Nora Bär
LA NACION
La causa de la diabetes tipo I, que padecen 20 millones de personas en el mundo, es el agotamiento de las células pancreáticas encargadas de producir insulina, la "llave" que permite el ingreso de glucosa en los tejidos y les brinda la energía.
Hace alrededor de 23 años, el doctor Bob Elliott le dio esta explicación al papá de Simon Collinson, un chiquito de dos años al que acababa de diagnosticar como diabético.
"Le expliqué que tendría que inyectarse insulina toda la vida, y lo primero que me dijo fue esto: «¿Y no podemos ponerle células nuevas?» -recordó hace unos días, durante una visita a la Fundación Barceló, en Buenos Aires, que está desarrollando una unidad especializada en esta enfermedad-. Le contesté que era muy difícil y que sería muy caro. Entonces, el señor Collinson me dijo: «Yo tengo mucho dinero y quiero que haga esa investigación»."
La oferta fue un espaldarazo decisivo para los estudios de este diabetólogo pediátrico, que desde dos décadas antes venía intentando reemplazar los islotes pancreáticos dañados.
"He estado investigando en este tema durante casi 50 años -afirmó-. En los Estados Unidos trabajé con un grupo que estaba interesado en reemplazar las células muertas por células humanas, y resultó que es posible, pero se necesitan dos o tres donantes por cada paciente, de modo que eso lo restringe tremendamente. El otro problema es que hay que utilizar drogas para suprimir el rechazo inmunológico. Para la diabetes pediátrica, esas drogas serían peores que la enfermedad. Entonces, le dije a Collinson: «Si realmente va a funcionar, olvídese de las células humanas. Nunca habrá suficientes. Tratemos con células animales»."
Fue así como Elliott pasó a encabezar uno de los grupos que en el mundo intentan controlar la diabetes utilizando xenotrasplantes: en su país y en Rusia, está ensayando reemplazar las células pancreáticas dañadas con otras provenientes de cerdos: "Son muy similares a las nuestras -dice-. Son omnívoros. Sus niveles de azúcar en sangre son prácticamente iguales a los de los seres humanos y hemos usado insulina porcina durante décadas."
Prueba local
La investigación lo llevó de la Universidad de Auckland, en su país, a una compañía privada, donde logró aislar y encapsular (para evitar el rechazo) islotes pancreáticos de cerdos libres de gérmenes de menos de siete días de vida, que luego inyecta en pacientes que no responden a los tratamientos habituales. Lleva tratadas a 13 personas.
"Pasamos mucho tiempo perfeccionando la tecnología -explicó-. El gel [que encapsula las células, llamado alginato] tenía que estar absolutamente libre de contaminantes, y debía ser muy parejo. Sabíamos que funcionaba en ratones, en perros, en conejos y en monos diabéticos, pero para probarlo en seres humanos teníamos que contar con cerdos absolutamente libres de gérmenes. Era muy difícil, pero tuvimos la suerte de encontrarlos en Auckland, una isla deshabitada cercana a la Antártida. Los había dejado allí un barco británico en 1806 y se habían reproducido en aislamiento, sin ningún tipo de infecciones porque habían vivido 200 años en un medio ambiente muy frío, muy crudo. Pusimos algunos en un ambiente estéril, donde se monitorea constantemente la presión y se vigilan rigurosamente la comida y el agua."
Según explicó Elliott, obtiene alrededor de 50.000 islotes de cada cerdo e inserta por laparoscopia (pequeña incisión) abdominal alrededor de 10.000 por kilogramo. "Los vertemos en el espacio que rodea el intestino y el estómago -detalló-. Allí se adhieren al exterior de los órganos y empiezan a fabricar insulina alrededor de dos meses más tarde. Es un procedimiento muy simple que sólo toma diez minutos."
En general, si bien los pacientes no pueden prescindir de las inyecciones de insulina, el tratamiento parece reducir las fluctuaciones violentas de azúcar en sangre. "Los que estamos estudiando fueron seleccionados entre quienes, a pesar de contar con los mejores médicos y tratamientos, no logran estabilizar su glucemia -contó-. El primero era un comerciante que, sin ningún síntoma de hipoglucemia, tenía convulsiones y quedaba inconsciente."
Para Juan José Gagliardino, investigador del Conicet y director del Centro de Endocrinología Experimental y Aplicada, que no participa en esta investigación, tanto el trasplante de células humanas o porcinas, como la inyección de células madre están en estudio, pero aún no fueron probados. "Hoy hay alternativas que están en vigor y son eficientes, lo que no justifica exponerse a algo que puede ser un riesgo -afirma-. Para casos extremos, el trasplante combinado de riñón y páncreas es el que tiene más respaldo en todo el mundo. El islote humano y el encapsulado vienen más atrás, pero tienen la enorme dificultad de que no es fácil mantener la cápsula. Y las células madre no hacen lo que a uno le da la gana, sino lo que les da la gana a ellas."
