sábado, 10 de abril de 2010

El estrés ya afecta a ocho de cada diez argentinos

Estrés. Debe ser una de las palabras más usadas en los últimos años. No es que sea un nuevo flagelo. Siempre hubo situaciones agobiantes y tensionantes, sólo que antes al agotamiento se lo llamaba así, agotamiento, o a lo sumo se le decía surmenage. Los especialistas explican que las consultas aumentan porque la percepción (el estrés es subjetivo) de hoy no es la misma que la de ayer. La información también es mayor y la capacidad de soportar determinadas situaciones, mucho menor. Como sea, lo cierto es que ocho de cada diez argentinos dicen que padecen estrés. Tres aseguran que lo sufren a diario. Y otros tres por lo menos una vez por semana.
Las mujeres son las que más lo padecen, ya que cuatro de cada diez dicen sentirse estresadas cotidianamente, frente a dos de cada diez hombres. Los más estresados: los que tienen entre 45 y 55 años. Son los resultados de una encuesta de la consultora D'Alessio IROL, que entrevistó a 500 argentinos.
Según el trabajo, más de la mitad de los encuestados sufren estrés frecuente, diario o semanal. Y sólo un 20% afirma no padecerlo con regularidad. Allí se afirma que el estrés se "dispara" al llegar a los 25 años y alcanza su pico entre los 45 y 55. "Esto es producto de las mayores responsabilidades, que implican el crecimiento a nivel familiar y laboral. Luego, con el arribo de la mayoría de edad de los hijos y la menor competencia por subir en la pirámide laboral, comienza a descender la tensión permanente", dice el estudio, en el que participó Luciano Sposato, codirector del Centro de Stroke de la Fundación Favaloro.
En este punto, el presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés, Daniel López Rosetti, dice que en realidad el estrés afecta a todos: "Es la relación entre cargas y resistencias, y eso ocurre a cualquier edad. Cada vez se ven más chicos estresados porque están sobrecargados de tareas, o porque viven en familias en los que sus miembros están estresados".
¿Por qué se habla tanto del estrés hoy? ¿No existió siempre?

"Sí, pero hoy la gente está más consciente y consulta más. También tiene que ver con el ritmo de vida. Hoy el nivel de agresión es muy alto. La velocidad con que se hace todo también. El cerebro no descansa nunca. De allí lo del síndrome del burnout, o el cerebro quemado", explica a Clarín.

¿Y por qué afecta más a las mujeres?

"El estrés es muy subjetivo. Así, tal vez la mujer lo percibe más que el hombre. Y también por sus múltiples obligaciones y responsabilidades laborales, en su casa, con sus hijos", dice Sposato. "La mujer hoy es madre, esposa, amante, trabaja adentro de su casa, afuera. Es más vulnerable al estrés. Por eso muchas tienen infartos, arritmias, accidentes cerebrovasculares, angina de pecho, hipertensión arterial", agrega López Rosetti.
Hay un punto conflictivo del trabajo de la consultora: la relación entre estrés y nivel socioeconómico y cultural. Según la encuesta, el 33% de las personas de clase alta aseguran sentirse estresadas diariamente, contra el 24% de las del nivel económico más bajo.
Sposato reitera aquello de la subjetividad, y cómo distintas personas reaccionan en forma diferente ante el mismo estímulo. "Además, hay algo que se llama resiliencia. Las personas de nivel socioeconómico más bajo a veces están más acostumbradas a pelearla más, a soportar mejor un mayor estrés".
López Rosetti es tajante: "Que la gente de clase alta está más estresada es un dato falso. En todo caso, las personas de mayor nivel cultural o socioeconómico son las que más acceso tienen a la consulta. Es mucho más estresante no tener trabajo, casa, o no tener comida para dar a los hijos. No sólo la indigencia y la pobreza son factores que llevan al estrés. Está absolutamente comprobado que la inequidad también lo es".

Cifras
40 Por ciento de las mujeres dijeron en la encuesta sentirse estresadas cotidianamente.
20 Por ciento de los hombres admitieron sentir el estrés a diario en sus vidas.
25 Años es la edad en la que se "dispara" el estrés", según los consultados en el sondeo.

Claves para evitar el estrés

Haga de su casa o lugar de trabajo un lugar confortable. Agregue plantas. Ilumine bien. La luz solar es antidepresiva.
Si siente tensión o nervios haga un alto y camine 4 ó 5 cuadras, o suba y baje escaleras.
Busque sillones confortables y una posición de trabajo cómoda. Realice 2 ó 3 inspiraciones abdominales lentas y profundas.
Haga ejercicios de estiramiento en cuello, hombros, brazos, columna y piernas.
Evite las "adrenalinas externas" (café, té, mate, gaseosas, tabaco).
La soledad hace mal. Busque reunirse con amigos y familiares.
Aprenda a decir no sin lastimar a nadie. No se sobrecargue.
Un sueño, un proyecto, da vida. Propóngase algo, una tarea, una actividad, un objetivo.
Ríase lo más posible. Busque relaciones felices y divertidas. Vea espectáculos divertidos.
Desarrolle un hobby o un pasatiempo que le guste.
Intente disfrutar el tiempo que usa para ir al trabajo: escuche música, lea, escriba.
Expanda sus amistades. Conozca nuevas personas.
Comunique sus emociones de manera clara, abierta y sincera. Es mejor expresar y compartir un sentimiento que un pensamiento. La comunicación afectiva disminuye el estrés.

Un mal que puede derivar en enfermedades graves
Se ha dicho que el estrés conduce a otras enfermedades. Algunas complicaciones pueden ser sólo un dolor de cabeza, pero también puede propiciar cuadros graves.
Cáncer. Según Sposato, los estudios no confirmaron la influencia del estrés en esta enfermedad. Pero investigaciones en animales demostraron que el estrés crónico debilita las defensas y genera mayor susceptibilidad a ciertos cánceres. El estrés crónico afectaría circuitos neuroendócrinos, alterando los sistemas que protegen contra mutaciones genéticas, predisponiendo a ciertos cánceres. Científicos demostraron que pacientes con cáncer que presentan estrés y sentimientos negativos tienen menor posibilidad de recuperación.
Infarto cardíaco. El estrés crónico acelera la aparición de placas de colesterol en las arterias del corazón. Una vida menos sana, poca actividad física, una peor dieta y menos horas de sueño podrían explicar esta relación. El estrés agudo de situaciones como una pelea de tránsito o la muerte de un familiar puede precipitar la aparición de un infarto.
Ataque cerebral. El estrés podría ser un factor de riesgo no convencional. El estrés agudo, en una personalidad ansiosa, podría funcionar como un gatillo, desencadenando el ataque cerebral en personas predispuestas. La adaptabilidad a situaciones estresantes puede proteger contra el riesgo de un mal desenlace.
Depresión. La evidencia científica que avala la asociación entre estrés y depresión es contundente. La depresión está dentro de las primeras cinco causas de pérdida de años de vida útil, y tiene una estrecha relación con el riesgo de desarrollar enfermedad coronaria, permitiéndole al estrés afectar la salud cardiovascular. Situaciones estresantes como sensaciones de pérdida, amenaza, riesgo, humillación y maltrato pueden predisponer a una persona a la depresión. El no capitalizar positivamente las experiencias negativas, sumado a una predisposición genética puede favorecer su ocurrencia.
Alzheimer. Al aumentar la expectativa de vida, es esperable que aumenten los casos. Experimentos en ratones de laboratorio demostraron que el estrés genera aumentos de la hormona liberadora de cortisol, que es soltada por seres humanos en situaciones similares. Esta aumenta el depósito de una sustancia asociada al Alzheimer y así, como consecuencia, podría ser más factible el desarrollo de alteraciones mentales.

Agotadas, no aburridas
Por: Ana von Rebeur*
Las mujeres tenemos una capacidad increíble de hacer ocho cosas al mismo tiempo: atendemos el teléfono, la puerta y al bebé, mientras revolvemos el guiso, justo antes de salir al trabajo, colgando la ropa recién lavada, cerrando la mochila del nene y eligiendo las medias menos corridas. Lo podemos hacer por tres motivos: tenemos el cerebro neurológicamente más completo, mayor coordinación motora y espacio-temporal y organismos de menor desgaste. Por eso terminamos haciéndolo todo.
Hacemos lo que hacían nuestras abuelas (atender a los hijos, la comida, el lavado...) y le sumamos... ¡lo que hacían nuestros abuelos! (salir a trabajar, reparar la casa...). Y como si fuera poco, no contentas con aliviar el estrés yendo a terapia, las mujeres van... ¡y se convierten en terapeutas! (86% son mujeres).
Y así tenemos una sociedad de mujeres agotadas, pero jamás aburridas, que se abren camino en un mundo machista a golpes de tesón, voluntad y coraje. Si el estrés es el pasaporte a la autonomía femenina, bienvenido sea. Nos arrancaremos los pelos de los nervios, pero no importa: hoy hay pelucas tan buenas que parecen naturales.
* Autora de "superpoderosas: madres esposas y laburantes"

clarin.com

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