miércoles, 21 de abril de 2010

Pedofilia: ¿Pecado, delito, enfermedad?

¿De qué hablamos: de pecado, de delito o de enfermedad?
Veamos, si es pecado acabo en un santiamén: allá cada cual con sus culpas y penitencias. Aunque quizá convenga recordar que Sabater, en 'Los siete pecados capitales', asocia pecado con normas higiénicas y de protección pública, y, más concretamente, relaciona lujuria con lujo.
Y uno especula sino será la discordancia entre el abuso del lujo externo, frente a la prédica de la severidad formal, lo que lleva a la lujuria compensadora a ciertos 'desorientados' miembros de la Iglesia. Insisto, pura especulación.
Si se trata de un delito también acabo enseguida: para eso están las leyes y los jueces. Sin embargo, pese a tratarse de un viejo y sospechado asunto, casi siempre se ha escondido bajo las negruras de las sotanas y el silencio avergonzado de las víctimas y sus familias. Por eso nunca se ha conocido su verdadera magnitud e impacto, ni apenas ha trascendido la intervención judicial, que, de haber existido, se habrá llevado con suma discreción en el seno de los tribunales eclesiásticos. Claro que ahora que el asunto ha cobrado fuerza mediática hasta el Papa está al borde del banquillo, caso de prosperar la denuncia de Richard Dawkins y sus colegas británicos. En España apenas sabemos nada, pese a que ya en 1994 un estudio concluía que el 4,17% de los abusos contra menores habían sido cometidos por religiosos, y subía hasta el 9% si se consideraba sólo a niños.
La tercera opción es que sea una enfermedad. De hecho en los sucesivos DSM la pedofilia se incluye en la patología sexual (parafilias), aunque para el futuro DSM-V el grupo de expertos propone que no todas las parafilias se consideren per se enfermedades, sino que se distinga entre 'parafilias' y 'trastornos parafílicos'. Una parafilia, pongamos un fetichismo, no requeriría siempre el diagnóstico y la intervención psiquiátrica, ya que no siempre genera angustia o daño al que la padece o a otras personas, mientras que sería un trastorno si siempre causa angustia o daño al individuo o a otras personas. Esta concepción es quizá demasiado 'normativa', pero a mi entender es muy realista y ajustada a la clínica.
Ahora bien, si la consideramos una enfermedad, entonces los pedófilos son pobres personas que sufren y hacen sufrir, pero que no son culpables de lo que hacen, luego ni están en pecado, ni cometen delito, y encima hay que prestarles ayuda. No sé qué opina usted, pero a un servidor esa opción no le consuela en absoluto, ¿verdad?
Una última opción es que se trate de una combinación de causas entrelazadas: el celibato, la abstinencia, el poder de la sotana, el secretismo, y quizá ciertos rasgos anómalos de personalidad que predisponen al oficio. Luego, en conclusión, lo más probable es que la pedofilia de curas y monjas, y ojo con éstas, que a la chita callando se pueden librar de rositas-sea: un pecado, luego al infierno; un delito, luego a la cárcel; y una enfermedad, luego al psiquiatra. ¿No le parece?

Jesús J. de la Gándara es psiquiatra y jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos.
elmundo.es

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