El término tiene origen inglés, como tantos otros relacionados con la moda, y es producto de una larga historia. La novelista Elinor Glyn lo impuso en los años '20 y la actriz de cine mudo, Clara Bow, lo encarnó en una película llamada, justamente, “It”: una historia del estilo de “Secretaria ejecutiva”, en el que una chica ambiciosa logra sobresalir gracias a una mezcla perfecta de viveza, sex appeal y belleza.
La palabrita, que quiere decir “esto” en español, ahora volvió al ruedo y en la versión del nuevo milenio significa algunas cosas más que a Glyn nunca se le cruzaron por la cabeza. Una chica “it” es básicamente hermosa. También joven, elegante y atractiva. Pero, a diferencia de otras mujeres, tiene “eso” indefinible que hace que las cámaras la adoren y el resto de las mortales mueran por parecerse a ellas.
Lo que hoy constituye un plus para esa definición que se forjó en los albores del cine y en medio del ascenso del “sistema” de las celebrities, es la “fashionmanía” de los 2000 y la divulgación exponencial de la web. Las “it” de hoy no solo son capturadas por los flashes en alfombras rojas y boliches de moda, sus looks son analizados en las páginas web de las principales revistas femeninas y elevadas a la categoría de íconos por las bloggeras que superpueblan la galaxia virtual.
Chicas de hoy. Vestirse bien es básico para una “it”. Pero, “vestirse bien”, no significa combinar adecuadamente los colores o lucir los ítems de la temporada. Sino atreverse a marcar un rumbo, ser armónica pero también revolucionaria. En ese sentido, “it” significa casi lo mismo que otro término del inglés habitual en estos días: “trendsetter” (marcador de tendencia). Pero tiene un plus que va más allá de la moda hacia aspectos netamente sociales. Una chica “it” también suele ser miembro de la “high class” o del “star system”, o está relacionada profesionalmente con el ambiente fashion. La seguridad en sí misma es su rasgo determinante, por eso la cualidad “it” es tan frecuente en hijas de celebrities o de miembros destacados de la sociedad, acostumbradas desde la infancia a ser perseguidas por las cámaras o a ser observadas con lente de aumento en cada momento de sus vidas.
Ese es el caso de Giorgia Jagger, hija de Mick y Jerry Hall, por estos días consagrada como modelo, tapa de las principales revistas del mundo y dueña de una belleza exótica. O el de Charlotte Casiraghi, hija de la bella Carolina, dueña del rasgo más característico de una chica “it”: una elegancia casi rústica, sin excesos ni artificios.
De reciente ingreso en la aristocracia de la imagen, Kate Middleton ostenta el mayor privilegio que distingue a muchas mujeres “it”: sus looks son copiados y versionados. Se discuten hasta en el mínimo detalle en blogs y en twitter y tienen más fanáticas que detractoras.
Pero tal vez es la casi desconocida Alexa Chung quien mejor encarna el espíritu “it”. Esta inglesa, hija de padre chino, empezó su carrera como modelo, para dedicarse más tarde a la conducción de programas relacionados con la moda. Hace un par de años se mudó a los Estados Unidos y hoy ostenta el mérito de ser considerada una de las mujeres que mejor se visten en el mundo. Ese es su mayor y casi único éxito. Tiene varios blogs de fans (uno de ellos se encarga de reproducir día a día sus looks y otro se llama “I want to be Alexa Chung”) y las adolescentes (y no tanto) copian sus “outfit”, supersencillos pero con detalles glam que se distinguen de la media.
La elevación de la casi desconocida Alexa Chung a la categoría de ícono de la moda se enlaza con el auge de la “moda real”, un concepto que popularizó Scott Schuman en su hoy famoso blog “The Sartorialist”. Allí, por primera vez, la gente común era protagonista y sus looks espontáneos eran observados por millones de seguidores. El ejemplo se multiplicó. Tal como señala la antropóloga Paula Sibilia en su libro “La intimidad como espectáculo” (FCE), “el espectáculo de la realidad tiene éxito. Todo vende más si es real”. En el éxito de las mujeres “it”, hay algo de rechazo a un estilo artificioso. Quienes las imitan, presumen que estas chicas se permiten mostrar en público algo que constituye su cotidianidad y no el resultado de una producción “para las cámaras”.
Glam local. Concepción Cochrane Blaquier es a la Argentina, lo que Alexa Chung a los Estados Unidos. Con el condimento de pertenecer a una familia tradicional, a una estirpe de bellas mujeres y de ser, ella misma, diseñadora de moda. La eficacia de sus looks es un secreto de fashionistas. Pero lo más importante, es que su estilo innovador no es intencionalmente creado para las revistas de moda: Concepción siempre fue una “trendsetter” y su fuerte personalidad es un atractivo irresistible.
Una poco más grande, Juliana Awada tienen el mismo efecto de naturalidad. El lujo y la complicación no son lo suyo y tiene tanto charme como para verse armoniosa aún en zapatillas.
Entre las celebrities, Natalia Oreiro tiene el atractivo de atreverse a jugar con los estilos. Un juego que se transformó en empresa cuando fundó Las Oreiro. Sus atrevidos “outfit” son objeto de deseo de muchísimas mujeres, hoy convertidas en fieles clientas.
Con un estilo más clásico, Carla Peterson es una experimentadora de la moda que las cámaras adoran. Y Calu Rivero, una chica “it”en ascenso, con un encanto especial que se acentúa con cada año que pasa.
En la Argentina, la actividad de la web no es tan incesante como en los Estados Unidos, pero ya casi todos los portales de peso tienen un apartado destinado a analizar el look de las famosas. Las chicas “it” siempre salen indemnes del escrutinio y viven su minuto de gloria virtual. Las marcas las buscan para capitalizar su prestigio y firman con ellas redituables contratos, hasta que la incesante rueda de la moda las desplaza en busca de otros rostros, cuerpos y actitudes. La siempre vigente ley de la selva, pero en versión fashion.
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