El arroz es importante. Tan importante, de hecho, que un pequeño cambio en la forma en que se cultiva, se vende o consume puede acarrear enormes consecuencias en la economía mundial.
Fue lo que ocurrió precisamente a principios de año con los subsidios al arroz del Gobierno de Tailandia, donde se cultiva el 30 por ciento de la producción mundial. Los precios se dispararon globalmente, aunque otros exportadores frenaron cualquier amenaza de inestabilidad, como la India, y el mercado se ha controlado.
Pero la realidad es que el arroz afecta a millones de personas. En Indonesia, el expresidente Suharto hizo que el pueblo cultivase este cereal básico y cambió la cultura del país. En la India, el arroz dorado modificado genéticamente podría salvar millones de vidas y, sin embargo, quizás nunca llegue a cultivarse.
Xu Limin se esfuerza para asegurarse de que el arroz que compra no ha sido cultivado en el sur de China. “No soy muy quisquillosa con todos los productos de alimentación, pero el arroz es lo más importante, así que quiero el más limpio”, asegura esta secretaria de 28 años de Pekín mientras compra en un supermercado de productos biológicos.
“Todo el mundo sabe que el arroz del sur puede estar contaminado, así que yo quiero arroz del norte, o incluso importado”, dice Limin.
En la escala de posibles problemas de seguridad alimentaria en China, el arroz contaminado puede ser el mayor de todos. El arroz es el alimento básico nacional, profundamente enraizado en la historia, la cultura y todo lo demás.
Aunque la agricultura va en declive a medida que el país se hace más rico y más urbano, China todavía produce casi un tercio del arroz mundial y es su principal consumidor.
Así que, cuando a principios de años se difundieron unos informes que dicen que hasta el 10 por ciento del arroz cultivado en China (y en conjunto un total de 12 millones de cereales) puede estar contaminado por metales pesados, lógicamente cundió la alarma entre los consumidores.
Muchos, como Xu, aseguran que llevaban años oyendo hablar de arroz contaminado. Xu dice que no le sorprendieron los informes, sino que confirmaron sus sospechas y sirvieron para reafirmar su disposición a comprar un arroz determinado, y potencialmente más caro.
Por supuesto, al igual que la mayor parte de los alimentos en China, resulta prácticamente imposible asegurar con certeza en dónde ha sido cultivado un producto y si puede estar contaminado por alguna toxina.
“El arroz del norte es más corto, denso, y sabe un poco más a tierra”, señala Xu, explicando su sistema personal para seleccionar el cereal.
Los rumores sobre el arroz tóxico cobraron validez cuando en febrero los medios chinos difundieron estudios científicos que demuestran que hasta el 10 por ciento del arroz cultivado en el país contiene cadmio. Este metal pesado tóxico se ha ido acumulando en los fértiles campos del sur de China a lo largo de años de vertidos industriales y aguas residuales.
Revistas de investigación chinas destacaron varios casos en los aldeas enteras habían registrado cultivos contaminado. Y en una aldea en la provincia de Guangxi, los campesinos describieron dolorosos detalles de lo que parece envenenamiento por cadmio, como la ruptura de huesos y dolores en las articulaciones. Este tipo de envenenamiento puede degenerar también en fallos renales.
Sin embargo, la preocupación entre la población por las noticias del arroz contaminado desapareció rápidamente, después de que el Gobierno prometiese adoptar medidas para arreglar el problema. Aún así, todavía se desconoce el impacto real en la salud de este descubrimiento.
Los científicos de la Universidad Agrícola de Nanjing, que realizaron los estudios en 2008, no quieren hablar ya del tema, y aseguran que la información que tienen se ha difundido y que no tienen nada más que añadir.
Expertos chinos en seguridad alimentaria sostienen que el arroz contaminado es sólo la punta del iceberg, y que en la cadena alimenticia del país hay muchos más problemas.
Guo Hongwei, investigador alimentario y nutricionista de la Universidad Fudan de Shanghái, asegura que el arroz contaminado es un tema difícil de solventar porque los niveles de contaminación son elevados en el lugar de origen, las granjas, y es difícil saber qué efecto puede tener el cereal sobre los consumidores al final de la cadena alimenticia.
Fan Zhihong, un conocido defensor de la seguridad alimentaria, asegura que el tema del arroz contaminado es una peligrosa señal de alarma. “No se puede saber a la vista, y tampoco se puede saber con el paladar”, dice Fan. “Las agencias de seguridad alimentaria son las que tienen que tomar las riendas del asunto. Pero elementos como el cadmio no se suelen detectar en las inspecciones habituales, lo que hace que sea más peligroso, ya que nadie lo está vigilando”.
El hecho de que el arroz sea el alimento básico de casi dos tercios de la población china significa que los consumidores no pueden cambiar fácilmente a otro producto si temen que haya algún problema. “Es difícil sustituir el arroz”, apunta Fan. “Se puede cambiar a otro tipo de fruta o pescado si se sabe que uno de ellos está contaminado. Pero no se puede estar mucho tiempo sin comer arroz”.
Fan cree que la solución está en que los ciudadanos estén más informados y que haya más protección medioambiental. Según él, si los consumidores entendiesen la relación entre contaminación y alimentos, entonces comenzarían a interesarse más en los problemas medioambientales.
