Las múltiples obligaciones y una agenda diaria recargada son el caldo de cultivo de una enfermedad típica de esta época: el estrés. Sólo en Europa afecta a más de 40 millones de personas. Sin embargo, los síntomas de esta reacción fisiológica del organismo pueden minimizarse con una correcta administración del tiempo libre.
“Hay que pensar que sentarse a mirar una película, caminar o practicar un deporte al sol, o simplemente dormir una larga siesta, son actividades que promueven tanto la salud física como la mental”, asegura la psicóloga Solange Rodríguez, también investigadora del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA). Y agrega: “Las principales condiciones para obtener salud son poder contrarrestar todo el desgaste y presión de las demandas diarias con actividades que provoquen sensaciones placenteras”.
Ahora bien, hay una pregunta que subyace: ¿cómo hacer para maximizar las escasas horas que las obligaciones nos dejan? “Lo más importante es la flexibilidad”, define la doctora Laura Orsi, médica psicoanalista y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). El aprovechamiento del tiempo libre –sostiene Orsi– depende de cada persona y de sus propias necesidades. “Disfrutar del ocio es particular para cada individuo. Lo importante es poder elegir qué necesita cada uno en cada momento. Para algunos es la actividad; para otros, el descanso”, afirma.
En este contexto, no habría que tenerle miedo al aburrimiento ni al silencio. “Hay que darse cuenta de que el tiempo libre es un fenómeno interno, más que externo, y que si uno no puede hacerlo sólo, es bueno y necesario pedir ayuda para optimizarlo” aporta Orsi. “No se logra siempre organizándolo todo, sino a veces dejándose fluir, y tratando de ‘escucharse’: qué quiero, qué necesito, más que qué debo”, añade.
“Sin duda el tiempo que tenemos para disfrutar aquellas cosas que nos gustan es menor que el que dedicamos a nuestro trabajo, responsabilidades familiares, estudio, entre otras actividades.”, asume Rodríguez. Las estadísticas le dan la razón: seis de cada diez argentinos dicen tener poco o nada de tiempo libre.
Además, cerca del 30 por ciento afirma que no puede disfrutar de sus momentos de ocio. Las cifras, difundidas por Clarín en septiembre, forman parte del informe del Barómetro de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), que midió esa variable entre casi 6.000 personas mayores de 18 años en ciudades de más de 60.000 habitantes de todo el país.
De todas maneras, la indisciplina a la hora de administrar el ocio no es incurable. “Lo bueno es que se puede rediseñar el tiempo libre. El tiempo de ocio creativo es un tiempo humano construido socialmente. Para que ello sea realidad se requiere tanto de sistemas sociales que hagan posible su desarrollo como de personas que vivan la necesidad de desarrollarlo”, explica Agustín Salvia, investigador del Conicet y coordinador del Observatorio de la Deuda Social Argentina.
“Disfrutar del tiempo libre tiene su encanto. Sería bueno poder armar espacios como si fueran ‘vacaciones’ dentro de él. Lo importante es cambiar de actitud para poder pasarla bien, que a veces es lo más difícil”, razona Orsi. Quizá la respuesta esté en las características propias del placer personal. Aprender su ADN, reconocer (y reconocerse) qué nos hace bien y qué no son los primeros pasos para avanzar hacia una mejor administración del tiempo libre, tan escaso como apreciado.
clarin.com
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