Se enamoró de Fidel Castro en sus años de mayor idealismo. Sucedió hace 52 años, cuando el joven político y abogado fogoneaba la revolución en el mismo país que la cobijaba, junto con su familia republicana, en el exilio de España.
Hace poco más de medio siglo, Isabel Custodio vivió un romance de nueve meses con el líder cubano en México, poco antes de que el grupo que éste comandaba partiera hacia la isla. Ella era una hija de intelectuales, vivió rodeada desde muy pequeña por la atmósfera política que se respiraba en los sucesivos hogares que fue conociendo a medida que se desplazaba con los suyos, siempre condicionada por los diversos acontecimientos de la historia.
A Fidel Castro Ruz lo conoció en una visita carcelaria, por intermedio del fotógrafo Néstor Almendros, entonces integrante de la revista de izquierda Bohemia. Fidel planificaba desde prisión los movimientos que haría al salir. Ella era una joven irreverente que peleaba por la libertad y los derechos de la mujer. De muy joven comenzó con sus tareas de militancia y ayuda social, el tipo de accionar que previsiblemente la acercó al guerrillero.
–Trabajaba en un colectivo de estudiantes feministas. Aunque éramos adolescentes, estudiábamos mucho marxismo y leyes. Teníamos una imprenta clandestina donde realizábamos los panfletos que luego llevábamos a las mujeres en las fábricas, hacíamos política. En lugar de ir al cine o al teatro o salir con chicos como la mayoría, nos reuníamos para escribir y preparar campañas.
Puede que haya pasado medio siglo de aquellas aventuras lejanas, pero al día de hoy Isabel Custodio se define como feminista radical:
–Nuestra idea era que la mujer supiera que ella es la dueña de su cuerpo y sus ideas. Estábamos sobre todo con las obreras porque se encontraban insertas en el modelo social en el que tenían que trabajar y dejar a los hijos solos. Ellas venían todas las semanas a nuestras pláticas, nos buscaban muchísimo. Nuestro gancho era entregarles unos tarjetones para que les hicieran consultas ginecológicas gratuitas, o recibieran otros tratamientos médicos y explicaciones para su cuidado.
Hacían incluso más:
–En las fábricas entregábamos leche y alimentos para que llevaran a sus casas. Otra de las actividades de la militancia consistía en conseguir médicos para poder realizar abortos a las trabajadoras. También tratábamos de que ellas tomaran conciencia sobre el control de la natalidad. Nos movíamos en grupos de no más de seis mujeres y muchas veces éramos detenidas. En cierto sentido, yo estaba haciendo mi propia revolución.
A pesar de que el contacto con las causas sociales parecía inherente a la familia Custodio, Isabel no deja de reconocer en Fidel el motor que terminó de eyectarla al mundo.
–Mi politización fue gracias a Fidel, me involucré por él. Mi relación fue una relación de tipo ideológica; pensábamos lo mismo, estábamos en lo mismo, nos interesábamos y luchábamos por lo mismo. Cada cual dentro de sus propias perspectivas y medios. Luego vino el atractivo físico y emocional, pero lo que nos unió fue nuestra manera de pensar.
HIJA DE VETERANOS.
Su activismo se manifestó en hospitales, barrios carenciados, universidades. Puso en riesgo su vida en más de una ocasión. Esta pasión vertiginosa la heredó de una familia que conocía el horror de la Guerra Civil española y la persecución de la dictadura. “Mis padres eran refugiados españoles que habían estado en Santo Domingo y Cuba. Nos tuvimos que venir a México porque a papá lo echaron por ser afiliado comunista. El gobierno había cerrado el PC cubano en el primer golpe de (Fulgencio) Batista. En esa primera oportunidad, se echó a todos los comunistas, entre ellos muchos españoles exiliados que habían llegado a la isla que les había abierto las puertas durante la guerra. A todos los echaron. Entonces, en México, muchos se siguieron viendo. La casa de mis padres era uno de los lugares de encuentro de cubanos exiliados, de dominicanos, y donde se hablaba y se hacía política.”
Se sabe: Fidel se embarcó en el “Granma” junto con 81 compañeros en la lluviosa madrugada del 25 de noviembre de 1956 en el puerto de Tuxpan, Veracruz. Luego del agotador viaje combatieron en Alegría del Pío y de allí partieron a Sierra Maestra. Nacía el ejército que dio lugar a la revolución, pero se terminaba el romance entre el cubano e Isabel. Fue en Tuxpan donde a la joven le tocó compartir con los expedicionarios los preparativos de la odisea e involucrarse con la causa a fin de reunir los medios necesarios para poder ejecutarla.
