martes, 28 de abril de 2009

El 30% de los hipertensos sufren apneas del sueño y lo ignoran


El doctor David White dialogó con LA NACION antes de su presentación en un simposio internacional Foto: LA NACION / Fabián Marelli

Fabiola Czubaj
LA NACION
A medida que pasa el tiempo, se vuelve cada vez más sólida la relación entre los problemas cardiovasculares y las pausas respiratorias nocturnas conocidas como apneas del sueño.
De hecho, la primera declaración conjunta de dos sociedades científicas estadounidenses que se ocupan del corazón reveló, sobre esa peligrosa asociación, que tres de cada diez personas hipertensas padecen apneas mientras duermen y lo ignoran, lo que aumenta su riesgo cardiovascular. A la vez, el documento señaló que la mitad de los pacientes con apnea obstructiva del sueño son hipertensos.
Pero ¿cuál de esas dos enfermedades aparece primero? "Es algo complicado de definir. Mientras las pruebas indican que las apneas del sueño favorecen el aumento de la presión sanguínea por múltiples mecanismos, contamos con evidencias menos contundentes de que, si tratamos las apneas, podemos bajar la presión. También existen indicios muy recientes de que las apneas aumentarían el riesgo de desarrollar diabetes", respondió el doctor David White, integrante de la División de Medicina del Sueño de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard.
White es uno de los autores de la primera declaración científica conjunta sobre apneas y cardiopatías publicada a fines del año pasado en la revista Circulation . Este primer documento fue elaborado por reconocidos expertos en cardiología y en medicina del sueño, a pedido de la Asociación Estadounidense del Corazón y del Colegio Estadounidense de Cardiología.
"Hay una gran cantidad de estudios que sugieren que las apneas activarían varios mecanismos biológicos, como la inflamación sistémica, el exceso de coagulación de la sangre o la alteración de la función del endotelio vascular [recubrimiento interno de los vasos sanguíneos] que llevarían a desarrollar aterosclerosis, que es lo que, finalmente, produce enfermedad cardíaca", agregó.
Según la información disponible, comentó el investigador, las personas con apneas del sueño son más propensas a sufrir un infarto, un accidente cerebrovascular (ACV), a desarrollar insuficiencia cardíaca o a morir por alguna de esas causas. Está comprobado que al final de varios episodios de apnea, la presión puede llegar a los 240-130 mmHg.
La apnea obstructiva del sueño es la interrupción reiterada de la respiración al dormir, durante 10 segundos o más. Esas pausas se producen cuando colapsan los tejidos blandos de la faringe. Los síntomas más frecuentes son los ronquidos nocturnos y la somnolencia diurna. En la mayoría de los casos, es la pareja de la persona con apneas quien advierte el trastorno, cuyo diagnóstico se confirma con una polisomnografía en un laboratorio del sueño.
De visita en nuestro país, y antes de presentarse en el Simposio Internacional sobre Actualización en Apneas del Sueño, organizado por el Hospital Universitario Austral (HUA), el doctor White explicó a LA NACION: "Las apneas hacen que el oxígeno en la sangre disminuya y aumente cíclicamente debido a las pausas que se producen en la respiración, lo cual afecta la salud cardiovascular".
Las evidencias disponibles no sólo demuestran que la presión sanguínea aumenta con cada apnea, sino que también afirman que en las personas que padecen esas pausas respiratorias al dormir se duplica o cuatriplica el riesgo de desarrollar una alteración grave del ritmo cardíaco (arritmia).
Por otro lado, los primeros resultados de un estudio observacional que realiza el Instituto Nacional del Corazón, el Pulmón y la Sangre en los Estados Unidos indican que los adultos de entre 30 y 60 años con apneas del sueño pueden tener hasta tres veces más riesgo de morir por cualquier causa que los que no tienen ese trastorno respiratorio. Esto coincide con estudios previos que habían confirmado que entre el 40 y el 70% de las personas que murieron por insuficiencia cardíaca padecían apneas del sueño.
"Pero aunque aún falten unos seis u ocho años para resolver definitivamente la relación causa-efecto -agregó White-, si yo tuviera hipertensión o enfermedad coronaria me gustaría que el médico me preguntara si duermo bien, si ronco o si me siento cansado durante el día para iniciar un tratamiento (con presión positiva de aire continuo o CPAP, en inglés) porque toda la información disponible confirma la asociación con la enfermedad cardíaca y vascular."
Por su parte, el doctor Daniel Pérez Chada, jefe del Servicio de Neumonología del HUA, indicó: "Lo primero que tenemos que hacer es lograr aumentar en la comunidad médica la conciencia de la importancia de indagar en los pacientes cardíacos los trastornos del sueño y conocer si roncan, evaluar si aumentaron el índice de masa corporal o si cambió en ellos el tamaño de la circunferencia del cuello".
lanacion.com

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