lunes, 1 de noviembre de 2010

Terapia y entrenamiento para vencer la timidez

Si me invitaban a una reunión, desde el mismo día de la invitación ya me ponía a pensar en esa noche . Desde quiénes irían y qué dirían de mí, hasta en qué momento llegar y cuándo irme. Lo que para mucha gente era irrelevante, a mí me desvelaba.
Era una lucha insoportable ”. Valeria F. es actriz, tiene 29 años y una larga lista de sábados de avestruz, como los llama ella: de agachar la mirada y quedarse en un rincón de la reunión. De llegar en puntas de pie y de irse sin saludar, rogando no coincidir con alguien en el ascensor o en la puerta. Todos creían que era un freak, pero no: era tímida, una alteración que afecta al 10% de los adultos, según la Organización Mundial de la Salud, y que si no se supera puede ser patológica.
“En algún momento todos experimentamos incertidumbre o inseguridad al conocer a alguien, pero luego generalmente nos habituamos y nos sentimos cómodos. Eso es la timidez, una inhibición natura l, pero que no interfiere en nuestra cotidianeidad”, explica el doctor Gustavo Bustamante, director del Fobia Club, una institución que trabaja con diferentes tipos de trastornos. “Sin embargo, cuando la alteración continúa y la persona tiene dificultades para desarrollar su vida social es cuando hay que tratarla”, completa.
La licenciada en Psicología Lidia Bequer, directora del Centro del Bienestar, apunta que “un gran porcentaje de la población sufre cuando se relaciona con los demás. Las raíces se encuentran en los pensamientos negativos que se tiene de sí. De los problemas emocionales es el más habitual y el que menos se atiende”.

Pero la timidez crónica tiene cura. En las instituciones dedicadas al tema, los pacientes son tratados con una terapia cognitiva comportamental . “Se practica un entrenamiento en habilidades en público”, agrega Bustamante. Se trabaja sobre el lenguaje corporal, concretamente sobre la manera de usar las manos y los gestos. Se educa para que se utilicen de manera asertiva, para que acompañen también lo que se quiere decir. También se apunta al contacto físico, para erradicar la vergüenza en el tacto simple. De igual modo, se solicita que los pacientes preparen un discurso y lo lean adelante del público. El lapso de recuperación, asegura el médico, es breve: “En 12 semanas ya hay resultados positivos”.

Ahora bien, ¿dónde se origina la timidez? El lugar de eclosión es esa patria en la que se cocinan los complejos y las dudas: la adolescencia . Allí el porcentaje es mayor: el 40% de los chicos es tímido . Cuando los granos se van y el cuerpo estirado deja de ser informe, la timidez también hace las valijas. Pero permanece en el 10% de la población. En el resto vuelve en situaciones puntuales, esporádicas. Ese 10% también lo puede superar. “Tarda, pero finalmente el tímido, tratándose, logra hablar con su jefe para pedir aumento. O consigue hablar en público”, afirma el licenciado Manuel Tomé, de la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad. “Cuando no lo hace, cuando su comportamiento comienza a verse condicionado negativamente –no va a reuniones, no pregunta en la calle, no consigue pareja–, ya se transforma en otra cosa. Es ahí cuando hablamos de un Trastorno de Ansiedad Social (TAS)”, agrega.

Según los especialistas, si bien la timidez puede tener un componente genético, se macera mayormente en la psiquis . Allí es dónde anidan los fantasmas, un cóctel en el que se mezclan el temor a la observación y la baja autoestima . Todo batido en una mente –la del tímido– que cavila, “que no para de funcionar. Son personas con temor a no cumplir las expectativas sociales”, agrega Tomé.
Pero detrás de todo tímido parpadea el espíritu de una persona sensible y perspicaz. Así lo demuestra un estudio de la Stony Brook University de Nueva York. Científicos de esa universidad escrutaron la actividad cerebral de individuos tímidos y hallaron que tenían un funcionamiento más intenso ante ciertos estímulos. El estudio, en definitiva, demostró que aquello que registramos de los tímidos –introspección, retraimiento, silencios– es un impulso vital de una altísima autoconciencia. “Los tímidos –aporta Alfredo Cía, psiquiatra– son incapaces de manejar los síntomas : el rubor, la transpiración o los temblores”.

Tímidos –o tímidas– como Valeria F, la chica del comienzo, que tras años de padecer ese sordo malestar pudo dominarlo gracias a la terapia. “Cambió todo mi alrededor –dice–. Fue como empezar a vivir en primavera”.

DÓNDE CONSULTAR:
Hay centros específicos para tratar este problema. Uno de ellos es la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad, al 4832-8830. Además, en el Centro del Bienestar atienden casos similares (4781-5984). El Fobia Club es otra institución dedicada a tratar este tipo de trastornos. El 17 de noviembre convoca a una conferencia gratuita. Inscripciones en el 4806-1119.

TESTIMONIOS
En mi caso, todo comenzó a los 25 años , con la muerte de mi mejor amiga. Ahí se disparó y se agudizó con el correr del tiempo”. La que habla es Silvana Pérez, empleada administrativa de 36 años y, según cuenta, tímida crónica recuperada.
SDLq Tenía temor a ir a reuniones, a encontrarme con gente , aun cuando había conocidos. Los síntomas eran varios: sudoración, sequedad en la boca, palpitaciones. Quería hablar y lo hacía de forma entrecortada. Quería decir una oración y nunca podía hilarla”, relata Silvana, que se trató en el Fobia Club a base de consignas como la participación grupal, las exposiciones orales o la salida a la calle para interactuar.
“El malestar y la angustia son muy grandes, sobre todo porque me han tratado de antipática. Es que ésa era la imagen que yo daba”, agrega.
Para Silvana, la interacción con los hombres era lo más tensionante. “ Trataba de evitar las situaciones de contacto con ellos . La evitación ocupa un lugar muy importante en todo esto. El tema de la mirada es esencial también: te cuesta mirar a la gente a los ojos”.
En relación a las reuniones sociales, Silvana apelaba al “manual de la mentira piadosa”: “Y sí, mentía. La típica excusa para no ir a algún lado era que tenía un casamiento. Es así, vas tomando una postura de aislamiento. Y si vas, te quedás en un rincón. No hablás con casi nadie si no te hablan”.
“¿Qué me molestaba? Que me llamaran la atención en público por un error.
A mí me afectó mucho con el nivel jerárquico. Con los gerentes de la empresa. Sentía muchísima vergüenza. Si tenía que hablar lo evitaba. Pasaban las horas. Llegaba un momento que tenía que ir, pero iba con todos los síntomas a cuestas”.
Durante años Silvana consultó con varios psicólogos, que la ayudaron pero que no le erradicaban la timidez del cuerpo. Hace tres años consiguió el alivio: “ Volvió la alegría . No sólo para mí, sino también para los que están conmigo”.
Otro caso de sólida timidez es el de Violeta, de 29 años y diseñadora gráfica. Con largas temporadas de terapia encima, Violeta cree que “la timidez es como el alcoholismo o la anorexia: no se va nunca, pero aprendés a que no te gobierne , a no convertirte en esa única emoción. Aprendés a controlarla, a desdramatizarla, a que te deje seguir adelante”. Su método es el convencimiento: “Yo me hablo, me digo cosas: ‘Violeta, es un ser humano exactamente igual que vos, andá y hablale’. O ‘Violeta, abrí la puerta y entrá. Nadie te va a mirar. Son cinco minutos entre que abrís y caminás hasta el banco ése, libre. ¡Cinco segundos!’”.
clarin.com

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