Alberto Armendáriz
Para LA NACION
NUEVA YORK.- El fin de semana pasado, nueve miembros de la nueva milicia apocalíptica cristiana Hutaree fueron arrestados en redadas en Michigan, Ohio e Indiana, acusados de planear matar a un policía para luego hacer explotar una bomba en la procesión fúnebre. Hoy se encuentran tras las rejas, pero afuera hay muchos más "soldados antigubernamentales" que forman parte de lo que los expertos advierten es una virulenta y peligrosa segunda oleada de milicias extremistas dispuestas a atacar al gobierno federal.
"El último año ha habido un dramático resurgimiento de los autroproclamados grupos patriotas. Pasamos de 149 en 2008 a 512 el año pasado; y las milicias, que vendrían a ser sus alas paramilitares, aumentaron de 42 a 127", dijo a LA NACION Mark Potok, director del programa de Inteligencia del Southern Poverty Law Center, que se encarga de llevar la cuenta de todos los grupos de odio en el país. De acuerdo a los especialistas, estos grupos patriotas ven al gobierno federal como el enemigo número uno: creen que está detrás de una conspiración para imponer la ley marcial en Estados Unidos, encarcelar en campos de concentración a todos los estadounidenses que se resistan y empujar al país hacia un nuevo tipo de orden mundial socialista y malvado.
Odian por eso a las Naciones Unidas y a bloques regionales como la Unión Europea. Cualquier grupo transnacional es visto como parte de ese gran complot de las "elites socialistas mundiales" para acabar con el capitalismo y los derechos individuales. Por eso defienden su derecho a portar armas y alzarse en pie de guerra frente a las intromisiones del gobierno federal (ver aparte).
Son ideas que tienen más de 100 años de antigüedad, pero que comenzaron a solidificarse en grupos de ultraderecha hace poco más de 20 años, impulsados por aquella máxima libremercadista que expresó Ronald Reagan en 1981 cuando dijo: "El gobierno no es la solución al problema, el gobierno es el problema".
Surgieron con fuerza en los 90, especialmente durante el gobierno de Bill Clinton, que promovió mayores restricciones a la venta de armas, y tuvieron su auge luego del fatal asedio federal a la secta davidiana en Waco, Texas, en 1995, que dejó 76 muertos. Para muchos de estos individuos, representó un feroz ataque del gobierno a sus propios ciudadanos.
Tormenta perfecta
Los factores que alimentan hoy la segunda oleada de milicias patriotas son similares a los que motivaron el surgimiento anterior, aunque esta vez hay un elemento racista más marcado por la presencia de Obama y una causa de lucha mucho más amplia, en contra de las fuerzas de la globalización misma.
"Estamos frente a una tormenta perfecta de factores. Estos incluyen la cambiante demografía racial en Estados Unidos, ya que hay mucha gente que está asustada porque en 2040, de acuerdo con proyecciones del censo, los blancos dejarán de ser mayoría en el país. Ese cambio racial está reflejado aún más en la elección de Barack Obama como presidente", explicó Potok.
"Además, hay mucho resentimiento y bronca asociados a la recesión económica y el alto desempleo. Y también hay mucha resistencia y rechazo a las políticas de reforma social de este gobierno, en particular la reforma del sistema de salud, vista como una introducción al socialismo por mucha gente", agregó el experto.
Encima de todo eso, varias figuras públicas, como políticos y formadores de opinión en los medios, han adoptado un papel clave al avivar el fuego del miedo.
Así, no es raro escuchar a la congresista republicana Michelle Buchmann, de Minnesota, decir que Obama planea establecer campos de reeducación política para convertir a los niños estadounidenses en robots marxistas, o a su correligionario el ex representante de Colorado Tom Tancredo advertir que México tiene planes secretos para invadir y reconquistar el sudoeste de Estados Unidos.
O incluso a la ex candidata a vicepresidenta Sarah Palin insistir en que la reforma de salud demócrata tiene como objetivo instalar paneles de la muerte para que decidan si los jubilados deben vivir o morir, o al popular comentarista televisivo de Fox News Glenn Beck advertir que la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias está construyendo campos de concentración para encerrar a los blancos.
"Todas esas mentiras son presentadas por figuras desde púlpitos importantes, lo que hace que cientos de miles de estadounidenses, si no millones, les crean. Están distorsionando completamente el debate político con esas teorías conspirativas y propaganda que busca satanizar a ciertos grupos raciales, como los inmigrantes latinos", señaló Potok.
Odio
Impulsadas por estos sentimientos de odio, se han armado cientos de milicias en todo el país, pero por sobre todo en los estados del interior que más están sufriendo la crisis económica, como Michigan, Ohio o Pensilvania.
Tienen un perfil casi rural, integradas mayoritariamente por hombres blancos y por lo general conformadas con varios miembros de una misma familia, como es el caso de los Hutaree. Es difícil estimar cuántas personas engruesan sus filas, pero según el Southern Poverty Law Center se puede hablar fácilmente de decenas de miles de milicianos.
Y aunque la mayoría de ellos se autodefinen como patriotas cristianos, las ideas religiosas no suelen formar parte del eje de su ideología.
En este sentido, los Hutaree son una excepción, ya que ven como enemigo principal al anticristo en vez de al gobierno federal. En sus materiales hallados en Internet, sostienen básicamente los mismos principios que otros grupos seculares, pero los Hutaree les dan un giro apocalíptico e identifican como el posible anticristo al español Javier Solana, ex secretario general de la OTAN (1995-1999) y ex alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad (1999-2009).
Como muchas de estas milicias, los Hutaree tenían pensado asistir a la llamada Marcha de la Segunda Enmienda Constitucional (que garantiza el derecho a portar armas), el 19 del actual en Washington, donde piensan hacer una fuerte demostración de su fuerza. La elección de la fecha, que no es casual, podría suponer mayores dolores de cabeza para el gobierno.
"Toman como símbolo el 19 de abril de 1775, que fue cuando se efectuaron los primeros disparos de la Revolución Americana, en la batalla de Lexington. Es también el 15º aniversario del atentado en la ciudad de Oklahoma, en el que Timothy McVeigh, miembro de un grupo patriota, mató a 168 personas.
"Y McVeigh eligió ese día en 1995 para atacar porque quería vengarse de que exactamente dos años antes, también un 19 de abril, las tropas federales tomaron por asalto el complejo de la secta davidiana en Waco, que terminó en una tragedia", advirtió Potok frente a un posible incremento de la violencia.
LA PRIMERA OLA
Ruby Ridge . En 1992, el FBI asaltó la granja de Randy Weaver, integrante del movimiento supremacista blanco de una secta apocalíptica, acusado de vender armas ilegalmente. Murieron Weaver, su esposa y un hijo.
Waco . En 1993, tuvo lugar el asalto a la granja de David Koresh, líder de una secta davidiana, que se había atrincherado durante 51 días. Más de 76 personas murieron, entre ellas mujeres y niños, en un criticado operativo llevado a cabo con armas incendiarias.
Oklahoma . En 1995, Timothy McVeigh, un simpatizante del movimiento de las milicias, perpetró un ataque con bombas en el centro de Oklahoma. Se trató del peor atentado en suelo norteamericano hasta el 11 de Septiembre: murieron en total 168 personas. Durante el juicio, McVeigh dijo que quería vengarse de las muertes en Ruby Ridge y Waco.
Montana . Los Montana Freeman eran un grupo patriota cristiano que se declaró fuera de la autoridad del gobierno federal. Cobraron notoriedad internacional en 1996, cuando protagonizaron un tiroteo con agentes del FBI. La secta, acusada de varios fraudes, se atrincheró pero se entregó después de 81 días de arduas negociaciones con las autoridades.
Una prédica cada vez más radicalizada
WASHINGTON.- La reforma sanitaria impulsada por Barack Obama se proyecta como un giro histórico en el terreno de la salud en este país.
En el terreno de las pequeñas cosas, sin embargo, y sin proponérselo, lo que la misma ley ha provocado es una notable alteración en el discurso político, signada por la radicalización de la prédica opositora, desconcertada ante el primer triunfo de peso del líder demócrata.
El cambio es más que una cuestión de grados. Es verdad que el calor se fue acentuando en la medida en que crecía el rechazo a la reforma de Obama. Meses en los que se acusó al presidente de mentiroso, ladrón, nazi, comunista, demagogo y gastador, con la liviandad de quien cree que todo ello puede ir junto al mismo tiempo.
Pero, en las últimas dos semanas, el discurso violento pasó a hechos violentos. Proliferaron las amenazas a legisladores, llamadas intimidantes, pintadas en las veredas de sus casas, empujones e insultos en plena calle. "Asesino de niños", le gritaron a un demócrata contrario al aborto que votó la ley. "Maricón de porquería", le gritaron a otro, de reconocida condición homosexual.
El FBI acaba de advertir contra "grupos violentos" que amenazan a gobernadores. Se hacen llamar Los Guardianes de la Libertad y envían cartas intimidantes en las que expresan "hartazgo" porque consideran que se les está "robando el país". El temor es que, como viene ocurriendo con otros grupos radicales, también ellos pasen de la palabra a los hechos.
Antes de estos estallidos, el enojo había medrado en dos grandes fuentes. Una de ellas es el Tea Party, el movimiento antisistema que se convirtió en expresión de malestar. La otra fuente -más compleja, porque alimenta la ira pero no la libera- se entronca con el discurso radical de predicadores radiales y la cadena Fox, que están que trinan.
"Tenemos que derrotar a estos bastardos", sostiene, con su particular estilo, el influyente y famoso comentarista radial Rush Limbaugh, un ídolo inspirador para la derecha más radical.
William Kristol, el director del Weekly Standard , la "biblia" del pensamiento neo con (neoconservador), señala la ruta: "Lo más importante del Obamacare [denominación que la derecha ha dado despectivamente a esta ley] no entra en vigor hasta 2014 -especialmente los subsidios-, así que lo que ahora tienen que hacer los republicanos es convertir las próximas elecciones en referéndums sobre la reforma, ganarlas y revocar la ley", dijo.
Tan reiterativa y extrema es la prédica que hasta figuras moderadas de la oposición se contagiaron de enojo. "Fuera de Washington, el pueblo norteamericano está irritado, no le gusta esta ley y nosotros vamos a revocarla", declaró el ex candidato presidencial republicano John McCain.
Los líderes republicanos en la Cámara de Representantes, John Boehner, y en el Senado, Mitch McConell, prometieron también una campaña para probar los efectos perniciosos de "esta monstruosidad legal".
La sospecha es que, en realidad, lo que late es otra cosa. "La ira no es contra la reforma", analizaba, días atrás, Frank Rich, desde su habitual columna sobre cultura popular en The New York Times .
Al igual que otros, su advertencia apunta a que, tal como viene sosteniendo el conservador The Wall Street Journal , muchos rasgos de la propuesta de Obama parecen calcados del proyecto republicano que el ex gobernador Mitt Romney impuso en Massachusetts.
No es contra ella, pero es lo que ha desatado esta ira atípica en la vida política de este país, de la que se habla casi a diario y que, sin embargo, muchos consideran con futuro acotado.
Se sabe que el enojo es contagioso, sobre todo en grupos políticos organizados. Pero la posibilidad de que la violencia se radicalice "es realmente escasa mientras existan medios para hacer política real", previno Clark McCauley, profesor de Psicología en la Universidad Bryn Mawr.
El, como tantos otros expertos, fue convocado en los últimos días para analizar este comportamiento que, si bien no es extraño, sí resulta inusual en esta sociedad.
El otro misterio es el Tea Party. El popular movimiento "antisistema" que hizo bandera del rechazo a la reforma sanitaria parece haber perdido fuerza después del triunfo legislativo de Obama.
La nueva realidad lo obliga a pensar alguna estrategia para subsistir. Pero sin eslogan claro ni líderes reconocidos, la tarea no es sencilla.
Para LA NACION
NUEVA YORK.- El fin de semana pasado, nueve miembros de la nueva milicia apocalíptica cristiana Hutaree fueron arrestados en redadas en Michigan, Ohio e Indiana, acusados de planear matar a un policía para luego hacer explotar una bomba en la procesión fúnebre. Hoy se encuentran tras las rejas, pero afuera hay muchos más "soldados antigubernamentales" que forman parte de lo que los expertos advierten es una virulenta y peligrosa segunda oleada de milicias extremistas dispuestas a atacar al gobierno federal.
"El último año ha habido un dramático resurgimiento de los autroproclamados grupos patriotas. Pasamos de 149 en 2008 a 512 el año pasado; y las milicias, que vendrían a ser sus alas paramilitares, aumentaron de 42 a 127", dijo a LA NACION Mark Potok, director del programa de Inteligencia del Southern Poverty Law Center, que se encarga de llevar la cuenta de todos los grupos de odio en el país. De acuerdo a los especialistas, estos grupos patriotas ven al gobierno federal como el enemigo número uno: creen que está detrás de una conspiración para imponer la ley marcial en Estados Unidos, encarcelar en campos de concentración a todos los estadounidenses que se resistan y empujar al país hacia un nuevo tipo de orden mundial socialista y malvado.
Odian por eso a las Naciones Unidas y a bloques regionales como la Unión Europea. Cualquier grupo transnacional es visto como parte de ese gran complot de las "elites socialistas mundiales" para acabar con el capitalismo y los derechos individuales. Por eso defienden su derecho a portar armas y alzarse en pie de guerra frente a las intromisiones del gobierno federal (ver aparte).
Son ideas que tienen más de 100 años de antigüedad, pero que comenzaron a solidificarse en grupos de ultraderecha hace poco más de 20 años, impulsados por aquella máxima libremercadista que expresó Ronald Reagan en 1981 cuando dijo: "El gobierno no es la solución al problema, el gobierno es el problema".
Surgieron con fuerza en los 90, especialmente durante el gobierno de Bill Clinton, que promovió mayores restricciones a la venta de armas, y tuvieron su auge luego del fatal asedio federal a la secta davidiana en Waco, Texas, en 1995, que dejó 76 muertos. Para muchos de estos individuos, representó un feroz ataque del gobierno a sus propios ciudadanos.
Tormenta perfecta
Los factores que alimentan hoy la segunda oleada de milicias patriotas son similares a los que motivaron el surgimiento anterior, aunque esta vez hay un elemento racista más marcado por la presencia de Obama y una causa de lucha mucho más amplia, en contra de las fuerzas de la globalización misma.
"Estamos frente a una tormenta perfecta de factores. Estos incluyen la cambiante demografía racial en Estados Unidos, ya que hay mucha gente que está asustada porque en 2040, de acuerdo con proyecciones del censo, los blancos dejarán de ser mayoría en el país. Ese cambio racial está reflejado aún más en la elección de Barack Obama como presidente", explicó Potok.
"Además, hay mucho resentimiento y bronca asociados a la recesión económica y el alto desempleo. Y también hay mucha resistencia y rechazo a las políticas de reforma social de este gobierno, en particular la reforma del sistema de salud, vista como una introducción al socialismo por mucha gente", agregó el experto.
Encima de todo eso, varias figuras públicas, como políticos y formadores de opinión en los medios, han adoptado un papel clave al avivar el fuego del miedo.
Así, no es raro escuchar a la congresista republicana Michelle Buchmann, de Minnesota, decir que Obama planea establecer campos de reeducación política para convertir a los niños estadounidenses en robots marxistas, o a su correligionario el ex representante de Colorado Tom Tancredo advertir que México tiene planes secretos para invadir y reconquistar el sudoeste de Estados Unidos.
O incluso a la ex candidata a vicepresidenta Sarah Palin insistir en que la reforma de salud demócrata tiene como objetivo instalar paneles de la muerte para que decidan si los jubilados deben vivir o morir, o al popular comentarista televisivo de Fox News Glenn Beck advertir que la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias está construyendo campos de concentración para encerrar a los blancos.
"Todas esas mentiras son presentadas por figuras desde púlpitos importantes, lo que hace que cientos de miles de estadounidenses, si no millones, les crean. Están distorsionando completamente el debate político con esas teorías conspirativas y propaganda que busca satanizar a ciertos grupos raciales, como los inmigrantes latinos", señaló Potok.
Odio
Impulsadas por estos sentimientos de odio, se han armado cientos de milicias en todo el país, pero por sobre todo en los estados del interior que más están sufriendo la crisis económica, como Michigan, Ohio o Pensilvania.
Tienen un perfil casi rural, integradas mayoritariamente por hombres blancos y por lo general conformadas con varios miembros de una misma familia, como es el caso de los Hutaree. Es difícil estimar cuántas personas engruesan sus filas, pero según el Southern Poverty Law Center se puede hablar fácilmente de decenas de miles de milicianos.
Y aunque la mayoría de ellos se autodefinen como patriotas cristianos, las ideas religiosas no suelen formar parte del eje de su ideología.
En este sentido, los Hutaree son una excepción, ya que ven como enemigo principal al anticristo en vez de al gobierno federal. En sus materiales hallados en Internet, sostienen básicamente los mismos principios que otros grupos seculares, pero los Hutaree les dan un giro apocalíptico e identifican como el posible anticristo al español Javier Solana, ex secretario general de la OTAN (1995-1999) y ex alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad (1999-2009).
Como muchas de estas milicias, los Hutaree tenían pensado asistir a la llamada Marcha de la Segunda Enmienda Constitucional (que garantiza el derecho a portar armas), el 19 del actual en Washington, donde piensan hacer una fuerte demostración de su fuerza. La elección de la fecha, que no es casual, podría suponer mayores dolores de cabeza para el gobierno.
"Toman como símbolo el 19 de abril de 1775, que fue cuando se efectuaron los primeros disparos de la Revolución Americana, en la batalla de Lexington. Es también el 15º aniversario del atentado en la ciudad de Oklahoma, en el que Timothy McVeigh, miembro de un grupo patriota, mató a 168 personas.
"Y McVeigh eligió ese día en 1995 para atacar porque quería vengarse de que exactamente dos años antes, también un 19 de abril, las tropas federales tomaron por asalto el complejo de la secta davidiana en Waco, que terminó en una tragedia", advirtió Potok frente a un posible incremento de la violencia.
LA PRIMERA OLA
Ruby Ridge . En 1992, el FBI asaltó la granja de Randy Weaver, integrante del movimiento supremacista blanco de una secta apocalíptica, acusado de vender armas ilegalmente. Murieron Weaver, su esposa y un hijo.
Waco . En 1993, tuvo lugar el asalto a la granja de David Koresh, líder de una secta davidiana, que se había atrincherado durante 51 días. Más de 76 personas murieron, entre ellas mujeres y niños, en un criticado operativo llevado a cabo con armas incendiarias.
Oklahoma . En 1995, Timothy McVeigh, un simpatizante del movimiento de las milicias, perpetró un ataque con bombas en el centro de Oklahoma. Se trató del peor atentado en suelo norteamericano hasta el 11 de Septiembre: murieron en total 168 personas. Durante el juicio, McVeigh dijo que quería vengarse de las muertes en Ruby Ridge y Waco.
Montana . Los Montana Freeman eran un grupo patriota cristiano que se declaró fuera de la autoridad del gobierno federal. Cobraron notoriedad internacional en 1996, cuando protagonizaron un tiroteo con agentes del FBI. La secta, acusada de varios fraudes, se atrincheró pero se entregó después de 81 días de arduas negociaciones con las autoridades.
Una prédica cada vez más radicalizada
WASHINGTON.- La reforma sanitaria impulsada por Barack Obama se proyecta como un giro histórico en el terreno de la salud en este país.
En el terreno de las pequeñas cosas, sin embargo, y sin proponérselo, lo que la misma ley ha provocado es una notable alteración en el discurso político, signada por la radicalización de la prédica opositora, desconcertada ante el primer triunfo de peso del líder demócrata.
El cambio es más que una cuestión de grados. Es verdad que el calor se fue acentuando en la medida en que crecía el rechazo a la reforma de Obama. Meses en los que se acusó al presidente de mentiroso, ladrón, nazi, comunista, demagogo y gastador, con la liviandad de quien cree que todo ello puede ir junto al mismo tiempo.
Pero, en las últimas dos semanas, el discurso violento pasó a hechos violentos. Proliferaron las amenazas a legisladores, llamadas intimidantes, pintadas en las veredas de sus casas, empujones e insultos en plena calle. "Asesino de niños", le gritaron a un demócrata contrario al aborto que votó la ley. "Maricón de porquería", le gritaron a otro, de reconocida condición homosexual.
El FBI acaba de advertir contra "grupos violentos" que amenazan a gobernadores. Se hacen llamar Los Guardianes de la Libertad y envían cartas intimidantes en las que expresan "hartazgo" porque consideran que se les está "robando el país". El temor es que, como viene ocurriendo con otros grupos radicales, también ellos pasen de la palabra a los hechos.
Antes de estos estallidos, el enojo había medrado en dos grandes fuentes. Una de ellas es el Tea Party, el movimiento antisistema que se convirtió en expresión de malestar. La otra fuente -más compleja, porque alimenta la ira pero no la libera- se entronca con el discurso radical de predicadores radiales y la cadena Fox, que están que trinan.
"Tenemos que derrotar a estos bastardos", sostiene, con su particular estilo, el influyente y famoso comentarista radial Rush Limbaugh, un ídolo inspirador para la derecha más radical.
William Kristol, el director del Weekly Standard , la "biblia" del pensamiento neo con (neoconservador), señala la ruta: "Lo más importante del Obamacare [denominación que la derecha ha dado despectivamente a esta ley] no entra en vigor hasta 2014 -especialmente los subsidios-, así que lo que ahora tienen que hacer los republicanos es convertir las próximas elecciones en referéndums sobre la reforma, ganarlas y revocar la ley", dijo.
Tan reiterativa y extrema es la prédica que hasta figuras moderadas de la oposición se contagiaron de enojo. "Fuera de Washington, el pueblo norteamericano está irritado, no le gusta esta ley y nosotros vamos a revocarla", declaró el ex candidato presidencial republicano John McCain.
Los líderes republicanos en la Cámara de Representantes, John Boehner, y en el Senado, Mitch McConell, prometieron también una campaña para probar los efectos perniciosos de "esta monstruosidad legal".
La sospecha es que, en realidad, lo que late es otra cosa. "La ira no es contra la reforma", analizaba, días atrás, Frank Rich, desde su habitual columna sobre cultura popular en The New York Times .
Al igual que otros, su advertencia apunta a que, tal como viene sosteniendo el conservador The Wall Street Journal , muchos rasgos de la propuesta de Obama parecen calcados del proyecto republicano que el ex gobernador Mitt Romney impuso en Massachusetts.
No es contra ella, pero es lo que ha desatado esta ira atípica en la vida política de este país, de la que se habla casi a diario y que, sin embargo, muchos consideran con futuro acotado.
Se sabe que el enojo es contagioso, sobre todo en grupos políticos organizados. Pero la posibilidad de que la violencia se radicalice "es realmente escasa mientras existan medios para hacer política real", previno Clark McCauley, profesor de Psicología en la Universidad Bryn Mawr.
El, como tantos otros expertos, fue convocado en los últimos días para analizar este comportamiento que, si bien no es extraño, sí resulta inusual en esta sociedad.
El otro misterio es el Tea Party. El popular movimiento "antisistema" que hizo bandera del rechazo a la reforma sanitaria parece haber perdido fuerza después del triunfo legislativo de Obama.
La nueva realidad lo obliga a pensar alguna estrategia para subsistir. Pero sin eslogan claro ni líderes reconocidos, la tarea no es sencilla.
Orgullosos, muestran sus armas por todos lados
Yolanda Monge
El País
WASHINGTON.- Con pistolas al cinturón, un par de docenas de hombres -también hay alguna mujer- entran en el restaurante Fuddruckers de Annandale (a 40 minutos de Washington). Parecen querer mostrar que no hay motivo de preocupación: sólo están ejerciendo un derecho, que no es únicamente el de reunirse, sino el de portar armas, como establece la segunda enmienda de la Constitución de Estados Unidos.
Otro grupo se pasará a tomar un café a media tarde por el Starbucks que hay cerca de la comisaría de esa misma localidad de Virginia. También irán armados, en su mayoría con revólveres Smith & Wesson o semiautomáticas Glock. Todos ellos buscan provocar, y lo están consiguiendo.
Van armados allá donde vayan. Están orgullosos de hacerlo y mostrarlo; esta última es la acción clave. Bajo la consigna de que "un derecho que no se ejerce es un derecho que se pierde", algunos ciudadanos de este país -el que aportó al lenguaje mundial la expresión "ley del Oeste"- han decidido desafiar a la sociedad y salir a la calle armados. ¿Por qué? Porque pueden y quieren seguir haciéndolo. Porque lo permite la ley.
El objetivo es convertir en algo normal la presencia de armas; conseguir que las pistolas pasen tan inadvertidas como el iPod o el teléfono celular. Omnipresencia, ésa es la palabra que se busca implantar asociada a las armas de fuego, que un revólver sea algo definitorio en una persona, no excluyente.
Cuando el primer presidente negro de Estados Unidos juró su cargo hace ya más de un año, el lobby que defiende las armas de fuego se sintió amenazado, se puso en alerta y encendió todas sus alarmas. El sentir general y el temor particular de los más fanáticos fue que Barack Obama los despojaría de sus bebes (como llaman muchos a sus pistolas) y de su munición.
Así que comenzó la campaña de dejarse ver, por si a alguien se le había olvidado que tener armas es un derecho constitucional y llevarlas en público es legal en 43 estados de la Unión.
Un tema controvertido
Sin embargo, no se ha legislado en contra. Ha sucedido más bien todo lo contrario. No sólo Obama ha mantenido un sepulcral silencio sobre el polémico tema, sino que muchos estados han expandido los derechos de los usuarios de armas de fuego.
Por ejemplo, en el estado de Indiana las empresas ya no pueden prohibir que los empleados tengan armas en su lugar de trabajo; en Virginia se ha aprobado una ley que permite que se lleven armas sin que tengan que estar a la vista en bares y restaurantes que sirven alcohol, y en Tennessee se permiten pistolas en campos de deporte y parques infantiles.
Si es legal ir armado, también lo es que un establecimiento use la prerrogativa de impedir el acceso a su local a cualquier persona que vaya armada.
Ese ha sido el caso de algunas cadenas, como California Pizza Kitchen o Peet´s Coffee and Tea. No es el caso del omnipresente Starbucks, que con cerca de 17.000 cafeterías en todo el mundo está permitiendo en Estados Unidos que sus clientes vayan armados mientras degustan un frappuccino o se deleitan con un café latte. La consabida pregunta del mozo de un Starbucks al cliente de si desea single or double shot (café doble o sencillo, usando shot , disparo, como argot para la cantidad de café que se sirve) ya no es tan inocente cuando en varias mesas hay quien lleva munición para resistir un asalto.
EL PAIS, SL
lanacion.com
Yolanda Monge
El País
WASHINGTON.- Con pistolas al cinturón, un par de docenas de hombres -también hay alguna mujer- entran en el restaurante Fuddruckers de Annandale (a 40 minutos de Washington). Parecen querer mostrar que no hay motivo de preocupación: sólo están ejerciendo un derecho, que no es únicamente el de reunirse, sino el de portar armas, como establece la segunda enmienda de la Constitución de Estados Unidos.
Otro grupo se pasará a tomar un café a media tarde por el Starbucks que hay cerca de la comisaría de esa misma localidad de Virginia. También irán armados, en su mayoría con revólveres Smith & Wesson o semiautomáticas Glock. Todos ellos buscan provocar, y lo están consiguiendo.
Van armados allá donde vayan. Están orgullosos de hacerlo y mostrarlo; esta última es la acción clave. Bajo la consigna de que "un derecho que no se ejerce es un derecho que se pierde", algunos ciudadanos de este país -el que aportó al lenguaje mundial la expresión "ley del Oeste"- han decidido desafiar a la sociedad y salir a la calle armados. ¿Por qué? Porque pueden y quieren seguir haciéndolo. Porque lo permite la ley.
El objetivo es convertir en algo normal la presencia de armas; conseguir que las pistolas pasen tan inadvertidas como el iPod o el teléfono celular. Omnipresencia, ésa es la palabra que se busca implantar asociada a las armas de fuego, que un revólver sea algo definitorio en una persona, no excluyente.
Cuando el primer presidente negro de Estados Unidos juró su cargo hace ya más de un año, el lobby que defiende las armas de fuego se sintió amenazado, se puso en alerta y encendió todas sus alarmas. El sentir general y el temor particular de los más fanáticos fue que Barack Obama los despojaría de sus bebes (como llaman muchos a sus pistolas) y de su munición.
Así que comenzó la campaña de dejarse ver, por si a alguien se le había olvidado que tener armas es un derecho constitucional y llevarlas en público es legal en 43 estados de la Unión.
Un tema controvertido
Sin embargo, no se ha legislado en contra. Ha sucedido más bien todo lo contrario. No sólo Obama ha mantenido un sepulcral silencio sobre el polémico tema, sino que muchos estados han expandido los derechos de los usuarios de armas de fuego.
Por ejemplo, en el estado de Indiana las empresas ya no pueden prohibir que los empleados tengan armas en su lugar de trabajo; en Virginia se ha aprobado una ley que permite que se lleven armas sin que tengan que estar a la vista en bares y restaurantes que sirven alcohol, y en Tennessee se permiten pistolas en campos de deporte y parques infantiles.
Si es legal ir armado, también lo es que un establecimiento use la prerrogativa de impedir el acceso a su local a cualquier persona que vaya armada.
Ese ha sido el caso de algunas cadenas, como California Pizza Kitchen o Peet´s Coffee and Tea. No es el caso del omnipresente Starbucks, que con cerca de 17.000 cafeterías en todo el mundo está permitiendo en Estados Unidos que sus clientes vayan armados mientras degustan un frappuccino o se deleitan con un café latte. La consabida pregunta del mozo de un Starbucks al cliente de si desea single or double shot (café doble o sencillo, usando shot , disparo, como argot para la cantidad de café que se sirve) ya no es tan inocente cuando en varias mesas hay quien lleva munición para resistir un asalto.
EL PAIS, SL
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