CRISTINA DE MARTOS
MADRID.- Opioides, sedantes y tranquilizantes son un problema acuciante en las sociedades occidentales. En Estados Unidos, los ingresos por intoxicaciones accidentales causadas por estos fármacos han aumentado un 37% entre 1999 y 2006 y, en algunos años, las muertes secundarias a estas sobredosis han superado a las causadas por los accidentes de tráfico. Una nueva epidemia que ha segado la vida de famosos y ciudadanos de a pie.
El informe final de la autopsia de Heath Ledger señala que el actor murió por una combinación de oxicodona, hidrocodona, diazepam, temazepam, alprazolam y doxilamina. La de Brittany Murphy indica que se hallaron restos de hidrocona, acetaminofeno y remedios herbales. Lo mismo sucedió con Michael Jackson, Eric Douglas, Anna Nicole Smith, Jimmy Hendrix o Judy Garland.
Ellos son sólo la cara visible de un problema que "ha alcanzado proporciones epidémicas", subraya Jeffrey H. Coben, de la Universidad de West Virgina. Coben, junto con otros colegas, ha elaborado un informe sobre los ingresos hospitalarios provocados por las intoxicaciones con fármacos en Estados Unidos. Utilizando los datos del Registro Nacional de Pacientes entre 1999 y 2006, los autores indagaron acerca de estos incidentes, ya fueran intencionados o accidentales.
El panorama que dibujan sus conclusiones, publicadas en la revista 'American Journal of Preventive Medicine', sugiere que ciertos medicamentos cuyo consumo precisa receta se han convertido en una de las principales causas de ingreso y muerte, sobre todo a ciertas edades.
En los siete años investigados, las admisiones hospitalarias provocadas por el abuso de opioides, sedantes y tranquilizantes aumentaron un 65%. Las causadas por intoxicaciones accidentales crecieron un 37% y las intencionadas un 130%. De media, los ingresos aumentaron un 11% en ese periodo.
Por familias de fármacos, las benzodiazepinas son los medicamentos que más protagonismo han ganado con los años, con un incremento del 39% en los ingresos provocados por su consumo excesivo. Estos populares fármacos de efectos sedantes, hipnóticos y ansiolíticos son además las sustancias concomitantes más frecuentemente halladas en las sobredosis por opioides. Junto a ellos, se sitúan las intoxicaciones por metadona, que se han disparado un 400%.
El paciente intoxicado suele tener entre 35 y 54 años. De hecho, en 2005 estas sobredosis superaron a los accidentes de coche como principal causa de muerte en este grupo de edad. Por sexos, los hombres son más propensos a los envenenamientos accidentales mientras que las mujeres lo hacen más de forma consciente.
"Es esencial que sanitarios, farmacéuticos, aseguradoras, agencias federales y estatales, y público en general trabajen juntos para tratar esta crisis. Los fármacos de prescripción son tan poderosos y peligrosos como las famosas drogas de la calle, y necesitamos asegurarnos de que la gente está al tanto de estos peligros y de que existen servicios terapéuticos para aquellos con problemas de abuso", ha señalado Coben.
MADRID.- Opioides, sedantes y tranquilizantes son un problema acuciante en las sociedades occidentales. En Estados Unidos, los ingresos por intoxicaciones accidentales causadas por estos fármacos han aumentado un 37% entre 1999 y 2006 y, en algunos años, las muertes secundarias a estas sobredosis han superado a las causadas por los accidentes de tráfico. Una nueva epidemia que ha segado la vida de famosos y ciudadanos de a pie.
El informe final de la autopsia de Heath Ledger señala que el actor murió por una combinación de oxicodona, hidrocodona, diazepam, temazepam, alprazolam y doxilamina. La de Brittany Murphy indica que se hallaron restos de hidrocona, acetaminofeno y remedios herbales. Lo mismo sucedió con Michael Jackson, Eric Douglas, Anna Nicole Smith, Jimmy Hendrix o Judy Garland.
Ellos son sólo la cara visible de un problema que "ha alcanzado proporciones epidémicas", subraya Jeffrey H. Coben, de la Universidad de West Virgina. Coben, junto con otros colegas, ha elaborado un informe sobre los ingresos hospitalarios provocados por las intoxicaciones con fármacos en Estados Unidos. Utilizando los datos del Registro Nacional de Pacientes entre 1999 y 2006, los autores indagaron acerca de estos incidentes, ya fueran intencionados o accidentales.
El panorama que dibujan sus conclusiones, publicadas en la revista 'American Journal of Preventive Medicine', sugiere que ciertos medicamentos cuyo consumo precisa receta se han convertido en una de las principales causas de ingreso y muerte, sobre todo a ciertas edades.
En los siete años investigados, las admisiones hospitalarias provocadas por el abuso de opioides, sedantes y tranquilizantes aumentaron un 65%. Las causadas por intoxicaciones accidentales crecieron un 37% y las intencionadas un 130%. De media, los ingresos aumentaron un 11% en ese periodo.
Por familias de fármacos, las benzodiazepinas son los medicamentos que más protagonismo han ganado con los años, con un incremento del 39% en los ingresos provocados por su consumo excesivo. Estos populares fármacos de efectos sedantes, hipnóticos y ansiolíticos son además las sustancias concomitantes más frecuentemente halladas en las sobredosis por opioides. Junto a ellos, se sitúan las intoxicaciones por metadona, que se han disparado un 400%.
El paciente intoxicado suele tener entre 35 y 54 años. De hecho, en 2005 estas sobredosis superaron a los accidentes de coche como principal causa de muerte en este grupo de edad. Por sexos, los hombres son más propensos a los envenenamientos accidentales mientras que las mujeres lo hacen más de forma consciente.
"Es esencial que sanitarios, farmacéuticos, aseguradoras, agencias federales y estatales, y público en general trabajen juntos para tratar esta crisis. Los fármacos de prescripción son tan poderosos y peligrosos como las famosas drogas de la calle, y necesitamos asegurarnos de que la gente está al tanto de estos peligros y de que existen servicios terapéuticos para aquellos con problemas de abuso", ha señalado Coben.
La 'célebre' adicción a las recetas
CRISTINA DE MARTOS
MADRID.- Vidas como montañas rusas, vidas arruinadas, vidas con un final abrupto y vidas estigmatizadas por el pasado. Ése es el resultado del deporte preferido por muchos famosos al otro lado del charco: el abuso de todo tipo de sustancias, incluidas las que requieren prescripción médica.
Políticos, actores, actrices, médicos, cantantes, deportistas, modelos... Ninguna profesión que sea objetivo constante de las cámaras está libre de riesgo. Los casos de adicción de personajes populares salpican las páginas de los diarios de Estados Unidos. A veces son noticias tristes, como la de la prematura muerte del actor Heath Ledger, y otras esperanzadoras, como el relato de Cindy McCain, la esposa del candidato republicano a la presidencia, enganchada durante años a la Vicodina y el Percocet, dos analgésicos opioides.
En 1989, a raíz de una operación de la columna para reparar dos vértebras rotas, la señora McCain empezó un tratamiento con narcóticos para evitar el dolor y con el tiempo desarrolló una dependencia a estos fármacos, un inicio común a muchos adictos. Durante unos tres años continuó tomando estos medicamentos, a pesar de no necesitarlos, hasta que sus padres decidieron tomar cartas en el asunto ante los continuos cambios de humor y de conducta de Cindy.
Además de éstos, otros síntomas típicos de la adicción a medicamentos son el aumento de prescripciones, que se logran poniendo cada vez más excusas (nuevos dolores...) o a través de un camello; letargia, falta de atención, ansiedad, disminución de la frecuencia respiratoria y cardiaca o cualquier intensificación de los efectos colaterales del fármaco del que se abusa. También es característica una actitud defensiva, que puede tornarse agresiva, ante cualquier insinuación de que existe un problema.
La epidemia silenciosa
Según los últimos datos proporcionados por los Servicios de Abuso de Sustancias y Salud Mental de EEUU, en los años recientes ha aumentado considerablemente el mal uso de las 'drogas legales'. Unos nueve millones de personas las utilizan con fines no médicos.