Ahora, según un comunicado del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires, un equipo encabezado por el doctor Adrián Abalovich estudia la posibilidad de implementar esta tecnología en el país, en el hospital provincial Eva Perón, de San Martín.
lanacion.com
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La causa de la diabetes tipo I, que padecen 20 millones de personas en el mundo, es el agotamiento de las células pancreáticas encargadas de producir insulina, la "llave" que permite el ingreso de glucosa en los tejidos y les brinda la energía.
Hace alrededor de 23 años, el doctor Bob Elliott le dio esta explicación al papá de Simon Collinson, un chiquito de dos años al que acababa de diagnosticar como diabético.
"Le expliqué que tendría que inyectarse insulina toda la vida, y lo primero que me dijo fue esto: «¿Y no podemos ponerle células nuevas?» -recordó hace unos días, durante una visita a la Fundación Barceló, en Buenos Aires, que está desarrollando una unidad especializada en esta enfermedad-. Le contesté que era muy difícil y que sería muy caro. Entonces, el señor Collinson me dijo: «Yo tengo mucho dinero y quiero que haga esa investigación»."
La oferta fue un espaldarazo decisivo para los estudios de este diabetólogo pediátrico, que desde dos décadas antes venía intentando reemplazar los islotes pancreáticos dañados.
"He estado investigando en este tema durante casi 50 años -afirmó-. En los Estados Unidos trabajé con un grupo que estaba interesado en reemplazar las células muertas por células humanas, y resultó que es posible, pero se necesitan dos o tres donantes por cada paciente, de modo que eso lo restringe tremendamente. El otro problema es que hay que utilizar drogas para suprimir el rechazo inmunológico. Para la diabetes pediátrica, esas drogas serían peores que la enfermedad. Entonces, le dije a Collinson: «Si realmente va a funcionar, olvídese de las células humanas. Nunca habrá suficientes. Tratemos con células animales»."
Fue así como Elliott pasó a encabezar uno de los grupos que en el mundo intentan controlar la diabetes utilizando xenotrasplantes: en su país y en Rusia, está ensayando reemplazar las células pancreáticas dañadas con otras provenientes de cerdos: "Son muy similares a las nuestras -dice-. Son omnívoros. Sus niveles de azúcar en sangre son prácticamente iguales a los de los seres humanos y hemos usado insulina porcina durante décadas."
Prueba local
La investigación lo llevó de la Universidad de Auckland, en su país, a una compañía privada, donde logró aislar y encapsular (para evitar el rechazo) islotes pancreáticos de cerdos libres de gérmenes de menos de siete días de vida, que luego inyecta en pacientes que no responden a los tratamientos habituales. Lleva tratadas a 13 personas.
"Pasamos mucho tiempo perfeccionando la tecnología -explicó-. El gel [que encapsula las células, llamado alginato] tenía que estar absolutamente libre de contaminantes, y debía ser muy parejo. Sabíamos que funcionaba en ratones, en perros, en conejos y en monos diabéticos, pero para probarlo en seres humanos teníamos que contar con cerdos absolutamente libres de gérmenes. Era muy difícil, pero tuvimos la suerte de encontrarlos en Auckland, una isla deshabitada cercana a la Antártida. Los había dejado allí un barco británico en 1806 y se habían reproducido en aislamiento, sin ningún tipo de infecciones porque habían vivido 200 años en un medio ambiente muy frío, muy crudo. Pusimos algunos en un ambiente estéril, donde se monitorea constantemente la presión y se vigilan rigurosamente la comida y el agua."
Según explicó Elliott, obtiene alrededor de 50.000 islotes de cada cerdo e inserta por laparoscopia (pequeña incisión) abdominal alrededor de 10.000 por kilogramo. "Los vertemos en el espacio que rodea el intestino y el estómago -detalló-. Allí se adhieren al exterior de los órganos y empiezan a fabricar insulina alrededor de dos meses más tarde. Es un procedimiento muy simple que sólo toma diez minutos."
En general, si bien los pacientes no pueden prescindir de las inyecciones de insulina, el tratamiento parece reducir las fluctuaciones violentas de azúcar en sangre. "Los que estamos estudiando fueron seleccionados entre quienes, a pesar de contar con los mejores médicos y tratamientos, no logran estabilizar su glucemia -contó-. El primero era un comerciante que, sin ningún síntoma de hipoglucemia, tenía convulsiones y quedaba inconsciente."
Para Juan José Gagliardino, investigador del Conicet y director del Centro de Endocrinología Experimental y Aplicada, que no participa en esta investigación, tanto el trasplante de células humanas o porcinas, como la inyección de células madre están en estudio, pero aún no fueron probados. "Hoy hay alternativas que están en vigor y son eficientes, lo que no justifica exponerse a algo que puede ser un riesgo -afirma-. Para casos extremos, el trasplante combinado de riñón y páncreas es el que tiene más respaldo en todo el mundo. El islote humano y el encapsulado vienen más atrás, pero tienen la enorme dificultad de que no es fácil mantener la cápsula. Y las células madre no hacen lo que a uno le da la gana, sino lo que les da la gana a ellas."
Ahora, según un comunicado del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires, un equipo encabezado por el doctor Adrián Abalovich estudia la posibilidad de implementar esta tecnología en el país, en el hospital provincial Eva Perón, de San Martín.
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