Una enfermedad cardiovascular en general marca un antes y un después en las personas. Ante un infarto o accidente cerebrovascular (ACV), donde estuvo en riesgo la vida, deviene la preocupación por el estado de salud y muchas veces en un grado tan extremo que los lleva a encerrarse en su problemática y se aíslan de los demás. Cada vez es más frecuente la combinación entre afección cardíaca y depresión, asegura la psicóloga María Elena Giménez, quien cuenta que según la American Heart Association (referente mundial en enfermedades cardiovasculares) el tratamiento psicoterapéutico en estos casos es incuestionable. ¿Por qué? Para revisar en terapia las conductas que influyeron en la enfermedad, con el objetivo de recobrar los hábitos saludables.
En las patologías cardíacas están los factores de riesgo no modificables (como la edad, sexo y carga genética) y otros modificables, como el hábito de fumar o los modos de alimentarse, la hipercolesterolemia (colesterol alto), la hipertensión arterial, la diabetes, el estrés, la obesidad y el estilo de vida. Frente a esto, resulta de vital importancia revertir las conductas que exponen a las personas a la enfermedad, y además, ayudar a quienes pasan por una complicación cardiovascular a que trabajen para el cambio de hábitos. La terapia psicológica en pacientes con afecciones cardíacas se concibe como un complemento del tratamiento médico.
La psicóloga, quien trabaja coordinamente con el cardiólogo Carlos Vozzi en un equipo multidisciplinario, se ocupa de pacientes con cardiopatías y según su experiencia, muchas veces hay patrones de conducta comunes: “Generalmente son personas rígidas, sumamente autoexigentes, con poca tolerancia a la frustración, ansiosos. Cuando se pasan todo el tiempo pensando en sus síntomas, su malestar, su dolor, se aíslan de los demás y entran en un período de abulia, desinterés y agobio”, explica.
“Algunos estudios recientes dan cuenta de la cercanía entre los pacientes con cardiopatías y depresión. Por eso es tan importante hacer un trabajo de psicoterapia, flexible y psicoeducativa. Se revisan los hábitos —asociados a la alimentación, a su manera de relacionarse con los demás— que llevaron a la cardiopatía, para generar un cambio, que lleva su tiempo; además se enseña a aprovechar mejor los recursos internos”, explica Giménez.
Está el caso de la persona con una afección cardíaca que entra en una depresión, pero también ocurre al revés: en ocasiones quien sufre una depresión aguda desemboca en una cardiopatía.
Según explica la psicóloga, “puede ser que una cardiopatía en su grado extremo, donde no hay un tratamiento que vehiculice un cambio, lleve a una depresión. Son pacientes muy vulnerables, que entran en un episodio de mucha tristeza. Y viven un período de falta de deseo, de desinterés”. El desinterés muchas veces llega a ser total.
Algunos, por las limitaciones propias de su estado de salud, se sienten como una carga para la familia. Piensan que no pueden hacer un proyecto a futuro, que se le terminaron los sueños.
“Una cardiopatía en una persona marca un antes y un después de esa enfermedad.
Se transforma en una persona sumamente miedosa, estresada, con rasgos de melancolía, llena de inseguridad, y es muy probable que si no se trata pueda caer en una depresión”, piensa Giménez. En la depresión está el “borramiento” del deseo y lo contrario de eso sería tener proyectos vitales a partir del deseo.
“Si uno piensa en proyectos vitales uno piensa en sueños, objetivos, en situaciones que lo llevan a uno a poner el esfuerzo para alcanzar sus metas. Los pilares son el amor, el trabajo, los afectos, el tiempo del ocio. Yo les digo a mis pacientes que se coloquen el “jogging mental”. Se puede estar en plena semana laboral y tener momentos placenteros como leer un libro, caminar, hacer deporte, mirar una película, hacer nada, dormir la siesta”, ejemplifica.
