De golpe, llegamos a los 40. La mitad de la vida, como se suele decir, una etapa para disfrutar de los logros y de la familia, o para barajar y dar de nuevo. En cualquier caso, los 40 inauguran un paradigma en la vida y en la salud.
Desde lo físico, se eleva el riesgo de ciertos males y “la enfermedad cardiovascular, básicamente el infarto de miocardio, se convierte en la principal causa de muerte”, según Sergio Sarquis, médico clínico del Centro de Diagnóstico Rossi. El primer paso será encontrar un médico de cabecera que guíe el control de la salud y las estrategias preventivas. Claudia Lascano, clínica y médica de familia del Hospital Carlos Bocalandro, indica que los chequeos de rutina a partir de los 40 incluyen el control de la presión arterial, el colesterol y la glucemia, un examen de piel y pruebas para detectar cáncer de colon, siempre de acuerdo con los antecedentes familiares y la historia de salud de cada uno.
En las mujeres, el test de Papanicolaou para descartar cáncer cérvicouterino, la colposcopía y la mamografía anual son claves. Además, se acerca la menopausia, que suele aparecer a partir de los 50 años cuando el ovario deja de producir estrógenos. Este cambio deja a la mujer más propensa a algunos factores de riesgo como la enfermedad cardíaca y la osteoporosis. Para detectar esta última, la ginecóloga Beatriz Sosa recomienda desde la menopausia “controlar la densidad del hueso con una densitometría ósea periódica”.
Los hombres tienen su propia menopausia, llamada andropausia. “Al igual que las mujeres, en los 40 y sobre todo a los 50, disminuye la testosterona, hormona masculina. Puede manifestarse con pérdida de energía física y reducción del impulso sexual. Pero en el hombre los cambios son más sutiles y graduales”, aclara Sosa. Sarquis agrega que los 40 repercuten en la visión –disminuye la capacidad de ver de cerca–, la piel –aparecen manchas de la edad o lengitines– y las grasas, se que empiezan a acumular en la cintura.
Las 40 velitas también tienen un efecto psicológico: sobreviene la llamada “crisis de los 40”, que, según Sarquis, “puede darse antes o después y coincide con haber alcanzado una estabilidad profesional y personal”. Surgen preocupaciones por enfermedades, el cuerpo se transforma –se tiende a engordar, se notan las canas y las arrugas– y los chequeos se multiplican. Además, “a la mayoría de las mujeres la menopausia las encuentra con hijos que se independizan y padres mayores, y puede aparecer lo que se conoce como síndrome del nido vacío”, suma Sosa. La clave: tener proyectos y renovar vínculos afectivos.
Mantener una buena calidad de vida será fundamental para la salud física y psíquica después de los 40. Lascano aconseja alimentarse bien, mantener el peso adecuado –el sobrepeso aumenta el riesgo de diabetes, problemas en el metabolismo de las grasas, hipertensión y enfermedades cardíacas–, realizar 30 minutos de actividad física moderada a diario, no fumar –triplica el riesgo de morir del corazón en personas de edad media–, controlar el estrés, visitar al clínico al menos una vez por año y conservar el optimismo. Ver la mitad del vaso lleno, sabiendo que todavía queda la otra mitad por llenar.
LA CRISIS UNA OPORTUNIDAD
La crisis de los 40 “es un momento de transición por el que pasa todo ser humano”, explica Enrique Ortiz Frágola, subjefe de psiquiatría de Fleni. El paso de los años causa ansiedad y temor. Los modelos culturales no ayudan, al “exaltar el valor de la juventud y favorecer que las personas mayores teman ser dejadas de lado”. Conviene consultar un médico si “un estado de malestar físico o psicológico se prolonga, si deteriora la capacidad de disfrutar de lo cotidiano, o si se adoptan conductas inadaptadas con el entorno”, dice. Y concluye: “Las crisis madurativas son un proceso de crecimiento. No hay que ser apocalíptico, sino ver la oportunidad de avanzar hacia una nueva etapa”.
clarin.com
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