"El objetivo es que el compañero sexual sienta que es la primera vez para la mujer. Es como si borráramos físicamente el pasado sexual de ella", explica el doctor Luis González por teléfono. Y remarca: "sólo físicamente, claro".
Él practica la himenoplastia como tantos otros cirujanos plásticos que 'devuelven' la virginidad –aunque sea de manera ficticia- a unas 30 mujeres al mes en Tegucigalpa a través de una operación de reconstrucción del himen. La intervención se hace en el quirófano, dura 50 minutos como máximo y cuesta 30.000 lempiras (1500 dólares).
Es habitual entre las jóvenes con medios de Tegucigalpa –"las clases altas salen del país y las bajas no pueden permitírselo"- que encuentran en esta operación el medio para complacer a sus futuros maridos o novios con la posesión de su virginidad, tan valorada por los hombres y la familia en una sociedad tradicional como la hondureña.
Honor familiar
Algunas de las mujeres que acuden a la consulta del doctor González han disfrutado de una vida sexual activa de la que, por lo general, se arrepienten cuando conocen al que dice ser el hombre de su vida y hay expectativas de boda.
"En sus pláticas, el novio admite la trascendencia de que una mujer no haya tenido relaciones sexuales previas. Entonces, ellas se sienten culpables y les da vergüenza reconocer su experiencia", explica el cirujano sobre la primera categoría de pacientes que recibe.
Otras mujeres son menores de edad y acuden acompañadas de sus madres, que hacen de portavoces de una familia que creen 'ultrajada'. El novio de la hija "la usó, la dejó" y enlodó el apellido familiar. Lo sabe el círculo de amistades y no ven posibilidades de que algún jovencito de bien quiera ser su marido.
"Éste es un factor poderosísimo. Normalmente la hija se lo cuenta a la madre, a quien ve como cómplice, porque se siente responsable. Aquí, recuperar el himen de la muchacha es como limpiar el honor familiar para que nadie piense que hicieron mal su trabajo. Por supuesto, el padre no sabe nada", matiza González, que hace también de confesor en un país donde los psicólogos están en quinto plano.
Divinidad y doble moral
La himenoplastia se practica, sobre todo, en mujeres de 18 a 25 años. La virginidad se sigue valorando incluso entre los hombres y mujeres jóvenes, según los estudios realizados por el Centro de Derechos de la Mujer (CDM). Este dato sorprende teniendo en cuenta el grado de concupiscencia que alcanzan los bailes en los locales de moda de Tegucigalpa.
"Es una doble moral. El escenario es más liberal que hace décadas pero el factor Dios sigue pesando muchísimo. Esta es una sociedad profundamente religiosa de moral cristiana. Esa educación hace que la virginidad adquiera un valor simbólico de divinidad para la mujer y su familia", apunta la psicóloga Regina Fonseca, coordinadora del Programa de Derechos Sexuales y Reproductivos del CDM.
Explica que esa visión romántica hace que muchas mujeres no vivan una sexualidad libre por temor al 'pecado', al rechazo del futuro padre de sus hijos –no le conocen, pero su educación les ha preparado para el gran día- o a degradar a su familia.
La mujer se percibe como criminal, se siente culpable y se justifica diciendo: "pensé que estaba enamorado de mí", "lo hice porque iba a casarse conmigo"… "Nosotros no tenemos fundamentalismo islámico pero sí otros tipos de fundamentalismo religioso", señala aguda la psicóloga, aludiendo a algunos miembros del nuevo gobierno vinculados al Opus Dei y a la reciente prohibición por parte del Congreso Nacional de la pastilla del 'plan B' –'pastilla del día después'-.
Mujer 'cama' o 'mesa'
La divinidad que otorga ser virgen es sólo para la mujer, independientemente de su clase social. El hombre la exige pero no rinde cuentas de su condición. Y ahí está una causa fundamental de la himenoplastia en Honduras, según Regina Fonseca: el modelo patriarcal.
"Ser el primero para tu mujer te da poder. Las mujeres modernas de Tegucigalpa son, en muchas ocasiones, espejismos. En ellas también perdura el modelo de 'mujer como cama o como mesa' de los países machistas", asevera.
Prueba de ese machismo –basta con poner un pie en la calle- es el alto índice de abusos sexuales en Honduras. Entre enero y agosto de 2009 se contaron casi 2000 denuncias ante el Ministerio Público, según la Fiscalía Especial de la Mujer.
Las jóvenes víctimas de violaciones conforman la numerosa tercera categoría de pacientes que recibe el cirujano Luis González en su consulta de la capital: "Detrás de la himenoplastia hay muchísimos abusos sexuales, diría que la mayoría". Las jóvenes entran al quirófano para restablecer su himen como manera de suprimir el trauma, pero nunca a la consulta de un psicólogo.
Según Fonseca, la relación de dominación del hombre sobre la mujer es más visible en Honduras que en Europa –"allí es más sutil"- y menos que en algunos países árabes, donde la himenoplastia puede ser la salvación de un crimen de honor o la única esperanza para casarse.