En otras palabras, hace bien correrse de la obligación y el deber, y darle lugar al placer sin esperar la llegada de las vacaciones. Una actitud que contribuye a conservar el estado de salud.
Conductas no saludables. Por otra parte, aquellos que sufren depresión están más proclives a las conductas autodestructivas que lo exponen a la enfermedad cardiovascular. No les interesa hacer ejercicios, quienes fuman pasan a fumar más, comen lo que no deben. En general quienes tienen depresión tienen conductas más asociadas a la enfermedad que a la salud, lo que los hace más vulnerables a las afecciones cardíacas.
“No se cuidan, están indiferentes, suelen ser pesimistas, no se alimentan bien”, agrega el médico Carlos Vozzi, quien es cardiólogo clínico e intervencionista.
El profesional recuerda que las conductas que promueven la salud son la actividad física diaria, la dieta adecuada, conservar el peso y los valores normales de presión arterial y de colesterol en sangre.
Para Vozzi la prevención es muy importante, por eso propone pensar no sólo en las enfermedades cardíacas y pasar a pensar también en salud cardiovascular. Y considera que entre las estrategias para preservar la salud están la educación en los hábitos desde la infancia y el acompañamiento del médico (que sea un promotor del bienestar y de la salud, y esté más pendiente de mantenerlo sano que de curarle la enfermedad).
La mirada del médico sobre las afecciones cardíacas es integral y por lo tanto considera necesario escuchar las emociones de las personas.
Taquicardia. “Cuando un alumno tiene que rendir siente que el corazón se le acelera. A los corredores de Fórmula Uno también se les acelera el corazón antes de la largada de la carrera. También pasa antes de una entrevista importante. Las emociones operan sobre nuestro corazón y sobre múltiples órganos”, opina Vozzi y especifica que el estrés en el corazón puede producir taquicardia y aumento de la presión arterial.
La frecuencia cardíaca se altera también frente a los momentos de tensión, los enojos y las exigencias extremas en el ámbito laboral.
Los hábitos que contribuyen a la salud cardiovascular, la afectividad, el amor y los proyectos, mejoran la calidad de vida y alejan a las personas de las enfermedades tanto físicas como emocionales.
Escuchar al propio cuerpo, sus síntomas, las señales que da cuando hay un desequilibrio emocional, pueden ser un camino para vivir mejor.
Los hábitos saludables previenen enfermedades
Dentro de las enfermedades cardiovasculares, la arterioesclerosis es la primera causa de muerte en los seres humanos a nivel mundial. Ataca las arterias que irrigan al corazón (arterias coronarias) y al cerebro (sistema arterial vascular cerebral). Entre los factores de riesgo que exponen a las personas a esta afección están la presión alta, el hábito de fumar, la diabetes, el colesterol elevado y la obesidad. Corregir estos factores ayuda a la prevención. En quienes ya sufren de arterioesclerosis y sus consecuencias, es muy importante la corrección de los hábitos.
El cardiólogo Carlos Vozzi enumera los factores de riesgo que se pueden modificar con el cambio de conductas: el cigarrillo, la presión alta, la diabetes, el colesterol alto, la falta de ejercicio, la obesidad y el estrés. Según su experiencia, "personas con esta enfermedad que han sufrido un infarto o han sido intervenidos quirúrgicamente (con técnica de by pass coronario o con un procedimiento de angioplastia para tratar obstrucciones arteriales coronarias severas), al mejorar los síntomas que los llevaron a la intervención vuelven a reiterar los hábitos y conductas perjudiciales". Ante esta situación, el especialista considera necesario que el médico eduque a la persona en conductas saludables y le brinde información y conocimientos acerca de su enfermedad.
Los riesgos mayores de la arterioesclerosis son el infarto de miocardio (cuando se trata de arterioesclerosis coronaria) y el accidente cerebrovascular (afección de las arterias que irrigan el cerebro), que producen un daño biológico extremo, severa discapacidad y hasta la muerte. La patología también puede producir el endurecimiento y la obstrucción parcial o total de la pared de las arterias, que son los conductos que transportan la sangre oxigenada desde el corazón a los tejidos para que puedan cumplir sus funciones.
