Venus. Suponemos que va a ser un avance muy importante en análogos del Sistema Solar, ya que en nuestro planeta estas formas desaparecen muy rápidamente por acción de los procesos naturales que modelan la superficie del planeta. Lo que tenemos que dilucidar es cuál fue el agente que los produjo. No sabemos si fue un meteorito o un cometa, sólo que el objeto penetró en la atmósfera y se desintegró, por eso tenemos estos 150 cráteres simultáneos. Lamento usar esta imagen, pero fue como una bomba de racimo: se partió en un gran número de partículas más pequeñas, algunas de las cuales pueden haber medido tan sólo unos metros de diámetro. Siendo tan reciente, podemos utilizarlo como modelo para calcular qué ocurriría si esto volviera a producirse. De hecho, parte de nuestro proyecto será tratar de modelar qué impacto produciría en la región pampeana o incluso en un área urbana..."
lanacion.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario