domingo, 7 de noviembre de 2010

Terapia 2.0




Tu jefe te llama para hacerte un anuncio que va a cambiar tu vida: en reconocimiento a tu buen desempeño, te ascienden y te transfieren a otra filial de la empresa. En otra ciudad. Tal vez incluso en otra provincia, o en el exterior. Todo un desafío. ¡Genial! La noticia no podía ser mejor. Salvo... por un detalle. ¿Hay que dejar terapia? ¿Justo ahora que parecía empezar a hacer efecto?
Menos mal que la tecnología está lista para brindarte soluciones: la terapia de grupo online asoma como la nueva tendencia en el campo del psicoanálisis. La opción perfecta para continuar las sesiones desde cualquier rincón del planeta y sin perder el vínculo con ese terapeuta con el que hay tan buena conexión y que tanto costó encontrar.
Si bien resulta muy novedosa, la terapia virtual individual se viene poniendo en práctica desde hace tiempo en distintas partes del mundo. La terapia grupal online, en cambio, es un invento argentino. O al menos, hasta el momento no hay antecedente conocido en ninguna parte. Funciona por ahora como un plan piloto llevado adelante por el psiquiatra Carlos Pachuk. La primera sesión virtual en grupo fue a mediados del año pasado. Desde entonces, los pacientes se encuentran todas las semanas, monitor mediante.

Cita en bytes

Antes de poner en marcha la iniciativa, fueron necesarias instancias preparatorias individuales. A partir de entrevistas personalizadas vía un software para conversar desde internet, el terapeuta determinó si cada persona podía o no incorporarse a un grupo online (el tipo de tratamiento no es apto para casos severos, en los que una atención presencial resulta imprescindible). Recién entonces, la experiencia estaba lista para comenzar.
Las primeras pruebas se hicieron sin webcam, sólo con reuniones virtuales de grupo por chat. Existía, claro, un inconveniente: el terapeuta perdía la posibilidad de interpretar los gestos y posturas de sus pacientes. Pero, para sorpresa de muchos, el mecanismo mostró también algunas ventajas. Hubo casos en los que la escritura permitió contar secretos o situaciones traumáticas del pasado, esas que tanto cuesta decir en voz alta.
Tiempo después, las camaritas se incorporaron en las computadoras de todos los participantes. Y entonces sí, nació la verdadera experiencia de la terapia de grupo online. Aunque suene extraño, el sistema permite observar más de cerca a las personas. Porque no hace falta disimular al mirar muy fijo los gestos de quien habla. Es más, cada uno puede observarse a sí mismo: prestar atención a la tensión del rostro al inicio de la sesión y al relax de la mirada una hora y media después, por ejemplo. Terapia de espejos, bautiza el especialista.

El monitor como lupa

La globalización llegó a las sesiones de terapia. Y la tecnología permite que se generen situaciones llamativas: el terapeuta oficiando de anfitrión del encuentro desde la capital porteña, con sus pacientes desperdigados entre el delta de Tigre, algún punto de Brasil y la ciudad española de Marbella. No hay diferencia horaria que valga: sólo basta con conectarse con la red, sea donde fuere, en el momento acordado.
El mecanismo es perfecto para la terapia familiar, en tiempos en que los miembros del clan pueden estar repartidos por distintas partes del globo. Ya lo pusieron a prueba una madre desde la Argentina y su hijo mudado al exterior.
Y si bien la propuesta puede generar en un primer momento ciertas barreras generacionales, aprender a usar el software diseñado para la terapia de grupo virtual es súper fácil.
Quienes se animan a probar la nueva tendencia del diván virtual encuentran una ventaja extra: la democratización de la historia clínica. ¿Cómo es eso? Simple: el terapeuta ya no tiene acceso exclusivo al archivo con la información de lo acontecido en las sesiones... ¡porque todos esos datos están en tu computadora!
Revisar qué se dijo y qué cara se puso tiempo antes en determinada conversación es una opción que las terapias convencionales no ofrecen. Claro que esto obliga a tomar ciertos recaudos; cada paciente debe firmar compromisos de confidencialidad antes de comenzar con la terapia grupal online. Nada de andar difundiendo lo que se charla en la sesión, aunque sea virtual y a través del monitor.
La tendencia todavía genera cierto rechazo entre muchos profesionales. El sistema virtual no puede compararse con el convencional, dicen. Pero la globalización se impone. Los viajes y cambios de escenario son cada vez más frecuentes; los tiempos libres, más cortos.
La necesidad de compartir lo que te pasa y tratar de estar mejor, en cambio, se mantiene siempre vigente. Entonces, si la meta es tener acceso a una modalidad más para tratar de sentirse bien, ¡bienvenido sea el diván virtual!
Análisis a un doble click

El sistema es súper sencillo. Apto incluso para alérgicos a la tecnología. Con este programa especialmente diseñado, el terapeuta es el anfitrión del encuentro y envía contraseñas de acceso a todos sus pacientes. En el día y la hora señalados, los integrantes del grupo se conectan y piden autorización para ingresar. Una vez aceptados, la pantalla se divide en tantos miembros como pacientes haya (más la ventana del terapeuta), y todos se ven y escuchan durante una hora y media. Nadie externo al grupo puede ingresar. Y las contraseñas se modifican periódicamente, para mayor seguridad.
Por Luciana Rosende
Producción de Carolina Díaz
revistaohlala.com

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