Para Vozzi "conocer la arterioesclerosis implica tener presente que en su génesis y evolución intervienen el cuerpo como manifestación emergente, los factores de riesgo (las conductas) y los aspectos anímicos de las personas"
lacapital.com.ar
En las patologías cardíacas están los factores de riesgo no modificables (como la edad, sexo y carga genética) y otros modificables, como el hábito de fumar o los modos de alimentarse, la hipercolesterolemia (colesterol alto), la hipertensión arterial, la diabetes, el estrés, la obesidad y el estilo de vida. Frente a esto, resulta de vital importancia revertir las conductas que exponen a las personas a la enfermedad, y además, ayudar a quienes pasan por una complicación cardiovascular a que trabajen para el cambio de hábitos. La terapia psicológica en pacientes con afecciones cardíacas se concibe como un complemento del tratamiento médico.
La psicóloga, quien trabaja coordinamente con el cardiólogo Carlos Vozzi en un equipo multidisciplinario, se ocupa de pacientes con cardiopatías y según su experiencia, muchas veces hay patrones de conducta comunes: “Generalmente son personas rígidas, sumamente autoexigentes, con poca tolerancia a la frustración, ansiosos. Cuando se pasan todo el tiempo pensando en sus síntomas, su malestar, su dolor, se aíslan de los demás y entran en un período de abulia, desinterés y agobio”, explica.
“Algunos estudios recientes dan cuenta de la cercanía entre los pacientes con cardiopatías y depresión. Por eso es tan importante hacer un trabajo de psicoterapia, flexible y psicoeducativa. Se revisan los hábitos —asociados a la alimentación, a su manera de relacionarse con los demás— que llevaron a la cardiopatía, para generar un cambio, que lleva su tiempo; además se enseña a aprovechar mejor los recursos internos”, explica Giménez.
Está el caso de la persona con una afección cardíaca que entra en una depresión, pero también ocurre al revés: en ocasiones quien sufre una depresión aguda desemboca en una cardiopatía.
Según explica la psicóloga, “puede ser que una cardiopatía en su grado extremo, donde no hay un tratamiento que vehiculice un cambio, lleve a una depresión. Son pacientes muy vulnerables, que entran en un episodio de mucha tristeza. Y viven un período de falta de deseo, de desinterés”. El desinterés muchas veces llega a ser total.
Algunos, por las limitaciones propias de su estado de salud, se sienten como una carga para la familia. Piensan que no pueden hacer un proyecto a futuro, que se le terminaron los sueños.
“Una cardiopatía en una persona marca un antes y un después de esa enfermedad.
Se transforma en una persona sumamente miedosa, estresada, con rasgos de melancolía, llena de inseguridad, y es muy probable que si no se trata pueda caer en una depresión”, piensa Giménez. En la depresión está el “borramiento” del deseo y lo contrario de eso sería tener proyectos vitales a partir del deseo.
“Si uno piensa en proyectos vitales uno piensa en sueños, objetivos, en situaciones que lo llevan a uno a poner el esfuerzo para alcanzar sus metas. Los pilares son el amor, el trabajo, los afectos, el tiempo del ocio. Yo les digo a mis pacientes que se coloquen el “jogging mental”. Se puede estar en plena semana laboral y tener momentos placenteros como leer un libro, caminar, hacer deporte, mirar una película, hacer nada, dormir la siesta”, ejemplifica.
En otras palabras, hace bien correrse de la obligación y el deber, y darle lugar al placer sin esperar la llegada de las vacaciones. Una actitud que contribuye a conservar el estado de salud.
Conductas no saludables. Por otra parte, aquellos que sufren depresión están más proclives a las conductas autodestructivas que lo exponen a la enfermedad cardiovascular. No les interesa hacer ejercicios, quienes fuman pasan a fumar más, comen lo que no deben. En general quienes tienen depresión tienen conductas más asociadas a la enfermedad que a la salud, lo que los hace más vulnerables a las afecciones cardíacas.
