Alberto D'Andrea
Muy alejada se encuentra la sofisticada ingeniería de hoy de sus orígenes como para recordar a los romanos y su forma de aprovechar los residuos volcánicos. Tras más de un mes de erupción del volcán chileno Puyehue existe un importante acopio de cenizas y arena volcánica en la Patagonia que, en principio, se utilizaría para hacer bloques de cemento destinados a rellenar las calles.
No obstante, la necesidad de buscar soluciones ingeniosas nos conduce a la época de los romanos, al puerto de Pozzuoli y a las puzolanas.
Las puzolanas son un tipo de roca ígnea volcánica, ligera, de consistencia porosa, formada principalmente por cenizas y arenas procedentes de la disgregación de montones de escorias volcánicas.
Su contenido de cal no llega al 10 por ciento. Es, por lo tanto, insuficiente para su fraguado con el agua. No obstante, al adicionarle cal, ésta tiene la propiedad de combinarse directamente con la puzolana lográndose un mortero útil para la unión y adherencia de ladrillos o para revestir y preservar la superficie en el tiempo; morteros especialmente indicados para trabajos en lugares húmedos por su indiferencia a las reacciones químicas secundarias.
Mezclas de este tipo constituían los famosos cementos que los romanos usaron en sus grandiosas construcciones que todavía resisten el paso del tiempo.
La puzolana debe su nombre a la localidad de donde principalmente la extrajeron los romanos, del puerto de Pozzuoli, cerca de Nápoles. Los antiguos no conocían más que los cementos puzolánicos, a los cuales se los comenzó a denominar con los años cementos romanos. Sólo en 1958 el cemento portland entró en las prácticas ordinarias de la construcción.
Una combinación de una parte de puzolana, una de cal y una de arena, es útil para construcciones ordinarias, mientras que las constituidas con dos partes de puzolana y una de cal o tres partes de puzolana y dos de cal se utiliza para trabajos marítimos. Los morteros así preparados tienen una dilatación mínima por hidratación, son compactos, impermeables, inalterables por la acción de los sulfatos y con el más alto grado de duración.
El ingenio de los romanos inició el continuo desarrollo tecnológico que condujo a la ingeniería moderna.
Por eso, la ingeniería moderna no debería olvidarse de sus orígenes. Los romanos sabían qué hacer con los residuos volcánicos.
El autor es director de la carrera de Biotecnología de la UADE
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