Nora Bär
El estereotipo social del embarazo combina imágenes de felicidad inmaculada (como las que Quino retrató tan bien en su Susanita) con otras de mujeres casi arrastrándose bajo el peso de su abdomen. Personalmente, tuve suerte: mi primer embarazo fue fenomenal y progresó "sobre ruedas" hasta que, dos semanas después de la fecha calculada por el obstetra, y aunque fantaseaba con parir poco menos que colgada de las ramas de un árbol, me enteré de que mi hija nacería al día siguiente... por cesárea. No importó que acribillara al médico con pedidos para que revisara su decisión y me diera la posibilidad de una alternativa "natural". Fue con peridural y en el quirófano. Es más: con ligeras diferencias, lo mismo sucedió ¡con mis siguientes tres hijos!
No hace mucho supe que mis expectativas eran más o menos las mismas que las de la mayoría de las mujeres. Una revisión de 38 estudios realizados en todo el mundo y cuyos resultados se dieron a conocer a principios de este año muestra que preferimos el parto natural al quirúrgico.
Sin embargo, y a pesar de que hay evidencias de que el mecanismo que diseñó la naturaleza presenta menos complicaciones y de las campañas que recomiendan insistentemente "normalizar" el parto (es decir, evitar medidas como el rasurado, la episiotomía y los enemas, dejar al bebe con su mamá y, en ausencia de riesgos que lo desaconsejen, preferir la vía vaginal) la cantidad de cesáreas realizadas en el país supera en mucho la tasa sugerida por distintas instituciones sanitarias; entre ellas, la Organización Mundial de la Salud, que desde hace dos décadas recomienda no exceder el 15% de los partos.
Nadie duda de que hay razones que pueden justificarla, pero especialmente en los centros privados y los medios más acomodados pareciera que se haga lo que se haga es imposible reducir el número de cesáreas.
Sin embargo, un artículo de Carmen Morán que ayer se publicó en El País muestra exactamente lo contrario. Aunque España era uno de los países de Europa en los que los partos se daban dentro de un modelo más intervencionista e institucionalizado, desde 2007, cuando el Ministerio de Sanidad "acordó con las comunidades la puesta en marcha de lo que llamaron Estrategia de Atención al Parto Normal para «humanizar» este proceso y situarlo en «su justa dimensión fisiológica»", y según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, el número de estas intervenciones descendió ocho puntos, del 25 al 17%, en un año.
Entonces, quiere decir que sí, se puede.
lanacion.com
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