El proceso fisiológico, que desemboca en los casos más extremos en la adicción, es el mismo que ocurre con la heroína, ruina del cantante Kurt Cobain, y varía con la potencia del fármaco y de cómo se emplee. Lo primero que aparece es la dependencia, el consumo de una sustancia para evitar los efectos de su carencia. En el caso de las personas que se inician en la ingesta de narcóticos por prescripción médica, la necesidad de evitar el dolor es lo que incita a su toma.
Después, con relativa rapidez, aparece la tolerancia, que se caracteriza por la disminución de la intensidad y duración de la analgesia. "El consumidor necesita entonces aumentar la dosis para alcanzar el efecto deseado", explica a elmundo.es el psiquiatra Jose Martínez Raga. Un aspecto especialmente relevante en el caso de los opioides, debido a sus efectos colaterales -además de analgesia, producen sedación, náuseas y estreñimiento-. La interrupción del consumo hace que aflore la abstinencia, cuyos síntomas desaparecen con una ingesta mínima del fármaco.
La adicción se refiere a la búsqueda y el consumo compulsivo de una sustancia, a pesar de los problemas físicos, mentales y sociales que ésta conlleva. Esta 'ultima fase' suele ir acompañada de cierta sensibilización del organismo a la droga, o el aumento de algunos de sus efectos; es decir, emborracharse cada vez con menos cantidad de alcohol.
Mujeres al borde de un ataque de nervios
"Dije que era un adicto, no que tuviera un problema. Pago mis facturas, me hago la comida. Funciono". Ésta es la justificación del más célebre adicto a la Vicodina, el televisivo doctor Gregory House. El problema de la adicción a los opioides es tal en el país trasatlántico que ha trascendido la realidad. El caso de House es el de miles de estadounidenses. Según los Institutos Nacionales de Salud de EEUU, seis millones de ciudadanos consumen analgésicos por razones no médicas y la sobredosis de fármacos se ha convertido en la segunda causa de mortalidad en el país.
El problema de los opioides es menos común en nuestro país que en los anglosajones, "ya que allí son el tratamiento de primera elección contra el dolor mientras que nosotros recetamos primero un antiinflamatorio", apunta Martínez Raga. Pero "en España nos vamos a encontrar con un problema similar en unos años porque se están empezando a comercializar y recetar como primera opción", añade este especialista. Unas de las primeras víctimas de esta adicción son las pacientes con fibromialgia, que son especialmente vulnerables a ella.
Los españoles siguen prefiriendo las benzodiacepinas. Estos fármacos se recetan para tratar el insomnio, la ansiedad o las epilepsias y su uso, según las recomendaciones de la Agencia Europea del Medicamento, no debe sobrepasar las seis semanas.
Sin embargo, "el consumidor medio en España los usa durante unos 10 años", señala Martínez Raga. Las mujeres de mediana edad representan el grupo más nutrido de sus usuarios seguidas por los poliadictos, "que suelen utilizarlos para contrarrestar los efectos de las sustancias psicoactivas (cocaína, etc.) a las que son adictos". Las cifras, al igual que las registradas en EEUU, "son escandalosas", asevera este psiquiatra. Se estima que un millón de españoles presenta un problema de consumo crónico de ansiolíticos y que entre un 10-20% los toma de forma esporádica.
CRISTINA DE MARTOS
MADRID.- Vidas como montañas rusas, vidas arruinadas, vidas con un final abrupto y vidas estigmatizadas por el pasado. Ése es el resultado del deporte preferido por muchos famosos al otro lado del charco: el abuso de todo tipo de sustancias, incluidas las que requieren prescripción médica.
Políticos, actores, actrices, médicos, cantantes, deportistas, modelos... Ninguna profesión que sea objetivo constante de las cámaras está libre de riesgo. Los casos de adicción de personajes populares salpican las páginas de los diarios de Estados Unidos. A veces son noticias tristes, como la de la prematura muerte del actor Heath Ledger, y otras esperanzadoras, como el relato de Cindy McCain, la esposa del candidato republicano a la presidencia, enganchada durante años a la Vicodina y el Percocet, dos analgésicos opioides.
En 1989, a raíz de una operación de la columna para reparar dos vértebras rotas, la señora McCain empezó un tratamiento con narcóticos para evitar el dolor y con el tiempo desarrolló una dependencia a estos fármacos, un inicio común a muchos adictos. Durante unos tres años continuó tomando estos medicamentos, a pesar de no necesitarlos, hasta que sus padres decidieron tomar cartas en el asunto ante los continuos cambios de humor y de conducta de Cindy.
