Como el orden natural lo indica, los seres humanos son hijos de sus padres y luego, con el paso del tiempo, se preparan para la maravillosa experiencia de ver crecer a sus hijos, educarlos y disfrutarlos. Se convierten en padres de sus hijos.
Sin embargo, hay un momento de la vida en que los padres, al perder su autonomía con el comienzo de determinadas limitaciones físicas o pérdida de facultades mentales características de la cuarta edad, hacen que sus hijos se convierten en padres de sus padres.
La difícil tarea de asumir el cuidado de padres que envejecen y ya no pueden valerse por sí mismos deja atrapados a los adultos en la necesidad de asumir nuevos roles, ocupándose de su atención y asistencia, sin descuidar a su vez a su familia, su trabajo y las tareas domésticas.
“Hay que empezar a tomar decisiones por ellos y esto nos resulta muy difícil porque ellos no quieren perder su autonomía, e incluso quieren continuar tomando decisiones que muchas veces nos involucran y los perjudican a ellos mismos, mientras a nosotros como hijos nos preocupa que esto los enfrente a situaciones que pongan en riesgo o descuiden sus vidas. Por un lado, sentimos la necesidad y las ganas de ayudarlos, mientras que por el otro, sentimos molestia, enojo y ganas de evadirnos del problema”, dice Tamara Chaffittelli, licenciada en Psicología y directora de Dulces Compañías, un centro de búsqueda y selección de personal especializado en cuidado de ancianos.
Cuidar de un familiar resulta muy gratificante, aunque en algunas oportunidades supone una tarea ardua y agotadora. El adulto mayor se vuelve muy dependiente a la hora de las actividades cotidianas y estas circunstancias llevan a la familia a reacomodar los roles, generando modificaciones en la estructura familiar.
Las situaciones más difíciles acontecen cuando alguien se ve forzado a asumir ciertas tareas sin desearlo, lo que muchas veces genera conflictos que distorsionan el clima emocional. Para evitar esos inconvenientes, es necesario que padres e hijos aprendan a redefinir su relación porque se trata de un cambio en las funciones: el que antes poseía cierta autoridad ahora pasa a ser el necesitado.
Lo primero que recomiendan los especialistas es que los adultos escuchen a sus padres, ya que muchas veces ellos están capacitados para elegir cómo quieren vivir sus últimos años. También es importante que puedan prestar atención al deseo paterno y aceptar las sugerencias, siempre y cuando lo que el adulto mayor pida sea coherente y posible.
Debora Zanetti, licenciada en Ciencias Sociales, sostiene que es indispensable saber cuáles son los recursos con los que cuenta la familia y resalta la importancia de la división de tareas y de no delegar toda la responsabilidad en un solo miembro de la familia, porque puede terminar estresando y deprimiendo a esa persona.
“Si creemos que no estamos preparados o no disponemos de todo el tiempo que necesitamos, es recomendable delegar la tarea a personal especializado y dejar para la familia otro tipo de acompañamiento vinculado a lo afectivo, como realizar algún paseo o jugar a algún juego de mesa, o compartir el almuerzo o la cena con dedicación”, aconseja.
También es muy importante el aporte que puedan hacer los nietos acompañando, conteniendo y escuchando a sus abuelos. Pasar una hora por la casa, compartir un programa de televisión, invitarlos a tomar una merienda a un bar o simplemente hacerles un llamado de rutina los puede alegrar enormemente.
Consejos
* Si el adulto mayor está lúcido, escucharlo para ver cuál es su deseo y dar lugar a la negociación, priorizando su integridad física y mental.
* Si desea quedarse en su hogar, se puede negociar dejarlo ahí, pero a cargo de una persona especializada.
* Es muy importante poder mantener al adulto en su ambiente, porque resulta muy difícil la adaptación a un nuevo entorno.
* Es importante que el cuidador se cuide mucho a sí mismo y que reconozca su necesidad de descansar y de poder desconectarse. Delegar en algunos momentos estas tareas en un tercero, sin sentir culpa.
* Si desea quedarse en su hogar, se puede negociar dejarlo ahí, pero a cargo de una persona especializada.
* Es muy importante poder mantener al adulto en su ambiente, porque resulta muy difícil la adaptación a un nuevo entorno.
* Es importante que el cuidador se cuide mucho a sí mismo y que reconozca su necesidad de descansar y de poder desconectarse. Delegar en algunos momentos estas tareas en un tercero, sin sentir culpa.
Estar cerca, también en un geriátrico
La mudanza a un geriátrico es una opción frecuente cuando la persona necesita asistencia permanente. “Resulta muy difícil la adaptación de un adulto mayor a un nuevo entorno. Esto los enfrenta al hecho de tener que adaptarse a otro lugar y, en consecuencia, sufrir el desarraigo que implica perder el lugar donde han pasado toda su vida en muchos casos”, explica Chaffittelli sobre los geriátricos, que tienen como beneficio el no depender de una única persona y que permiten encontrar un grupo de pares para socializar.
Si se elige finalmente un geriátrico, es indispensable chequear su habilitación, prestar atención a las condiciones de higiene, ventilación, luz, olores, limpieza, cocina y baños. Considerar la antigüedad del lugar e indagar sobre su funcionamiento de los últimos años, como así también conocer el reglamento interno, los horarios de visita y el personal estable a cargo. También se debe evaluar la cercanía del geriátrico en relación a los familiares: es importante que sea accesible, porque es indispensable que estén presentes la mayor cantidad posible de tiempo.
clarin.com
1 comentario:
Muy buen aporte. Cuidar a personas mayores no es una tarea fácil. El constante envejecimiento de nuestra sociedad ha multiplicado las labores relacionadas al cuidado de ancianos por lo que capacitarse en esta área aumenta las posibilidades de adquirir rápidamente un trabajo a partir de la gran demanda de profesionales que existe en la actualidad.
Publicar un comentario