“No se cuidan, están indiferentes, suelen ser pesimistas, no se alimentan bien”, agrega el médico Carlos Vozzi, quien es cardiólogo clínico e intervencionista.
El profesional recuerda que las conductas que promueven la salud son la actividad física diaria, la dieta adecuada, conservar el peso y los valores normales de presión arterial y de colesterol en sangre.
Para Vozzi la prevención es muy importante, por eso propone pensar no sólo en las enfermedades cardíacas y pasar a pensar también en salud cardiovascular. Y considera que entre las estrategias para preservar la salud están la educación en los hábitos desde la infancia y el acompañamiento del médico (que sea un promotor del bienestar y de la salud, y esté más pendiente de mantenerlo sano que de curarle la enfermedad).
La mirada del médico sobre las afecciones cardíacas es integral y por lo tanto considera necesario escuchar las emociones de las personas.
Taquicardia. “Cuando un alumno tiene que rendir siente que el corazón se le acelera. A los corredores de Fórmula Uno también se les acelera el corazón antes de la largada de la carrera. También pasa antes de una entrevista importante. Las emociones operan sobre nuestro corazón y sobre múltiples órganos”, opina Vozzi y especifica que el estrés en el corazón puede producir taquicardia y aumento de la presión arterial.
La frecuencia cardíaca se altera también frente a los momentos de tensión, los enojos y las exigencias extremas en el ámbito laboral.
Los hábitos que contribuyen a la salud cardiovascular, la afectividad, el amor y los proyectos, mejoran la calidad de vida y alejan a las personas de las enfermedades tanto físicas como emocionales.
Escuchar al propio cuerpo, sus síntomas, las señales que da cuando hay un desequilibrio emocional, pueden ser un camino para vivir mejor.
Los hábitos saludables previenen enfermedades
Dentro de las enfermedades cardiovasculares, la arterioesclerosis es la primera causa de muerte en los seres humanos a nivel mundial. Ataca las arterias que irrigan al corazón (arterias coronarias) y al cerebro (sistema arterial vascular cerebral). Entre los factores de riesgo que exponen a las personas a esta afección están la presión alta, el hábito de fumar, la diabetes, el colesterol elevado y la obesidad. Corregir estos factores ayuda a la prevención. En quienes ya sufren de arterioesclerosis y sus consecuencias, es muy importante la corrección de los hábitos.
El cardiólogo Carlos Vozzi enumera los factores de riesgo que se pueden modificar con el cambio de conductas: el cigarrillo, la presión alta, la diabetes, el colesterol alto, la falta de ejercicio, la obesidad y el estrés. Según su experiencia, "personas con esta enfermedad que han sufrido un infarto o han sido intervenidos quirúrgicamente (con técnica de by pass coronario o con un procedimiento de angioplastia para tratar obstrucciones arteriales coronarias severas), al mejorar los síntomas que los llevaron a la intervención vuelven a reiterar los hábitos y conductas perjudiciales". Ante esta situación, el especialista considera necesario que el médico eduque a la persona en conductas saludables y le brinde información y conocimientos acerca de su enfermedad.
Los riesgos mayores de la arterioesclerosis son el infarto de miocardio (cuando se trata de arterioesclerosis coronaria) y el accidente cerebrovascular (afección de las arterias que irrigan el cerebro), que producen un daño biológico extremo, severa discapacidad y hasta la muerte. La patología también puede producir el endurecimiento y la obstrucción parcial o total de la pared de las arterias, que son los conductos que transportan la sangre oxigenada desde el corazón a los tejidos para que puedan cumplir sus funciones.
Para Vozzi "conocer la arterioesclerosis implica tener presente que en su génesis y evolución intervienen el cuerpo como manifestación emergente, los factores de riesgo (las conductas) y los aspectos anímicos de las personas"
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