Está claro que los rasgos de personalidad y los comportamientos de los hombres no son inmunes a los cambios culturales. Desde el punto de vista social los hombres son más lentos para aceptar los cambios.
Romper el molde de lo preestablecido representa un inmenso riesgo: la pérdida de la virilidad. Hoy en día el hombre ha quedado rezagado sosteniendo el estandarte de la virilidad y las mujeres han avanzado construyendo su propia noción de feminidad.
"Perras", pero abnegadas
Hay modificaciones en los roles sexuales. Pero en la conquista y en el amor subyacen latentes los “ideales” antropológicos: la hembra en la casa, cuidando la prole; y el macho fuera, proveyendo el alimento para la subsistencia.
Las mujeres quieren hombres sensibles aunque aguerridos, viriles y audaces. Los hombres las quieren seductoras, “perras” en la cama, independientes, pero… ¡Qué bien vendría una dosis de compromiso con el hogar, la sumisión y el recato!
En la cocina, pero impecables
Sin llegar a ser metrosexuales, creció el público masculino que hace gimnasia, controles nutricionales y hasta alguna cirugía estética. Ellos dan batalla por mantenerse atractivos y fuertes.
Ya no hay rechazo al hombre que se tiñe, se cuida la piel, se controla periódicamente el colesterol y toma viagra para lograr una buena y segura erección.
Por lo tanto, así como los hombres aprendieron a cuidarse, exigen iguales o mejores condiciones de las mujeres. No quieren estar con damas que han perdido la sensualidad, o han descuidado su cuerpo y el arreglo personal.
Geishas y diosas
Los sentimientos convierten a las mujeres en geishas, diosas, monjas o desequilibradas. Son polo de atracción o de rechazo. Las variaciones en el área emocional son muy evidentes en aquellas mujeres que muestran desde muy jóvenes rasgos de inestabilidad.
Otras se vuelven más emotivas y lábiles de humor después de los cuarenta. Son este tipo de mujeres las que provocan reacciones de rechazo en los hombres que no las conocen y pretenden acercarse.
Los hombres insisten en estar con mujeres “estables”, que no “les rompan las p…..”, es decir, que no les cuestionen sus amistades, los horarios laborales, ni los atosiguen con mensajes controladores.
Otro factor que desconcierta a muchos hombres es el “pensamiento rebuscado” de ciertas mujeres. Le temen a ese tipo de trampa que amenaza con ser un “agente de posesión”. El pensamiento femenino tiene tantos ribetes que el hombre teme sentirse atrapado, con la sensación creciente que nada de lo que haga va a ser suficiente.
Algunos teóricos están convencidos que nunca se sabrá “qué es una mujer y qué es lo que necesita de un hombre”. Ser madre es, sin lugar a dudas, el rol más definido. Fuera del mismo, “ser una mujer” en todo sentido es un misterio que el hombre actual no está dispuesto a descubrir, menos que menos en la fase de conquista.
Sin hijos, pero mía
El otro factor que asusta a los hombres es “la obsesión” que tienen algunas mujeres cercanas a los cuarenta por ser madres. Ellos no quieren ser animales que aportan el semen, y adiós.
Desplazados del vínculo madre hijo; enclavados en el rol de seminales, proveedores de dinero y bienestar, soportan los reclamos de sus mujeres. Se sienten engañados, apresados en una obligación que durará de por vida.
Sin embargo, hay mujeres que no insisten con el tema de la maternidad, o ya tienen hijos de parejas anteriores, o directamente no les interesa tenerlos, quieren a su hombre para ellas solas. La construcción del modelo independiente la exime a la mujer de la maternidad, pero le exige no renunciar al estereotipo de independencia logrado.
Son mujeres que se valen por ellas mismas, seguras, confiadas en sus capacidades. Ahí aparece otro problema. Si el hombre “descubre” que la autonomía es un estandarte irrevocable difícilmente permanecerá al lado.
Viriles, pero libres
Los hombres se han vuelto muy susceptibles a las mujeres adultas (con las jovencitas se entregan con menos o nulas pretensiones). Temen convertirse en objeto de demandas, insatisfacciones crónicas, o bien ser sementales descartables.
La racionalidad les indica que es posible tener un “touch and go”, con partenaires adultas para probar sus capacidades de conquista (virilidad, dominación, jactancia, y despliegue de la ilusión) sin desgaste emocional ni económico (en las salidas se respeta el “cincuenta-cincuenta”), y con la ganancia de saber que el estandarte de la masculinidad permanece en alto.
Por lo general la huída “salvadora” es rápida, súbita y silenciosa. Si el hombre pone a prueba sus capacidades de conquista en cada nueva relación va a exigir inconscientemente que la mujer lo haga con sumisión y complacencia.
Tips para relacionarnos mejor
* Ayudar a los hombres a romper con los preconceptos sobre las mujeres. Incorporar los cambios en la feminidad para enriquecer la relación.
* Respetar la independencia de cada uno: trabajo, amistades, hijos y espacios personales.
* Saber que la pareja se construye de a dos. No intentar modelar al otro a nuestra imagen y semejanza.
* Mantener una comunicación abierta y franca.
* Considerar que el deseo de tener un hijo puede surgir de la relación o de una de las partes. Si es tu caso, comunicá tu deseo sin temor.
Por Walter Ghedin, médico psiquiatra y psicoterapeuta.
¿Sabías que, así como nosotras decimos "no hay hombres", ellos piensan que "ya no hay mujeres"? El "ya" no es arbitrario... Quiere decir que "ya" no somos como eran nuestras madres y abuelas... Entonces, ¿hay que ser machistas si queremos formar una pareja?
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