En esa tierra donde Fidel conoció a Ernesto Guevara, ella observó de cerca el trabajo de los futuros revolucionarios.
–Eran chicos jóvenes que venían a Tuxpan, un lugar de Veracruz que es parecido a la Sierra Maestra de Cuba. El coronel (Alberto) Bayo era el que los adiestraba y entrenaba en la guerra de guerrillas. Con él era muy buena mi relación. Estaban pocos días en la ciudad y luego mantenían reuniones en La Habana con los focos que los iban a estar esperando para la sublevación.
Eran jóvenes con grandes ideales. Todo el tiempo se armaban mítines de trabajo o reuniones de adiestramiento. Permanentemente llegaban camadas de cuatro u ocho muchachos que se apartaban tres o cuatro días con Fidel para la preparación. Era difícil poder vernos. Nuestro futuro era la revolución. Al principio, yo estaba muy entusiasmada, luego las cosas comenzaron a cambiar pero nunca me desilusioné con la causa. Fidel llegó a hacer lo que hizo porque nunca dudó de lo que iba a realizar. Él es un luchador nato y creía en lo que hacía.
HÉROE Y PERFIL GRIEGO.
Pasaron más de cinco décadas de aquel encuentro de camaradas en la causa y el recuerdo de la escritora para con Fidel sigue siendo de admiración.
–Era muy guapo, flaco, alto, con perfil griego. Tenía el pelo rizado. Era muy atractivo. No llevaba barba. Todas las mujeres que pertenecían al grupo lo perseguían. Todas. Él tenía un don, en el verdadero sentido de la palabra.
De todas maneras, Isabel marca cierta distancia con el líder que luego llegó a la presidencia.
–No era el mismo Fidel que hoy conoce todo el mundo, eso desde luego, él aquí era nadie. Era un idealista, muy joven, con unas ganas enormes de llevar cambios a ese país que vivía una dictadura terrible. Era un entusiasta con mucha fuerza y mucho poder de convencimiento.
El contexto en el que vivían Isabel y Fidel no era fácil de sostener y, además, la joven española debía afrontar la resistencia de algunos de los guerrilleros, incluso la del más célebre.
–Yo me peleaba mucho con el Che. Era el único que sabía de marxismo en ese grupo. Era como el rey que repetía palabras de Lenin y Marx y hablaba de El Capital. Pero daba la casualidad de que, como yo estaba en la universidad y estaba estudiando todo eso, le peleaba y le decía no, pues eso no es así. No le gustaba nada. Lo enfrentaba y eran tremendas discusiones. Tengo que decir que era muy machista.
Isabel también aprovecha para definir a Ernesto Guevara en su relación con las mujeres:
–También era muy conquistador. Estaba casado, tenía una niña, pero cuando veía una escoba con falda se iba detrás; conmigo no, yo era la mujer del César. Era muy impertinente con él. “GRANMA” Y DESPEDIDA.
En medio de las controversias, era evidente que en aquel México donde se forjaba la causa revolucionaria no había mucho tiempo para una relación normal.
–Nos veíamos poco. Teníamos nombres falsos, yo me llamaba Lilia, pero los íbamos cambiando para no ser identificados. No salíamos a pasear ni al cine, ni hacíamos las cosas que hacen los novios porque estábamos preparando una revolución. No llevábamos una vida de noviazgo normal.
A la distancia, Isabel Custodio reconoce errores e ingenuidades de juventud. Como ocurrió cierta vez en la que, por una ineptitud suya, puso en serio riesgo el plan de desembarco.
–Fui raptada por la policía secreta de Batista en un episodio muy terrible. Fidel y el grupo se enfrentaron a tiros en una colonia (barrio) muy poblada de la ciudad que era donde me tenían resguardada. Yo estaba drogada por los captores y estuve bajo un shock. Todos estaban en contra de mi rescate, porque era arriesgar la vida de muchos. Fue un error mío, nunca había que salir sola.
La partida del “Granma” significó también la ruptura de la pareja. Sin embargo, habían estado muy cerca del matrimonio tan sólo instantes previos.
–Yo estaba muy enamorada de Fidel, estaba entusiasmada. Algo pasó que me eché para atrás y no me animé a casarme. Se hizo una última reunión para juntar dinero a una semana de partir a la isla a la que fue el juez que se suponía que nos iba a casar, porque lo íbamos a hacer el día de la partida del barco.
Esa noche en que no hubo boda tampoco, discutió con el argentino:
–Le dije al Che que no me quería casar y me dijo que eso estaba bien y que al final era más inteligente de lo que nunca había pensado. Ésa fue la primera vez que, en lugar de pelearnos, estuvimos de acuerdo. Hubo un momento en el que el Che me dijo: “Fidel no se puede casar contigo, contigo ni con nadie, porque Fidel está casado con la revolución. La única novia que Fidel puede tener es la revolución”. La verdad es que tenía razón.
El amor me absolverá, es un libro que aún está inédito en la Argentina y que ha generado más de una polémica. La autora no revela qué sucedió con sus antiguos aliados luego de la partida del grupo revolucionario, del que sólo sobrevivieron 16 hombres. Dice no juzgar a la revolución. Se guarda para ella ciertos acontecimientos. En la actualidad, continúa ligada a la escritura y a las causas feministas.
Una vida entre libros y destierros
Hija de exiliados españoles, Isabel Custodio nació en Valencia, vivió en Francia, República Dominicana, Cuba y en México. Se crió en el seno de una familia de republicanos españoles que huyó de la guerra civil y la persecución franquista. Por su casa de México desfilaban exiliados de la dictadura de Batista, anarquistas, comunistas. Lleva escritos cuatro libros: La Eva disidente, Baile de dos gallinas sobre su cascarón, El amor me absolverá (el título hace alusión al alegato de defensa realizado por Fidel en el juicio en su contra tras los asaltos a los cuarteles Moncada y Céspedes) y La tiznada.
Isabel proviene de una familia de artistas, por lo que no fue una casualidad que aquellos años adolescentes los pasara en la casa de la reconocida escritora cubana Teté Casuso. “Era muy amiga de mis padres. Fui a dar ahí cuando mi familia estaba de gira y yo no los podía seguir porque estaba en la universidad. Mis padres conocían a mucha gente de todos esos países. Tenían una compañía de teatro que estuvo durante 30 años en México. Formaron lo que se llamó el teatro clásico español de México, que fue muy prestigioso. Al tiempo que papá escribía en periódicos, realizaba argumentos para el cine, trabajó en doblaje, escribió libros y fue muy reconocido. Yo también siempre escribí.”
Aunque mantuvo su pasión por la literatura, no realizó ningún registro de aquellos días mediante diarios u otros escritos. Por eso decidió, con el paso del tiempo, volcar aquellas experiencias juveniles en su libro El amor me absolverá que, según define, “se trata de un testimonio de hechos reales. Me buscaban de Times y otros medios para contar la historia, yo en otros momentos estaba más preocupada por mi vida, mi familia, los hijos…”.
Reunión cumbre entre Suegro y Barbudo
Cuando conoció a Castro, Isabel tenía 18 años y él pisaba los 30.
–Estaba todo el día con él, íbamos de arriba para abajo escapando de la persecución de la policía mexicana, viviendo en la clandestinidad. Cuando mi padre se enteró del affaire que yo tenía con un cubano desconocido que estaba armando una revolución, una cosa muy peligrosa, me dijo: “Estás loca, eso se acaba, ya mismo te mando a España”.
Pero un hombre que fue capaz de encarar una de las revoluciones más paradigmáticas de la historia no iba a intimidarse con tal situación.
–Le conté a Fidel que habían llegado mis padres y que iba a ser terrible y él me dijo que no me preocupara. Se encerraron en la biblioteca y estuvieron hablando como cinco horas. Cuando salió, mi papá me dijo “este hombre es extraordinario, te puedes casar con él cuando lo determines”. La verdad es que yo no me quería casar. Un día Fidel me dijo que no le podía pedir a ninguna mujer que se casara con él, que sólo podía llegar y hacer la revolución con una mujer que hubiera estado a su lado desde el principio, que hubiera pasado el hambre y las persecuciones que nosotros habíamos vivido. Sólo ésa es la verdadera compañera, la verdadera revolucionaria. El veía en mí a una compañera en su lucha.
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