En Honduras existe una fuerte presencia de familias de origen árabe palestino que hoy rodean las altas esferas del poder. Acerca de la posible relación que pudiera existir entre las pacientes del cirujano y las descendientes de estas familias –sus abuelos llegaron en el siglo XIX y montaron pequeños negocios que les permitió mandar a sus hijos a estudiar a Estados Unidos-, el doctor González no confirma nada: "La verdad es que nunca lo había pensado".
elmundo.es
Él practica la himenoplastia como tantos otros cirujanos plásticos que 'devuelven' la virginidad –aunque sea de manera ficticia- a unas 30 mujeres al mes en Tegucigalpa a través de una operación de reconstrucción del himen. La intervención se hace en el quirófano, dura 50 minutos como máximo y cuesta 30.000 lempiras (1500 dólares).
Es habitual entre las jóvenes con medios de Tegucigalpa –"las clases altas salen del país y las bajas no pueden permitírselo"- que encuentran en esta operación el medio para complacer a sus futuros maridos o novios con la posesión de su virginidad, tan valorada por los hombres y la familia en una sociedad tradicional como la hondureña.
Honor familiar
Algunas de las mujeres que acuden a la consulta del doctor González han disfrutado de una vida sexual activa de la que, por lo general, se arrepienten cuando conocen al que dice ser el hombre de su vida y hay expectativas de boda.
"En sus pláticas, el novio admite la trascendencia de que una mujer no haya tenido relaciones sexuales previas. Entonces, ellas se sienten culpables y les da vergüenza reconocer su experiencia", explica el cirujano sobre la primera categoría de pacientes que recibe.
Otras mujeres son menores de edad y acuden acompañadas de sus madres, que hacen de portavoces de una familia que creen 'ultrajada'. El novio de la hija "la usó, la dejó" y enlodó el apellido familiar. Lo sabe el círculo de amistades y no ven posibilidades de que algún jovencito de bien quiera ser su marido.
"Éste es un factor poderosísimo. Normalmente la hija se lo cuenta a la madre, a quien ve como cómplice, porque se siente responsable. Aquí, recuperar el himen de la muchacha es como limpiar el honor familiar para que nadie piense que hicieron mal su trabajo. Por supuesto, el padre no sabe nada", matiza González, que hace también de confesor en un país donde los psicólogos están en quinto plano.
Divinidad y doble moral
La himenoplastia se practica, sobre todo, en mujeres de 18 a 25 años. La virginidad se sigue valorando incluso entre los hombres y mujeres jóvenes, según los estudios realizados por el Centro de Derechos de la Mujer (CDM). Este dato sorprende teniendo en cuenta el grado de concupiscencia que alcanzan los bailes en los locales de moda de Tegucigalpa.
"Es una doble moral. El escenario es más liberal que hace décadas pero el factor Dios sigue pesando muchísimo. Esta es una sociedad profundamente religiosa de moral cristiana. Esa educación hace que la virginidad adquiera un valor simbólico de divinidad para la mujer y su familia", apunta la psicóloga Regina Fonseca, coordinadora del Programa de Derechos Sexuales y Reproductivos del CDM.
Explica que esa visión romántica hace que muchas mujeres no vivan una sexualidad libre por temor al 'pecado', al rechazo del futuro padre de sus hijos –no le conocen, pero su educación les ha preparado para el gran día- o a degradar a su familia.
La mujer se percibe como criminal, se siente culpable y se justifica diciendo: "pensé que estaba enamorado de mí", "lo hice porque iba a casarse conmigo"… "Nosotros no tenemos fundamentalismo islámico pero sí otros tipos de fundamentalismo religioso", señala aguda la psicóloga, aludiendo a algunos miembros del nuevo gobierno vinculados al Opus Dei y a la reciente prohibición por parte del Congreso Nacional de la pastilla del 'plan B' –'pastilla del día después'-.
Mujer 'cama' o 'mesa'
La divinidad que otorga ser virgen es sólo para la mujer, independientemente de su clase social. El hombre la exige pero no rinde cuentas de su condición. Y ahí está una causa fundamental de la himenoplastia en Honduras, según Regina Fonseca: el modelo patriarcal.
"Ser el primero para tu mujer te da poder. Las mujeres modernas de Tegucigalpa son, en muchas ocasiones, espejismos. En ellas también perdura el modelo de 'mujer como cama o como mesa' de los países machistas", asevera.
Prueba de ese machismo –basta con poner un pie en la calle- es el alto índice de abusos sexuales en Honduras. Entre enero y agosto de 2009 se contaron casi 2000 denuncias ante el Ministerio Público, según la Fiscalía Especial de la Mujer.
Las jóvenes víctimas de violaciones conforman la numerosa tercera categoría de pacientes que recibe el cirujano Luis González en su consulta de la capital: "Detrás de la himenoplastia hay muchísimos abusos sexuales, diría que la mayoría". Las jóvenes entran al quirófano para restablecer su himen como manera de suprimir el trauma, pero nunca a la consulta de un psicólogo.
Según Fonseca, la relación de dominación del hombre sobre la mujer es más visible en Honduras que en Europa –"allí es más sutil"- y menos que en algunos países árabes, donde la himenoplastia puede ser la salvación de un crimen de honor o la única esperanza para casarse.
En Honduras existe una fuerte presencia de familias de origen árabe palestino que hoy rodean las altas esferas del poder. Acerca de la posible relación que pudiera existir entre las pacientes del cirujano y las descendientes de estas familias –sus abuelos llegaron en el siglo XIX y montaron pequeños negocios que les permitió mandar a sus hijos a estudiar a Estados Unidos-, el doctor González no confirma nada: "La verdad es que nunca lo había pensado".
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