Además de éstos, otros síntomas típicos de la adicción a medicamentos son el aumento de prescripciones, que se logran poniendo cada vez más excusas (nuevos dolores...) o a través de un camello; letargia, falta de atención, ansiedad, disminución de la frecuencia respiratoria y cardiaca o cualquier intensificación de los efectos colaterales del fármaco del que se abusa. También es característica una actitud defensiva, que puede tornarse agresiva, ante cualquier insinuación de que existe un problema.
La epidemia silenciosa
Según los últimos datos proporcionados por los Servicios de Abuso de Sustancias y Salud Mental de EEUU, en los años recientes ha aumentado considerablemente el mal uso de las 'drogas legales'. Unos nueve millones de personas las utilizan con fines no médicos.
El proceso fisiológico, que desemboca en los casos más extremos en la adicción, es el mismo que ocurre con la heroína, ruina del cantante Kurt Cobain, y varía con la potencia del fármaco y de cómo se emplee. Lo primero que aparece es la dependencia, el consumo de una sustancia para evitar los efectos de su carencia. En el caso de las personas que se inician en la ingesta de narcóticos por prescripción médica, la necesidad de evitar el dolor es lo que incita a su toma.
Después, con relativa rapidez, aparece la tolerancia, que se caracteriza por la disminución de la intensidad y duración de la analgesia. "El consumidor necesita entonces aumentar la dosis para alcanzar el efecto deseado", explica a elmundo.es el psiquiatra Jose Martínez Raga. Un aspecto especialmente relevante en el caso de los opioides, debido a sus efectos colaterales -además de analgesia, producen sedación, náuseas y estreñimiento-. La interrupción del consumo hace que aflore la abstinencia, cuyos síntomas desaparecen con una ingesta mínima del fármaco.
La adicción se refiere a la búsqueda y el consumo compulsivo de una sustancia, a pesar de los problemas físicos, mentales y sociales que ésta conlleva. Esta 'ultima fase' suele ir acompañada de cierta sensibilización del organismo a la droga, o el aumento de algunos de sus efectos; es decir, emborracharse cada vez con menos cantidad de alcohol.
Mujeres al borde de un ataque de nervios
"Dije que era un adicto, no que tuviera un problema. Pago mis facturas, me hago la comida. Funciono". Ésta es la justificación del más célebre adicto a la Vicodina, el televisivo doctor Gregory House. El problema de la adicción a los opioides es tal en el país trasatlántico que ha trascendido la realidad. El caso de House es el de miles de estadounidenses. Según los Institutos Nacionales de Salud de EEUU, seis millones de ciudadanos consumen analgésicos por razones no médicas y la sobredosis de fármacos se ha convertido en la segunda causa de mortalidad en el país.
El problema de los opioides es menos común en nuestro país que en los anglosajones, "ya que allí son el tratamiento de primera elección contra el dolor mientras que nosotros recetamos primero un antiinflamatorio", apunta Martínez Raga. Pero "en España nos vamos a encontrar con un problema similar en unos años porque se están empezando a comercializar y recetar como primera opción", añade este especialista. Unas de las primeras víctimas de esta adicción son las pacientes con fibromialgia, que son especialmente vulnerables a ella.
Los españoles siguen prefiriendo las benzodiacepinas. Estos fármacos se recetan para tratar el insomnio, la ansiedad o las epilepsias y su uso, según las recomendaciones de la Agencia Europea del Medicamento, no debe sobrepasar las seis semanas.
Sin embargo, "el consumidor medio en España los usa durante unos 10 años", señala Martínez Raga. Las mujeres de mediana edad representan el grupo más nutrido de sus usuarios seguidas por los poliadictos, "que suelen utilizarlos para contrarrestar los efectos de las sustancias psicoactivas (cocaína, etc.) a las que son adictos". Las cifras, al igual que las registradas en EEUU, "son escandalosas", asevera este psiquiatra. Se estima que un millón de españoles presenta un problema de consumo crónico de ansiolíticos y que entre un 10-20% los toma de forma esporádica.
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