Fue lo que ocurrió precisamente a principios de año con los subsidios al arroz del Gobierno de Tailandia, donde se cultiva el 30 por ciento de la producción mundial. Los precios se dispararon globalmente, aunque otros exportadores frenaron cualquier amenaza de inestabilidad, como la India, y el mercado se ha controlado.
Pero la realidad es que el arroz afecta a millones de personas. En Indonesia, el expresidente Suharto hizo que el pueblo cultivase este cereal básico y cambió la cultura del país. En la India, el arroz dorado modificado genéticamente podría salvar millones de vidas y, sin embargo, quizás nunca llegue a cultivarse.
Xu Limin se esfuerza para asegurarse de que el arroz que compra no ha sido cultivado en el sur de China. “No soy muy quisquillosa con todos los productos de alimentación, pero el arroz es lo más importante, así que quiero el más limpio”, asegura esta secretaria de 28 años de Pekín mientras compra en un supermercado de productos biológicos.
“Todo el mundo sabe que el arroz del sur puede estar contaminado, así que yo quiero arroz del norte, o incluso importado”, dice Limin.
En la escala de posibles problemas de seguridad alimentaria en China, el arroz contaminado puede ser el mayor de todos. El arroz es el alimento básico nacional, profundamente enraizado en la historia, la cultura y todo lo demás.
Aunque la agricultura va en declive a medida que el país se hace más rico y más urbano, China todavía produce casi un tercio del arroz mundial y es su principal consumidor.
Así que, cuando a principios de años se difundieron unos informes que dicen que hasta el 10 por ciento del arroz cultivado en China (y en conjunto un total de 12 millones de cereales) puede estar contaminado por metales pesados, lógicamente cundió la alarma entre los consumidores.
Muchos, como Xu, aseguran que llevaban años oyendo hablar de arroz contaminado. Xu dice que no le sorprendieron los informes, sino que confirmaron sus sospechas y sirvieron para reafirmar su disposición a comprar un arroz determinado, y potencialmente más caro.
Por supuesto, al igual que la mayor parte de los alimentos en China, resulta prácticamente imposible asegurar con certeza en dónde ha sido cultivado un producto y si puede estar contaminado por alguna toxina.
“El arroz del norte es más corto, denso, y sabe un poco más a tierra”, señala Xu, explicando su sistema personal para seleccionar el cereal.
Los rumores sobre el arroz tóxico cobraron validez cuando en febrero los medios chinos difundieron estudios científicos que demuestran que hasta el 10 por ciento del arroz cultivado en el país contiene cadmio. Este metal pesado tóxico se ha ido acumulando en los fértiles campos del sur de China a lo largo de años de vertidos industriales y aguas residuales.
Revistas de investigación chinas destacaron varios casos en los aldeas enteras habían registrado cultivos contaminado. Y en una aldea en la provincia de Guangxi, los campesinos describieron dolorosos detalles de lo que parece envenenamiento por cadmio, como la ruptura de huesos y dolores en las articulaciones. Este tipo de envenenamiento puede degenerar también en fallos renales.
Sin embargo, la preocupación entre la población por las noticias del arroz contaminado desapareció rápidamente, después de que el Gobierno prometiese adoptar medidas para arreglar el problema. Aún así, todavía se desconoce el impacto real en la salud de este descubrimiento.
Los científicos de la Universidad Agrícola de Nanjing, que realizaron los estudios en 2008, no quieren hablar ya del tema, y aseguran que la información que tienen se ha difundido y que no tienen nada más que añadir.
Expertos chinos en seguridad alimentaria sostienen que el arroz contaminado es sólo la punta del iceberg, y que en la cadena alimenticia del país hay muchos más problemas.
Guo Hongwei, investigador alimentario y nutricionista de la Universidad Fudan de Shanghái, asegura que el arroz contaminado es un tema difícil de solventar porque los niveles de contaminación son elevados en el lugar de origen, las granjas, y es difícil saber qué efecto puede tener el cereal sobre los consumidores al final de la cadena alimenticia.
Fan Zhihong, un conocido defensor de la seguridad alimentaria, asegura que el tema del arroz contaminado es una peligrosa señal de alarma. “No se puede saber a la vista, y tampoco se puede saber con el paladar”, dice Fan. “Las agencias de seguridad alimentaria son las que tienen que tomar las riendas del asunto. Pero elementos como el cadmio no se suelen detectar en las inspecciones habituales, lo que hace que sea más peligroso, ya que nadie lo está vigilando”.
El hecho de que el arroz sea el alimento básico de casi dos tercios de la población china significa que los consumidores no pueden cambiar fácilmente a otro producto si temen que haya algún problema. “Es difícil sustituir el arroz”, apunta Fan. “Se puede cambiar a otro tipo de fruta o pescado si se sabe que uno de ellos está contaminado. Pero no se puede estar mucho tiempo sin comer arroz”.
Fan cree que la solución está en que los ciudadanos estén más informados y que haya más protección medioambiental. Según él, si los consumidores entendiesen la relación entre contaminación y alimentos, entonces comenzarían a interesarse más en los problemas medioambientales.
lainformacion.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario