domingo, 26 de abril de 2009

Emociones inteligentes


Acaso porque cada vez se toma más conciencia de que las emociones son contagiosas y de que nos mueven a actuar muchas veces de manera impulsiva y equivocada. Y sobre todo porque, según los especialistas, se pueden aprender a manejar -no sin algún esfuerzo- en beneficio propio y de otros, la inteligencia emocional (IE), concepto que popularizó Daniel Goleman en la última década, parece haber llegado a las organizaciones para quedarse.
Cada vez más demandadas a la par de los conocimientos duros, las habilidades emocionales y sociales son clave para los líderes que tienen que influir positivamente en sus equipos y alentar el desempeño, el compromiso y el buen clima.
"Antes se ponía el foco sólo en los conocimientos técnicos y así surgían los conflictos con jefes que no sabían tratar a la gente. Eso está cambiando significativamente, hoy se valoran mucho más las competencias emocionales especialmente en la selección para altos cargos", dice Jorge Fiszer, especialista en IE, investigador, docente y coordinador de Vistage Argentina.
Así, cuando el brillo intelectual y la lustrosa formación académica demostraron ser en muchos casos totalmente insuficientes para le gestión de la personas, hoy las empresas buscan cada vez más en los líderes el equilibrio en la capacidad racional y la de los sentimientos, tan ligada al trato con los otros.
"En los años 90 se privilegiaron las competencias técnicas y la asertividad, el perfil de la persona muy segura de sí misma que no duda, no se equivoca. Pero a partir de 2001 las compañías se dieron cuenta de que esos líderes tenían muchas dificultades para relacionarse. Y empiezan a buscar personas más equilibradas y a valorar la IE, que trae de nuevo la necesidad de integrar la dimensión intelectual, emocional y social del ser humano, sin olvidar la espiritual. Todas estas capacidades son valiosas y deben desarrollarse de manera equilibrada para que las personas puedan relacionarse con los otros de manera constructiva", expresa Fernando Moyano, gerente de Capital Humano de Auren.

Manejar el control
Ante el vértigo y el estrés de estos tiempos, dejarse llevar por los impulsos y estallar en reacciones perjudiciales, o al contrario, esconder lo que se siente y callarse una y otra vez puede ser un boomerang nocivo. Pero con el manejo adecuado de las emociones se puede revertir, coinciden los entrevistados. "Nuestros objetivos -enfatiza Fiszer- siempre son más importantes que nuestros impulsos. A veces por un impulso uno actúa en contra de sus objetivos y de su grupo."
Entendida como "la capacidad humana de sentir, entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo y en los demás, la IE no implica ahogar las emociones, sino dirigirlas y equilibrarlas", precisa Abel Cortese, investigador y director del portal Inteligencia Emocional.
Fácil de enunciar, más difícil de concretar, el control de los impulsos requiere una actitud proactiva, según Fiszer. "Necesita -agrega- un trabajo periódico como aquel que se entrena regularmente. Por ejemplo, diez minutos diarios de introspección, con técnicas adecuadas, ayudan a pensar antes de responder o reaccionar."
Por su lado, anticiparse y prever los impulsos emocionales es lo que propone Alejandra Figini, gerente de Selección y Consultoría de Bayton, especialista en el tema y docente de la Universidad de Palermo. "Si estoy sensible con respecto a alguien o a algo, puedo prepararme mentalmente imaginando la situación de estrés y dando respuestas que me beneficien.
Los atletas mentalizan sus saltos antes de darlos, del mismo modo uno puede mentalizar las respuestas ante ciertas situaciones con el fin de no cometer exabruptos emocionales de los que no podamos volver."
En tiempos de estrés prolongado, Cortese agrega que para lograr el control emocional es recomendable, "además de cuidar el cuerpo -mediante ejercicios físicos, de respiración, relajación, y las pertinentes horas de sueño-, buscar el espacio y el tiempo para la toma de perspectiva, la reflexión y la búsqueda de soluciones, que generalmente están alejadas de las reacciones impulsivas".
Porque las emociones no piden permiso y las reacciones vuelan a la velocidad de un rayo; parar la pelota a tiempo para no actuar impulsivamente "al principio puede costar, pero en la medida en que se vaya ejercitando la cuestión se va internalizando", se entusiasma Cortese.
Así, cuando aparezca la luz roja Moyano sugiere: "Conectarse con las emociones, preguntarse que se está sintiendo y por qué, qué puede estar sintiendo el otro, y pensar qué actitud distinta se puede tomar para cambiar la situación. Aunque sea una reacción artificial, hay que ir ensayando hasta encontrar la mejor". Y agrega: "Al experimentar emociones fuertes como el pánico, la angustia, el resentimiento, la ira, el poder reconocerlas y encauzarlas ayuda a ganar confianza y a reforzar las emociones positivas".
En tren de estimular a los colaboradores, el equilibrio emocional del líder, se sabe, es vital. Porque como ejemplifica Figini: "La angustia es una emoción contagiosa, igual que la alegría".
Sin costo monetario, Fiszer destaca la importancia de los reconocimientos cordiales para favorecer la motivación: "Los incentivos económicos, bienvenidos sean, pero no alcanzan. La gente valora mucho más el salario emocional, que tiene que ver con el buen trato; con que el líder sea muy cuidadoso cuando critica y muy eufórico cuando elogia".
Moyano también destaca la compensación emocional, que viene de la mano de la posibilidad de hacer un trabajo que entusiasme. "Todo lo que tenga que ver con la vocación, con hacer lo que a uno le gusta, con el reconocimiento interno y después externo, obviamente, refuerza la confianza para que una persona haga bien su trabajo."
Raquel Saralegui

Para LA NACION
Con las emociones a cuestas
Ante la ansiedad, la incertidumbre y los temores que suelen asomar frente a las entrevistas y búsquedas estériles, en el camino hacia el primer empleo o en plena transición laboral las emociones también pueden jugar a favor o en contra. Para no dejarse llevar por impulsos que perjudiquen, aceptar la realidad, tomar conciencia de lo que se siente, tener en claro los objetivos y reforzar la confianza en uno mismo -sumando conocimientos, por ejemplo- puede ser un as en la manga.
"Uno no busca un trabajo, sino una forma de vida. Entonces, aun dentro de la oferta escasa y de lo posible, hay que tener en cuenta las habilidades, competencias y preferencias de uno y tratar de buscar aquello que se ajuste a eso y que ofrezca calidad de vida, y no sólo un buen ingreso. Ya sea un empleo o para animarse con un trabajo independiente", destaca Fiszer.
Al decir de Figini, también hay que afinar la puntería: "Es muy importante tener cuidado de no boicotear la propia búsqueda. Buscar en lugares equivocados traerá un desgaste innecesario en entrevistas y la sensación de que nadie quiere emplearme, cuando en realidad no voy a los lugares correctos según mi profesión o experiencia".

lanacion.com

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