Por Carolina Aguirre
El animal
El animal
Para el animal, ir a comer afuera o cocinar es una actividad estúpida y aburrida. Prefiere cenar en casa, porque puede ver la tele y estar en patas en el sillón. No come nada raro (ni vegetales, ni pescados, ni comida de otro país), no puede reconocer una milanesa frita de una al horno, no soporta el pan integral, no sabe la diferencia entre una acelga y una lechuga, y para lo único que va al supermercado es para ir a la fiambrería. Si le preguntan cual es su plato preferido, contesta "chikenitos" y "sándwich de salame con ketchup". Jamás prendió el horno y conoce todas las marcas de snacks y alfajores triples. Cuando quiere jugar al chef le hace un "smilie" con el pico rizado de mayonesa a la hamburguesa precocida o se hierve unas salchichas y logra sacarlas del agua antes de que exploten. Un chef: el muñeco de aceite Cocinero. Un dato revelador: dice "pedacito" de morrón.
El Gourmet barrial
El gourmet barrial es un cocinero hacendoso y dedicado, con poca educación culinaria y un paladar arruinado por la mayonesa. Su universidad es el canal Utilísima Satelital, de donde copia morbosos engendros preparados enteramente adentro del microondas. Para él, esmerarse en la cocina es hacer un pionono primavera y postre Royal con vainillas. Adora los productos mágicos y multiuso como calditos saborizadores, premezclas de tortas y prepizzas. Además, se siente un piola bárbaro cuando sustituye mascarpone por queso blanco, panceta por paleta y mozzarella por queso mantecoso porque total "es lo mismo de rico". Un chef: Mirta Carabajal y Manuel Aladro, con su libro "Cocina para microondas". Un dato revelador: dice "morrón bien picadito"
El grasa Olmedo
El grasa Olmedo quedó varado en el tiempo. Para él, lo más importante es que un plato "sea fino". De hecho, todavía cree que las carnes "al champignon", el melón con jamón crudo, las papas noisette, o los panqueques flambeados son símbolos de status. Adora los tragos con helado (mucho Don Pedro, mucho Lemonchamp), la ensalada waldorf, los canapés (todavía maneja el concepto "canapé" y "petit four") y, por sobre todas las cosas, los platos "al roquefort" porque quedan "elegantes". Le gusta mucho ir a fiestas de quince y casamientos para atorarse de queso gruyere porque es "finoli". Un chef: Blanca Cotta. Un dato revelador: dice "bochita" de helado y cree que es mejor que el anterior, que dice "copete" de crema
El gourmet outlet
A diferencia de los anteriores, el gourmet outlet cree que está un paso adelante del resto. Sin embargo, su aprendizaje es torpe y lento. Llega 3 o 4 años tarde a todos los productos y tendencias. En este momento está descubriendo la rúcula y los frutos rojos, y cuenta en familia, orgulloso, cada vez que come sushi, como si hubiese cenado seso de mono. Está empezando a decir palabras como "coulis" o "croute" pero todavía no puede improvisar cuando cocina. Sale a comer a Las Cañitas, a lugares que se pusieron de moda a principio de esta década. Cuando quiere jugar al chef se compra una mostaza de Dijón y no le confiesa a nadie que le siente gusto a pintura, o mira "Escuela de Cocina" en la tele y prueba con recetas que siempre involucran pechuguitas selladas en una sartén. Un chef: los hermanos Petersen. Un dato revelador: dice "morrón en juliana" y acaba de descubrir el wok.
El gourmet Jumbo
El gourmet de Jumbo está convencido de que está en la vanguardia gastronómica pero vive a Sibarita con cerveza. Va a cenar afuera a lugares que están de moda pero jamás descubre nada verdaderamente nuevo. Cualquier restaurante fuera del circuito Palermo-Recoleta le parece el fin del mundo. Mira El Gourmet y le gustan los sándwiches raros, las papas con cáscara, los bagels, Starbucks, los smoothies, y la cocina fusión. Alguna vez fue a comprar golosinas al barrio chino y terminó vomitando, con los órganos para afuera. Desprecia la cocina regional y la palabra "guiso" le da arcadas. Cuando quiere hacerse el chef va a Jumbo a llenarse de salsas que no sabe qué son, pero tienen packaging raro y la cara de Paul Newman en la etiqueta. Un chef: Narda Lepes. Un dato revelador: dice "filling" y se ríe del gourmet grasa porque dice "relleno"
El obsesivo
El obsesivo come siempre lo mismo. Muchas veces es un hombre cincuentón y mañoso acostumbrado a la comida de su ex esposa, capaz de revolear todo por el aire porque la chica que limpia ese día no hizo el arroz con leche que come toda las noches. Cuando era chico tuvo algún episodio relacionado con la comida (se enfermó, engordó, descubrió un ratón en la cocina) y quedó tarado para siempre. En general elige comidas simples. Por ejemplo, una sopa, luego un bife y de postre, queso y dulce. Si se siente mal, en cambio, come sopa, bife y queso y dulce. Sin embargo, si se muere su padre o tiene un accidente, come sopa, bife, queso y dulce. Pero si está en un crucero, pide sopa, bife y queso y dulce. Si está en un campo de refugiados porque un tornado arrasó con su casa, exige que alguien le haga sopa, bife y queso y dulce, o se niega a comer. Un chef: la madre. Un dato revelador: usa "liviano" para todos los alimentos. Pide café bien liviano, dice que hizo "una salsa liviana" y que al mediodía "come liviano" también.
El tragón
Al tragón lo único que le importa es la cantidad. Cada vez que describe una cena, dice que el plato "era así de chiquito" y hace un círculo con ambos dedos. Es el mismo que pregunta si las porciones son abundantes en todos los restaurantes, que pide el helado en vasito de plástico "para que entre más" y que compra esos paquetes de galletitas surtidas y todas iguales. A menudo se indigna cuando le cobran mucho dinero por una cena y acota que en algún restaurante que él conoce, por la misma plata, come "un bife de chorizo así de grande con papas y todo". Un chef: Choly Berreteaga. Un dato revelador: cuando va a la panadería elige siempre las facturas más grandes.
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