Era 1974 y Gustavo y Javier nacían en el mismo sanatorio, en Azul. Esa noche durmieron en la nursery y cuando la enfermera los devolvió, sus mamás notaron que les habían intercambiado la ropa. Crecieron, pero el relato de la anécdota quedó picando en la cabeza de Javier. Hasta que, 35 años después, se cruzó en un parque con un desconocido y se vio idéntico.
Quince años antes, Javier había empezado a sospechar: “Su hermana iba a tener familia y necesitaba dadores de sangre. El dijo ‘yo le doy’ pero no lo dejaron porque era incompatible”, contó ayer a Clarín Gustavo Germain. Javier Delmasso unió la anécdota a la de la ropa, se hizo un ADN y confirmó que no era hijo biológico de quienes lo habían criado. Después, sumó la del desconocido del parque y llamó a la casa de los Germain. Los análisis dijeron el resto: por un error de la enfermera los habían cambiado al nacer y habían vivido toda sus vidas a seis cuadras de distancia.
“Al principio me aislé; después fui a conocerlos. Fue muy loco, porque te encontrás con dos personas que son tu sangre y que se parecen a vos pero no dejan de ser dos extraños que no te conocen”, cuenta Gustavo. Era 2009 y él, que había crecido creyendo que era hijo de Martina y de Jorge, una ama de casa y un transportista, se sentaba frente a una pareja de jubilados. O frente a Marta y Roberto, sus papás.
Pero las reacciones no fueron las mismas. Javier decidió cambiarse el apellido, llamar a su mamá biológica ‘viejita’ y guardarse. Gustavo decidió conservar el apellido, seguir llamando mamá y papá a quienes lo criaron y salir a contar su historia.
“Hay días en los que pienso ¿por qué nos pasó esto?, ¿por qué no tuvieron, aunque sea, un lunar para darse cuenta?”, dice Martina. Es que la historia no termina en una raviolada para todos: “Es muy difícil tener a los cuatro papás juntos. No sabés cómo expresarte. Si decís ‘papá’ o ‘mamá’ uno contesta y al otro se le llenan los ojos de lágrimas. Qué se yo... trato de dividirme pero es complicado. En cada Navidad tenés que hacer un fixture”, dice Gustavo. Y por primera vez se ríe.
Ahora las familias se unieron para batallar judicialmente contra el sanatorio. Y sin querer, Gustavo terminó cumpliendo un deseo de su mamá biológica: “Como ella no me pudo ver de chiquito siempre me decía ‘ojalá algún día tengas un varón para poder imaginarme cómo eras de bebé”. Hace dos meses nació Nazareno.
clarin.com
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