LA NACION
El 49,9 por ciento de los porteños son singles, es decir, personas que no están comprometidas en una relación sentimental. Esa categoría incluye a solteros, separados, divorciados y viudos.
Hoy los singles o gente sin pareja encarnan el grupo demográfico de mayor dinamismo y de más rápido y sostenido crecimiento en el mundo occidental. Y esa ola de solos, que nació con el siglo XXI, también cubre la Argentina. El fenómeno impar se vincula a la "transgresión" de los paradigmas familiares tradicionales, la longevidad, las exigencias de la vida urbana y a la propia dinámica pendular de las relaciones de pareja.
Los demógrafos del Primer Mundo advierten que se extienden los períodos de "soledad" de la población como llagas o recreos de la vida adulta.
Por elección o imposición, en el país crecen sin cesar los que renuncian a la convivencia de a dos. Para muchos, eso ni siquiera supone una opción, ya que carecen de un socio sentimental.
Ese viraje, observan los sociólogos, viene alterando las formas de vida y de relación.
Lejos de los rótulos de "solterones", los singles vernáculos han logrado reubicarse en el imaginario social, empujados por el número de su manada.
Según el Departamento de Análisis Demográfico de la ciudad, ese conjunto representaba el 26,5% de la población capitalina en 1980. Creció al 46,3% en 1991 y, como se dijo, hoy son el 49,9% de los porteños. Claro que la medición no indaga en su estatus afectivo, sólo los ubica entre quienes no poseen una pareja conviviente.
Un estudio de la consultora Advise arroja que hoy cuatro de cada diez porteños, de entre 25 y 65 años, dice estar "desemparejado", aunque reconocen que podrían cambiar de categoría si encontraran complicidad. Lo engorroso, confiesa el 76% de los 1426 encuestados, es que no la encuentran y reafirman no haber abdicado en la búsqueda.
El avance de los singles corre a la par de la fragilidad de las uniones, con 56,2 divorcios cada 100 matrimonios porteños, según la Encuesta Anual de Hogares (EAH).
En las clases sociales mejor posicionadas, los singles son escudriñados por los analistas de mercado que les adjudican, en promedio, un 30% más de gasto que a los unidos. Consumen más tecnología, viajes, ocio, gastronomía, elementos de cuidado personal, moda y vida sana. Son más "salidores", hedonistas y obsesivos ante los signos de envejecimiento, señalan estudios de Ipsos y Trendsity.
Al margen de su peso en la economía real, su revalorización la confirman quienes ven en su estatus una reivindicación de los espacios de intimidad y libertad individual.
"Las carencias afectivas del single se compensan con los logros profesionales, los hijos, amigos y su intensa vida social", explica la psicóloga y analista de tendencias Mariela Mociulsky. "Los más jóvenes priorizan su desarrollo laboral y relegan el proyecto de familia. En los de mediana edad, la característica común es que son muy exigentes e inconformistas. Prefieren andar solos si no tienen a su lado al compañero ideal", describe Mociulsky.
En el escenario global, la Unión Europea lleva la delantera en cantidad de gente que vive sola, un modo indirecto de vislumbrar a los singles . Y hasta el Foro Económico de Davos los estudió en 2007, bajo el tema The Single Economy . Aunque ahora en tiempos de crisis y desempleo, el Viejo Continente les arrebató gran parte de su encanto.
En Europa, superan los 170 millones de personas, según Eurostat. Irlanda se ubica en la pole position , con un 55% de hogares unipersonales. En Nueva York, el 50% de su población vive sola. Y en París suman más los hogares de un adulto, con o sin hijos, que los conformados por parejas.
Según la última medición de la EAH, en la ciudad de Buenos Aires el 29,6% de los porteños vive solo. El sociólogo francés Jean-Claude Kauffman, ubicó el origen del fenómeno a partir de lo que llamó las "trayectorias de autonomía" de las mujeres.
Vistos como individualistas y hasta egocéntricos, lo que instala el fenómeno single en la escena mundial, según Kauffman, "son aspiraciones bastante altas de lo que ellos consideran felicidad y plenitud, y le exigen mucho al amor y a la pareja. Si no hallan lo que buscan, optan por la soledad".
Georgina Binstock y Rosa Geldstein, demógrafas del Centro de Estudios en Población (Cenep) analizan el fenómeno desde otra perspectiva. Afirman que la inestabilidad de las uniones, junto con la postergación en la edad para el primer enlace entre los jóvenes y el incremento en la expectativa de vida, entre otros puntos, empujan los episodios de soltería. Rehúsan analizar una categoría fluctuante como la de los singles , ya que, dicen, desconocen cuántas personas hacen de ese estadío una opción vital de soledad y cuántos se enrolan en relaciones efímeras o cama afuera. Las conclusiones poblacionales a nivel nacional que le brindaron al Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), sin embargo, se resumen en estos puntos:
- Los últimos tres censos (1980, 1991 y 2001) muestran que la suma de los no unidos (solteros, separados, divorciados y viudos ) se incrementaron del 40%, en 1980, al 45% en 2001.
- Los casados disminuyeron del 60 al 55% en el mismo período.
- Los solteros crecieron del 31 al 34 %, y los separados y divorciados, del 2 al 5%. Aunque este porcentaje que parece exiguo se realiza sobre el total de la población de 14 años y más.
- Los analistas tocan otro punto medular. Mónica López Andrade, especialista en terapia de parejas, explica que una porción creciente de los singles responde a la adolescencia tardía, la comodidad, la incapacidad para relacionarse, la autopreservación y un valor secundario dado a la pareja.
"El miedo a reeditar fracasos, la liberación que sienten al dejar atrás una convivencia infeliz, las ansias de no rendir cuentas y la inversión del tiempo en ellos mismos son también cuestiones de peso para no emprender nuevos vínculos", señala.
Y enfatiza una observación de consultorio: "Hay serias dificultades en las relaciones interpersonales y la cultura digital propicia simulacros de relación. No hay tiempo para el otro, pero sí para hacer más cosas: chequear mails, estar en la Web, ir al gimnasio y cumplir más de lo que se les exige con lo laboral. Quizá sea en el trabajo donde hoy se descarga gran parte de la libido".
Victoria Mazzeo, jefa del departamento de Análisis Demográfico de la Dirección General de Estadísticas y Censos del gobierno porteño, analizó para La Nacion algunos de los principales cambios de lo que los especialistas definen como "mercado matrimonial en la ciudad". Entre ellos:
Menos matrimonios
- En Buenos Aires, la tasa bruta de nupcialidad descendió el 40 por ciento en los últimos 18 años. En 1990, la tasa de matrimonios era de 7,4 casamientos por cada 1000 habitantes. En la última medición de 2007 se redujo a 4,4.
- La edad para la primera unión se elevó a los 32 años, en los hombres, y a los 30,6, en la mujer.
- La tasa de uniones en hombres es superior a la de las mujeres. Esto se explica por la mayor presencia femenina en la ciudad y por la mayor reincidencia matrimonial del varón (15,8% contra el 10,6% de la mujer).
- Las porteñas solteras, no unidas y viudas, representan el 54,2% del total de la población femenina de la ciudad de Buenos Aires. En la misma categoría, los hombres representan el 44,9 por ciento de la población.
- Entre los 35 y los 54 años, las mujeres separadas (el 43,8% en esa franja) duplican a los varones separados en ese mismo rango de edad.
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