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MADRID.- Mire la foto. Son guapas, sonrientes, elegantes y, aparentemente sanas. Pero no se engañe. Si cumplen con las estadísticas, lo más probable es que una de estas bellezas esté infectada con el virus de la hepatitis B y no lo sepa. Cuando se lo detecten, igual es demasiado tarde. Quizás ya ha desarrollado cáncer de hígado y sus posibilidades de supervivencia sean más bien pocas. Los datos oficiales indican que uno de cada 10 ciudadanos asiamericanos tiene hepatitis B, frente a uno de cada 1.000 en el resto de la población. Una polémica campaña alerta sobre esta realidad.
Según el Instituto Nacional del Cáncer de EEUU, San Francisco tiene la mayor incidencia de cáncer de hígado de todo el país. La razón es que es la puerta de entrada de los inmigrantes asiáticos, que portan el virus de la hepatitis B con mucha frecuencia y este patógeno es responsable del 80% de los tumores hepáticos en el mundo. Conscientes del problema, el grupo San Francisco Hep B Free -un consorcio de 50 organizaciones públicas y privadas- se ha propuesto atajarlo de raíz y convertir a San Francisco en la primera ciudad libre de la enfermedad.
Para alcanzar tal objetivo ha lanzado diversos anuncios como el de la fotografía, con el eslogan '¿Cuál merece morir?'. Un lema directo e impactante, con el que esperan movilizar a los ciudadanos para que se realicen un simple análisis de sangre, suficiente para diagnosticar la enfermedad a tiempo y evitar mayores complicaciones. De hecho, existe una vacuna -desde hace más de 30 años- y un tratamiento eficaz para hacer frente a esta hepatitis.
Gran parte del problema, según explican en 'The New York Times' algunos líderes de la comunidad China en San Francisco, "es el estigma que rodea a esta enfermedad, endémica en muchas partes de Asia".
Fiona Ma, china-americana y congresista, supo hace años que tenía hepatitis B y que, probablemente la había contraído de su madre, la principal vía por la que se infecta la población asiática. Desde entonces, trabaja con el grupo San Francisco Hep B Free. "Nadie en la comunidad quiere hablar del tema. Pero sabemos que se preocupan por sus familias, por sus amigos. Si supieran que alguno de sus seres queridos puede estar afectado, igual se deciden a hablar del problema", indica Ma.
Un ataque silencioso
Se calcula que aproximadamente entre 350 y 400 millones de personas en el mundo tienen hepatitis B. El virus ataca el hígado de forma silenciosa, sin dejarse notar, sin provocar síntomas hasta que el fallo hepático ya es evidente y está muy avanzado. Esta hepatitis se puede contagiar por vía sexual, por transmisión vertical -de la madre al hijo-, por transfusiones de sangre o por pinchazo con agujas contaminadas. Los hijos de madres con infección activa enferman en más del 90% de los casos si no son protegidos adecuadamente.
Con frecuencia, la infección aguda pasa desapercibida o transcurre como si fuese una gripe. Algunos pacientes se curan sin secuelas y tienen una inmunidad tras haber pasado el cuadro. Otros, los portadores crónicos, mantienen su capacidad de contagiar a los demás aunque ellos no desarrollan la enfermedad. Un tercer grupo de pacientes puede cronificar la enfermedad y desarrollar hepatitis crónica o cirrosis y también tienen la capacidad de contagiar la enfermedad.
MADRID.- Mire la foto. Son guapas, sonrientes, elegantes y, aparentemente sanas. Pero no se engañe. Si cumplen con las estadísticas, lo más probable es que una de estas bellezas esté infectada con el virus de la hepatitis B y no lo sepa. Cuando se lo detecten, igual es demasiado tarde. Quizás ya ha desarrollado cáncer de hígado y sus posibilidades de supervivencia sean más bien pocas. Los datos oficiales indican que uno de cada 10 ciudadanos asiamericanos tiene hepatitis B, frente a uno de cada 1.000 en el resto de la población. Una polémica campaña alerta sobre esta realidad.
Según el Instituto Nacional del Cáncer de EEUU, San Francisco tiene la mayor incidencia de cáncer de hígado de todo el país. La razón es que es la puerta de entrada de los inmigrantes asiáticos, que portan el virus de la hepatitis B con mucha frecuencia y este patógeno es responsable del 80% de los tumores hepáticos en el mundo. Conscientes del problema, el grupo San Francisco Hep B Free -un consorcio de 50 organizaciones públicas y privadas- se ha propuesto atajarlo de raíz y convertir a San Francisco en la primera ciudad libre de la enfermedad.
Para alcanzar tal objetivo ha lanzado diversos anuncios como el de la fotografía, con el eslogan '¿Cuál merece morir?'. Un lema directo e impactante, con el que esperan movilizar a los ciudadanos para que se realicen un simple análisis de sangre, suficiente para diagnosticar la enfermedad a tiempo y evitar mayores complicaciones. De hecho, existe una vacuna -desde hace más de 30 años- y un tratamiento eficaz para hacer frente a esta hepatitis.
Gran parte del problema, según explican en 'The New York Times' algunos líderes de la comunidad China en San Francisco, "es el estigma que rodea a esta enfermedad, endémica en muchas partes de Asia".
Fiona Ma, china-americana y congresista, supo hace años que tenía hepatitis B y que, probablemente la había contraído de su madre, la principal vía por la que se infecta la población asiática. Desde entonces, trabaja con el grupo San Francisco Hep B Free. "Nadie en la comunidad quiere hablar del tema. Pero sabemos que se preocupan por sus familias, por sus amigos. Si supieran que alguno de sus seres queridos puede estar afectado, igual se deciden a hablar del problema", indica Ma.
Un ataque silencioso
Se calcula que aproximadamente entre 350 y 400 millones de personas en el mundo tienen hepatitis B. El virus ataca el hígado de forma silenciosa, sin dejarse notar, sin provocar síntomas hasta que el fallo hepático ya es evidente y está muy avanzado. Esta hepatitis se puede contagiar por vía sexual, por transmisión vertical -de la madre al hijo-, por transfusiones de sangre o por pinchazo con agujas contaminadas. Los hijos de madres con infección activa enferman en más del 90% de los casos si no son protegidos adecuadamente.
Con frecuencia, la infección aguda pasa desapercibida o transcurre como si fuese una gripe. Algunos pacientes se curan sin secuelas y tienen una inmunidad tras haber pasado el cuadro. Otros, los portadores crónicos, mantienen su capacidad de contagiar a los demás aunque ellos no desarrollan la enfermedad. Un tercer grupo de pacientes puede cronificar la enfermedad y desarrollar hepatitis crónica o cirrosis y también tienen la capacidad de contagiar la enfermedad.
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